CAPITULO XIV

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La distancia entre la sala de juntas y su oficina no era realmente larga, pero dependiendo de la perspectiva, el recorrido cambió completamente de lo que era en realidad.

Por una parte, Key todavía seguía sumando uno más uno en su cabeza, pero el resultado siempre terminaba en infinito. Sus pasos eran como los de un fantasma que flotaba dejándose guiar por el aire, mientras su mente divagaba en el extraño sueño que acababa de vivir; era como si se hubiese transportado a una dimensión alterna y las cosas estuvieran de cabeza. Ella y Alejandro casándose..... hahahahahahahha que buena broma...porque era una broma....¿Era?

En cuanto a él. Sus pies parecían estar atados a gigantescos diques de cemento, igual que en una vieja película donde la mafia le hubiese atrapado y pretendieran ponerlo a dormir con los peses. No importaba cuán rápido quisiera alcanzar la endemoniada oficina, no podía llegar; sin contar que sus neuronas estaban en una asamblea del terror, dónde no se ponía de acuerdo respecto a lo que sentía. Enojado, desesperado, paranoico, loco... celoso... la palabra seguía siendo murmurada como una maldición mortal en su cabeza.

La tigresa se recargo sobre el asiento de la silla al dejarse caer, y miró a su alrededor tratando de asegurarse dónde estaba. Los últimos minutos seguían siendo una fantasía curiosa y distorsionada en su cabeza; sin embargo, cuando se topó con la persistente mirada ónix de Alejandro, sospecho que la irrealidad podía ser más real de lo que quisiera.

El español se sentó frente a ella al otro lado del escritorio, e inconscientemente se llevó una de sus manos al cuello para desatar la corbata, sentía que se estaba asfixiando, y se llevó una sorpresa al darse cuenta que no la tenía puesta.

Estaba en blanco.

Su cerebro, su boca, su lengua, y las palabras no coincidían en su cabeza; lo cual era irónico, pues era justamente este conjunto el que le había metido en semejante problema.

-¿Cuánto hace que están saliendo?-. El sonido de su voz parecía totalmente ajeno a su tono habitual; áspero, bajo y tan rasposo a su garganta como se escuchaba. La pregunta llegó acompañada de imágenes de una pareja feliz, dónde él no entraba en cuadro.

Alejandro espero impaciente un par de segundos, pero ni siquiera fue capaz de aguardar un minuto completo. No quería escuchar la cifra. Si así ya sentía que algo dentro de él se quemaba; no estaba seguro de que podía ocurrir si a todas esas atroces escenas en su cabeza les daba un espacio de tiempo. Una hora, un día, un mes... un año...

Su mano se apretó con furia contenida sobre el escritorio, y la madera crujió bajo su agarre, mientras su respiración se convertía en el bufido de un animal. Sus neuronas seguían sin darle pistas claras, pero físicamente el dolor y la desesperación hacían que su cuerpo temblara; inclusive si hubiese sido por un segundo, que Jun Takashima pudiera verse como la pareja de Keyla, era demasiado. Pasado, presente, futuro, él los quería todos; no importaba si era cosa del destino o algo trazado por el mismo Dios, él, Alejandro Duque, se iba a encargar de romper esos vínculos para crear unas cadenas que solo la ataran a su mano.

-No importa. A partir de este momento tú y yo estamos comprometidos; y no te molestes en discutirlo con Jun, ya me encargué de dejárselo claro.

El aire dejó de circular a su alrededor, y tanto sus pulmones como su cerebro empezaron a gritar por ayuda. Keyla seguía atrapada en una suma matemática sin respuesta. ¿Con quién se suponía que estaba saliendo? Nada, absolutamente nada tenía lógica ese día.

Pero cuando lo escuchó decir de esa forma tan seria y sombría, que ahora estaban comprometidos, algo en su interior se removió igual que una pequeña chispa que encuentra algo que quemar, y la llama se expandió por su cuerpo culminando en sus labios. Las carcajadas explotaron cual bomba en la oficina, rompiendo la intensidad del aire, y el tenebroso ambiente.

Cazando el DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora