CAPITULO XXIV

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Maiya abrió la puerta de la habitación que utilizaría su invitada, con una sonrisa de oreja a oreja en la boca; simplemente no lo podía evitar, era cruel de su parte por supuesto, pero en ese instante su vena de escritora tenía el control total de sus emociones. Además, como no era ella la que estaba en esa situación, resultaba mucho más sencillo disfrutarlo... sobre todo porque ya más o menos sabía cómo terminarían las cosas; la experiencia personal le daba ese conocimiento.

Por su parte, Keyla intentaba resignarse a que sus días de descanso, habían pasado volando a su lado sin siquiera despedirse. De nuevo, todo por culpa de Alejandro. Pero lo peor de todo no era eso, ella podía a final de cuentas lidiar con él, era lo que estaba haciendo desde que se encontraron; no, lo que realmente le preocupaba era afectar a la familia de su primo, y por más que intentaba encontrar una solución para evitar todo eso, no daba con ninguna excusa razonable para desaparecer.

-Sabes...-. Comentó apenada. -Creo que sería mejor si me quedó en un hotel...

-¿No te gusta la habitación? Si quieres privacidad, puedes ocupar uno de los chalé para invitados; pensé que sería agradable que te quedaras con nosotros en la casa pero...

-No es eso...-. La interrumpió. Odiaba hacer lo que estaba haciendo, pero era lo mejor para todos; con ella lejos, Alejandro no la podía usar de pretexto para estar metido en la casa. -Es que... no quisiera molestar...

-¿Bromeas, no?

-No, bueno, es que, ya sabes...-. Medio balbuceaba. Ella nunca balbuceaba y ahora balbuceaba. Iba a quedarse viuda antes de casarse, y por sus propias manos. -Tú y Robert, seguro disfrutan su privacidad; conmigo aquí eso sería difícil, por eso...

-¿Privacidad? Key, no es que esto que voy a decir sea una queja, pero cuando tienes hijos, esa palabra adquiere un nuevo sentido. Es muy apreciada, pero muy distinta a lo que tú piensas. Honestamente, tu presencia aquí es bienvenida, porque de hecho pensaba usarte de niñera...-. Si, la sinceridad ante todo...

Ese comentario por fin logro sacarle una sonrisa a la tigresa. Aunque no había tenido la oportunidad de tratar mucho con su prima política, lo cierto es que es que le caía bien. Había algo natural en su forma de ser, que daba cierta confianza a las personas al hablar con ella; los hacía sentirse cómodos.

Aun así, se dio cuenta que lo estaba haciendo a propósito; por lo que sintió que lo justo era ser honesta.

-¿De verdad no te incomoda nuestra presencia?

No tuvo que especificar que se refería a ambos para que Maiya la entendiera; además había estado esperando llegar a esa conversación, solo que no pensó que Keyla estuviera tan ansiosa por abordar el tema. Quizás la pobre estaba mucho más estresada de lo que ella pensaba, lo cual la hizo sentir un poco mal... o mejor dicho, molesta. Claro, no con la tigresa...

-Keyla, si te convencí para que vinieras a visitarnos, fue porque realmente quería que lo hicieras; por favor, deja de atormentarte por cosas de las cuales no tienes la culpa...-. Sentenció en su tono de madre. Ese nunca le fallaba cuando quería que le dieran la razón

-Es que tú no sabes...-. Sus pensamientos la traicionaron escapando de sus labios, intentó detenerse poniéndose una mano en la boca, pero ya era tarde, lo había dicho y ahora Maiya la miraba recelosa, esperando por que terminara de hablar...

-¿El qué?

-Nada importante, solo... lo mejor será que me vaya a un hotel. O quizás de regreso a Londres...

Entonces algo inesperado pasó. Maiya en lugar de parecer molesta, o por lo menos confundida con su reacción, volvió a sonreír como lo hacía minutos antes.

Cazando el DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora