Keyla bajó del avión con cara de asesina serial. Dormirse en el hombro de Alejandro pudo ser de lo más cómodo, pero por increíble que pudiera resultar, fue involuntario; darle más alas de las que ya tenía solito era algo que no le facilitaba la salida a su buen humor, además se suponía que hacía este viaje para relajarse, para pensar mejor las cosas, y él muy tarado iba y se le pegaba.
No, es que el destino cuando quería, podía ser muy hijo de...
En fin, fuera cual fuera el caso, ahora necesitaba concentrarse en sus siguientes pasos. Había hablado levemente con Maiya, pero ni por error le contó la verdad; entonces, con su idiota prometido pisándole los talones, lejos de poder relajarse, sería seguir con el mismo cuento pero en terreno distinto ¡Y que terreno!
Claro, poniéndolo en perspectiva podía no resultar tan mal; con Alejandro babeando por su prima política, tal vez fuera más sencillo sacarlo de su absurda rabieta de casarse, pues seguro no tendría más cabeza que para ella... como siempre...
El rumbo de sus pensamientos le provocó llagas en el estómago, que hicieron a la tigresa torcer todavía más el gesto, sin contar que notaba como el cerebro le palpitaba tratando de escapar de su cráneo. Bueno, pues la tenía tan fácil, como la tenía ella de salir del lío en el que estaba.
Pero todas las conversaciones entre sus alteradas neuronas, se fueron por el retrete cuando en su campo de visión apareció Robert. De pronto no era rabia lo que dominaba las reacciones de su cuerpo, sino una culpa desbordante que evocaba un hoyo negro en su interior.
¿Qué pensaría su primo al ver a Alejandro? Si, pudieron haber terminado de manera cordial en el pasado, pero de eso a qué volviera muy campante... No era justo, y por alguna extraña razón, se sentía responsable por ello. Quizás él no estaba allí por ella (nunca era por ella), pero si hubiese podido controlar su destino, como se suponía debía hacerlo, entonces talvez, y solo tal vez, que Alejandro fuera a ver a Maiya no importaría, porque su corazón estaría en el lugar correcto. Pero no, ni siquiera era capaz de hacerlo olvidar su antiguo amor, así que ahora una culpa espantosa se la tragaba desde el interior.
Por si fuera poco, de nuevo necesitaba mantener la estúpida farsa de que estaba todo en orden, y francamente con tantas cosas en la cabeza, empezaba a dudar de sus habilidades.
Keyla suspiro tratando de mantener el estómago en su sitio, y trato de centrarse en lo importante.
Primero. Alejandro le dijo que iba a Texas por trabajo, así que probablemente Robert ya debía saber que estaba en camino; bueno, si era por Maiya, pues en caso contrario, podía decir que decidieron viajar juntos en una pre luna de miel. Bien. Ahora tenía solución al problema número uno, el dos, que era cómo haría para quedarse en el rancho McAvoy sin levantar sospechas, ya lo resolvería más adelante.
Ella puso una gran sonrisa en el rostro conforme la distancia se redujo; tenía más ganas de salir corriendo, pero igual mejor agradecía a su poca suerte que era su primo quien iba a recogerla y no su esposa, pues ya se imaginaba el numerito que podría haber dado el español.
-Hola guapa...-. Robert se acercó con su sonrisa lobuna. Tenía un inusual brillo en su mirada ámbar, pero decidió pensar que se debía a que seguramente su olfato ya le había alertado del intruso. -¿Qué tal estuvo el vuelo...la compañía...?
-Sí, sobre eso...yo en verdad lo lamento, en especial por no avisar con tiempo...-. Y allí estaba, balbuceando como tonta, para de nuevo salvarle el pellejo a alguien que obviamente no le tenía aprecio a su vida. -Pero pensamos que este viaje podía ser una pre luna de miel, no te molestes, por favor, incluso no tienes...-. Sus excusas se quedaron atoradas en sus labios, cuando una de las cejas del lobo se alzó en gesto socarrón