CAPITULO VII

572 79 11
                                        

 Durante toda la reunión, Alejandro estuvo atento a cada uno de los puntos a discutir. Necesitaba despejar su cabeza de líos sentimentales, y que mejor forma que hacer correctamente su trabajo; aunque en sí, el proyecto estaba prácticamente terminado.

Los puntos restantes para que estuviera listo el lanzamiento del perfume, eran precisamente de aquellos que él debía hacerse responsable. La parte artística, como había dicho su padre. Lo que realmente significaba, o al menos en términos laborales, que debía encontrar a la mejor agencia de publicidad para que respaldara imagen, nombre, y publicidad que se le daría al nuevo producto. Afortunadamente para él, tal y como había prometido Antonio, o mejor dicho, pactado, para ese instante que estaban reunidos, ya tenía entre sus manos las propuestas que algunas agencias les habían hecho llegar, para ver si se decidían a trabajar con ellos.

La junta terminó al cabo de dos horas y Alejandro tomó aquello que su padre le había entregado, para comenzar a revisarlo. Tal y como había dicho quería empezar cuanto antes, para de esa forma liberarse igual de rápido de este compromiso; pues en esta ocasión, había más motivos que solo sus recuerdos para querer escapar... o mejor dicho, retirarse estratégicamente de Londres.

Una vez que se instaló solo en su oficina, y sus neuronas revisaron la información obtenida sobre el producto, el español se concentró en las propuestas, y ver cuál era la que más se ajustaba a sus demandas. El perfume en cuestión, era una fragancia femenina que combinaba aromas florales y cítricos, dejando como resultado una interesante mezcla fresca y envolvente, capaz de hipnotizar a cualquiera que estuviese cerca. Ahora solo debían darle un "rostro" para presentarlo.

Durante hora y media, Alejandro se dedicó a estudiar los diferentes diseños. Las compañías aun no tenían muestras del olor, pero se les había dicho que era lo que Empresas Duque estaba buscando, y de acuerdo a los datos que les brindaron, ellos habían enviado sus propuestas; todas buenas, pero una en especial llamó su atención.

Si en ese momento alguien más aparte de sus neuronas, conociera aquello que estaba perturbando los pensamientos de Alejandro, habría dicho sin duda alguna que su fascinación por lo que tenía en las manos, era muy, muy diferente a lo que se suponía estaba haciendo en su trabajo. Sin embargo, la realidad es que el dibujo del cual no podía apartar los ojos, abarcaba no solo la parte de los recuerdos en su cerebro; sino también la artística.

El rostro de un tigre albino miraba directo hacia él, entre diversos tonos de colores bajo y sobre este; con un efecto similar al de una pintura deslavada. Sus ojos reflejaban al mismo tiempo el salvajismo de la bestia, y la majestuosidad de un rey; haciendo imposible dejar de verlo. Era hermoso. Era perfecto. Quien quiera que lo hubiese hecho, había entendido perfectamente el concepto que ellos buscaban transmitir: Independencia, libertad, fuerza, y sobretodo belleza; cualidades que todas las mujeres poseían.

Sin ser consciente de sus propias acciones, una tierna sonrisa se dibujó en sus labios mientras aun observaba la imagen; estaba casi seguro, que acababa de encontrar la agencia perfecta para su producto. Entonces la puerta de su oficina se abrió de golpe, interrumpiendo su concentración.

Eva entró con seguridad sin esperar a que le permitiera pasar, y caminó con una decidida sonrisa en los labios, hasta sentarse frente a él. Iban a ser las dos de la tarde, y no planeaba marcharse de ese lugar, a menos que saliera con Alejandro a su lado.

-¿Qué tal vas?-. Preguntó casual, mientras movía con su mano los diferentes diseños que descansaban sobre el escritorio.

-Todos son muy buenos. Será difícil...-. Respondió guardándose su nueva decisión.

Cazando el DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora