Algo extraño y desconcertante ocurría en el interior de la tigresa. Bueno, era obvio que algo no esperado ocurría en su "reunión de trabajo", que aparte de tratar de todo menos de lo que era, estaba provocando un grado de tensión en el aire que muy pronto podía cortarlos por la mitad; pero esto que pasaba en sus pensamientos, era... diferente.
Todo se mezclaba en un peligroso torbellino. No podía negar que le hacía feliz darse cuenta que Alejandro estaba molesto, e incluso le parecía divertido, pues él no era exactamente el mejor actor del mundo para cubrir sus sentimientos. Sin embargo, estaba molesta. Realmente molesta. Esto se sentía falso y a la vez obligado; pero ni un solo gramo de natural.
Cuando era una niña, y su madre le contó la historia de cómo ellos, los de su clase, encontraban a sus parejas, todo había sido lindo y lleno de romanticismo; era incluso mejor que un ridículo cuento, pues eso era real. El destino tejía sus redes al rededor, y tarde o temprano, estas les guiaban hasta aquel que hubiese nacido para ser su perfecta pareja. Ahora, en ese preciso momento, la idea en general le causo repulsión.
Para Key fue como si un interruptor se encendiera, y la luz iluminara toda la mierda que había tras el estúpido concepto. Era sucio, despiadado, sin opciones, y rompía sin piedad con todos sus sueños infantiles.
Quizás era drástica esta nueva postura suya; en especial porque bien sabía (y conocía) que todas las parejas que se encontraban así, terminaban realmente enamoradas; pero de igual forma, también sabía que siempre hay una excepción a la regla. ¿Qué pasaría si en esa triste lotería, a ella le tocaba ser la ganadora?
Siendo honesta y justa ante el hombre con mirada inquisitiva frente a sus ojos, él no tenía ni idea de que estaba pasando. Si, seguramente sentía una atracción inexplicable hacia ella; y si, también podía estar celoso de pensar que tenía algo que ver con alguien más; pero vamos, se habían visto qué ¿Tres veces? cuatro con suerte, y no tenía ni idea de absolutamente nada en cuanto a su persona se refería.
Además, había otro asunto incluso más importante a que él no la conociera: ELLA NO LO CONOCÍA A ÉL. De acuerdo, en un apartado rincón de su cerebro, algunas de sus neuronas crearon una imagen mejorada y remasterizada, del gallardo caballero que lucha contra el dragón y salva a la princesa; lo cual era lógico, si tomaba en cuenta como se desarrollaron los eventos cuando lo conoció. Su actitud con lo referente a Maiya fue la de un hombre maduro y centrado, pero sobretodo, admirable y que valía su peso en oro.
¿Pero qué tal que esa solo era una fachada? Y si en realidad había sido solo un cobarde que se sentía incapaz de luchar contra Robert, y por eso había decidido darse por vencido... no no no, ella no quería a alguien así en su vida. O peor aún ¿Qué si era hombre de una sola mujer? Él ya había entregado su corazón, y para ser sincera, Keyla no quería adueñarse de un cuerpo vacío... por más sexy y tentador que ese cuerpo en cuestión estuviera.
Nada de esto era fácil de procesar, aun así, sus neuronas trabajaban en tiempo récord analizando las infinitas posibilidades; pero como era lógico que no iba a dar con una que le agradara en menos de un minuto, tuvo que recordar de que hablaban para responder con normalidad... o al menos, con toda la normalidad que pudiera...
-Eso es porqué somos buenos amigos...-. Replicó con una sonrisa indulgente. La paciencia no era su virtud, pero como trataba de analizar tanto, le pareció buena idea dejarlo pasar. -Y por qué de alguna forma sonaría raro si Evan también lo llamara Jun-Kun...-. Terminó con más dulzura y cinismo del que pretendía, pero su lado malévolo la secuestro por un instante.
La respuesta logró el impacto deseado en Alejandro. Cachetada de obviedad, con un toque de humor negro. Si, algunas veces ella podía ser una perra en el mal usado sentido de la palabra (por qué comparaban a un animal tan hermoso y bondadoso con alguien que jugaba sucio, le era un verdadero enigma); pero fue inevitable controlar su venenosa lengua.