Con el orgullo pisoteado...literalmente...Alejandro entró cojeando a su oficina. Hizo todo cuanto pudo para disimular, pero era imposible que nadie notara que se apoyaba más de un lado que de otro; eso sí, seguramente nadie se atrevería a cuestionarlo al respecto, pues tenía una cara que parecía dragón a punto de escupir fuego.
El pobre tenía un humor de los mil demonios, no solo le resultaba imposible que de hecho, Key si le hubiera lastimado el dedo con un maligno tacón (habría que ver que esas cosas si eran del diablo), sino que era de lo más hilarante. Es que ya lo decía, se estaba convirtiendo en la broma personal del universo.
Por si fuera poco, había tenido una mañana bastante ocupada, tratando de mantener el proyecto de los dichosos perfumes, para lo cual, estuvo encerrado durante tres eternas horas y media con (esto era el colmo de sus desgracias...) Jun y Evan. Porque claro, Keyla casualmente tenía que atender otra solicitud para Cat People.
Pero ¿De dónde se sacaba la tigresa sus técnicas de escape? Dudaba mucho que el ejército enseñara algo así, pero tal vez deberían planteárselo...
Durante ese tiempo, no solo tuvo que soportar el gesto de "soy superior a ti" de Takashima; no, encima había tenido que aguantarse las miles de indirectas que el gato subdesarrollado le estuvo lanzando cada que tenía oportunidad. Aunque claro, como ya eran prácticamente familia, no podía levantarse y golpearlo... al menos no hasta que los papeles de matrimonio estuvieran firmados, porque cuando eso pasara, más le valía a Evan estar preparado...
Y ahora estaba allí, sentado frente a su escritorio pensando respecto a lo absurda que era su vida, cuando el teléfono decidía interrumpirlo.
-Alejandro, sé que pediste que no te molestaran, pero tienes una llamada de larga distancia enlazada desde Editoriales Paladín...-. Explicó su secretaria temporal, con bastante profesionalismo
-Está bien...-. Si algo le gustaba en el mundo, era su trabajo con la editorial; gracias a eso había conocido a Maiya, pero sobretodo, era un gran amante de la lectura, por lo que poder ayudar a escritores para que el mundo conociera sus obras, era una de sus grandes pasiones. Así que incluso cuando el mundo lo estuviera fastidiando, siempre tenía tiempo para Paladín...
Tras un par de segundos, y esa odiosa música que ponían en cada aparató electrónico que requiriera esperar; la voz que lo saludó al otro lado de la línea hizo que sus cejas se volvieran una.
-Hombre, tú sí que eres difícil de localizar. Estoy seguro que hablar con el presidente sería mucho más sencillo...
El acento tejano fue la cereza del pastel en su terrible día; si bien era cierto que sus diferencias, o mejor dicho, pelea por Maiya había terminado de buenos modos (con él como perdedor, por cierto), tampoco significaba que ahora fuesen grandes amigos. En realidad, las pocas veces que hablaron antes, fueron más por casualidad que por gusto.
-Robert...-. ¿Qué se suponía debía decir?
Y entonces un largo silencio abrumó la línea. Los segundos pasaron, pero ninguno de los dos supo que hacer; aquello era de lo más incómodo, porque efectivamente, a duras penas llegaban a ser "conocidos".
Pero el lobo tenía una misión, y no pensaba retirarse hasta saber la verdad. Por extraño que resultara, esto podía ser un asunto de vida o muerte, por lo que, si tomaba en cuenta que con la ayuda del español su familia logro salir airosa de una situación bastante complicada, lo menos que podía hacer, era responder el gesto asegurándose que se encontrara bien.
-Escucha, voy a ir directo al punto...¿Qué hiciste para que Keyla aceptara casarse contigo?-. Bum había soltado la bomba...
Pero eso no fue cualquier bomba para Alejandro, esa fue más bien como una de tipo nuclear, con alto grado de destrucción; pero sobre todo, elevados índices de radioactividad, porque el mal humor que cargaba se convirtió en ira asesina. De todos los seres humanos que habitaban el planeta tierra, el que menos tenía derecho para cuestionarlo sobre ese asunto, era, precisamente Robert.
