CAPITULO XIX

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Con tono de mando, pero cordial, Alejandro dio las instrucciones necesarias a su asistente respecto al trabajo que necesitaba que hiciera, escuchó semi atento su respuesta, asintió, volvió a dar más ordenes, y finalmente colgó para revisar de nuevo la pantalla de su Tablet; todo eso mientras miraba cada dos punto tres segundos de reojo hacia Keyla, quien viajaba sentada a su lado con los audífonos puestos y sin apartar la vista de la ventana. 

Habían llegado esa mañana de casa de sus padres, y aunque ella se había empeñado en tomar un taxi para regresar a su casa, él se divirtió de lo lindo amenazándola con cargarla sobre su hombro frente a todas las personas en el aeropuerto, si no se subía a su auto. Al final, pese a la mirada asesina que le dio, más los infinitos reproches con sonido de gruñido, terminó haciendo lo que le pidió.

El español estaba que brillaba de alegría.

Lo admitía, su parte de caballero, esa que habitualmente se mostraba ante todos, estaba en total desacuerdo respecto a su comportamiento con la chica; pero su lado salvaje de hombre de las cavernas, se la estaba pasando a lo grande.

Discutir con Key, o mejor dicho, hacerla enojar era el objetivo principal de su día, luego de darse cuenta que esa era la única manera de lograr que ella concentrara todas sus emociones en él; y eso le gustaba, ser lo único en lo que la tigresa pensaba era como una sobre carga de energía en todos los aspectos de su vida. Se sentía más listo para trabajar, para lidiar con cualquier cosa, para sonreír (cosa que no había hecho mucho durante el último año), pero sobre todo, era el incentivo perfecto para que su instinto cazador saliera a flote.

Era extraño. Admitía que jamás había sentido la necesidad de atrapar a una mujer... al menos no de la forma en que quería hacerlo con Keyla; pero tal vez fura que al saberla una hermosa felina, algunos instintos primarios afloraban en su sistema, el tipo de cosas que hacían sus antepasados para sobrevivir, como ser el depredador más fuerte.

Él volvió a desviar su mirada hacia ella, pero esta vez se descaró al girarse por completo y observarla con estudiado detenimiento. Era perfecta. Todavía le asombraba que su forma humana pareciera tan pequeña y menuda, en comparación con la imponente transformación que sufría con su alter ego; sin embargo no le restaba un solo punto a su belleza, tanto la mujer como la felina eran unas diosas que le provocaban estragos a lugares específicos de su anatomía masculina, lo cual le hacía preguntarse si no estaba adquiriendo un extraño fetiche.

Entonces ella se volvió hacia él, y encaró una ceja acusatoriamente cuando sus ojos se encontraron, pues no solo había sentido el peso de su mirada, sino que lo atrapo viéndola descaradamente. Alejandro sintió como su entrepierna se sacudió, mientras que sus neuronas tenían un serio debate respecto a quién era el verdadero animal salvaje entre ellos dos; fue una reunión corta, la respuesta salió cargada de lujuria por cada molécula de su cuerpo.

-¿Qué ocurre?-. Aun así, decidió que necesitaba mantenerse un poco más en control. Por orgullo, pero más que nada porque sospechó, que si tenía el valor para saltarle encima en la parte trasera de ese auto, ella sin duda lo castraría.

-Bueno...-. Replicó quitándose los audífonos. -Ya que insististe tanto en que el taxi no era necesario...-.Al verlo torcer una sonrisa, solo pudo poner los ojos en blanco. -Necesito llegar a otro lugar antes que al departamento.

-Claro...

Luego de darle la dirección al chófer, ella volvió a colocarse los audífonos y girarse hacia la ventana. Estaba molesta. Desde la tarde anterior algo le ocurría, Alejandro pensó al principio que se le había ido la mano en sus comentarios, pero luego entendió que lo que sea que la estaba afectando, era de carácter mucho más serio.

Cazando el DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora