Capítulo 29. Raíces

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*Inglaterra, 1989*

Encima de un puente de madera estaba parado un hombre joven que miraba el agua debajo de sus pies con una sonrisa, como si le trajera una paz inexplicable el ver las hojas de los árboles volando hacia el riachuelo. De pronto una voz lejana clamó su nombre. El hombre se giró para ver de dónde provenía aquella voz que él conocía muy bien y descubrió que del otro lado del puente se acercaba una muchacha, una joven casi de su edad que se aproximaba a paso tranquilo con una sonrisa adornando su pálido rostro.

-¡Eustace, Eustace! -gritaba la muchacha sin reparo al tiempo que sus cabellos castaños ondeaban con el viento. El joven se acercó a ella, tomando sus manos y sonriéndole de manera amorosa.

-¿Qué pasa, por qué tan contenta? -preguntó el hombre interesado, mirando como la castaña se encargaba de acariciarle los dedos en forma nerviosa. Sus ojos casi saltaban de la emoción, y su sonrisa delineada en el rostro casi exageradamente hacían obvia su emoción.

-Creo que no voy a tener las de decírtelas, mejor míralo tu mismo -ella le extendió un papel algo arrugado sin quitar su expresión emocionada. El hombre tomó el papel suavemente soltando las manos de la dama y mirando las letras impresas en la hoja. De un momento a otro sus ojos se abrieron con desmesura y volaron con rapidez hacia la castaña.

-¡¿Esta era la noticia?! ¡¿estas embarazada?! -la euforia del hombre le hizo ensanchar una gran sonrisa en su rostro. La mujer castaña asintió y ambos se abrazaron con fuerza y energía, sin dejar de dar pequeños saltos en el aire mientras reían y daban gritos emocionados. Se separaron después de algunos segundos más y el pelirrojo no pudo evitar mirar una vez más aquel papel. -No puedo creerlo, Anne, ¡nuestro primogénito!

La castaña le sonrió con amabilidad y el hombre se acercó a ella, plantando sus labios algo toscos sobre los suaves y rosados labios de ella. El beso duró apenas unos segundos. Se tomaron de la mano y comenzaron a atravesar el puente juntos, hablando acerca de cómo pensaban que sería su primer hijo, a quién se parecería y trivialidades del estilo.

[Nueve meses después]

Anne dio a luz a un fuerte y saludable bebito varón, de cabello rojizo castañuela, y de ojos encantadoramente grises, como los de su padre. La castaña tomó la mano de su bebé en un gesto completamente enternecido, mientras miraba a su marido con una enorme sonrisa.

-Míralo Eustace, tan tierno... tan delicado...

-Lo veo cariño -el pelirrojo extendió una mano para acariciar el rostro suave de su bebé, quien lo miraba con los ojos cristalizados, sin llorar ni un poco. Desde ese instante, Eustace supo que sería su hijo preferido. Sonrió y con los brazos extendidos recibió al niño en su pecho, mirándolo como quien mira una estrella, completamente orgulloso de su creación. -Vas a ser grande, hijo.


****

Luego de algunos días, Anne y Eustace volvieron a su hogar con el bebé en brazos. Sus sonrisas no podían decir más lo felices que estaban por haber tenido un bebé. Cuando Eustace abrió la puerta, de inmediato sus familiares se lanzaron sobre su esposa para admirar al bebé. Él miraba orgulloso y escuchaba los cumplidos de lo lindo que era, de lo exitoso que sería y de mil cosas más. Sin embargo, sentía un deje de molestia cuando hablaba Anne; cuando sus oídos escuchaban la voz de la castaña su interior se sentía molesto. Luego de varios halagos más, hasta la servidumbre se acercó a mirar al nuevo amo. Eustace se fijó en una muchacha, poco más joven que el, quien parecía, era nueva. Era distinta a todas las demás sirvientas; esta era la más joven, tenía el cabello rubio, la piel blanca lechosa y ojos verduzcos. Casi de inmediato captó la atención del hombre, quien no dejaba de mirarle.

Gotas de amor, sexo y mentiras (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora