veintiséis

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Dos meses después

El jacarandá deja su reflejo en los lentes de sol negros de Victoria. Es un día soleado, de esos que a ella le gustan, y una leve brisa que entra por la ventana le alborota el pelo. Juega con sus dedos mientras mira la casa que tenemos enfrente, y larga un suspiro lento

Está nerviosa, y no se preocupa por ocultarlo; pero me mira, sonríe levemente y aprieta mi mano con fuerza antes de bajarse del auto

Algo que aprendí de ella en estos meses, es que su personalidad es tan transparente y pura como el agua. Se siente tan dichosa y afortunada del hecho de poder sentir, que se muestra orgullosa de poder expresarlo, incluso en sus días grises. Y yo, siendo un poco diferente a ella en ese punto, siento que aprendo de Victoria y de su sensibilidad todos los días

Y no hago más que estar agradecido

Ya hacen dos meses que Alaska salió del hospital, y todos sus planes de ahora en más tienen todo que ver con rearmar su vida

O volver a la vida, como le dice ella

El primer plan fue alquilarse un apartamento en Bogotá, y que sea un lugar cerca de mi casa, era un requisito imprescindible. Andrea, después de un arduo trabajo tratando de convencerla, aceptó irse de Cartagena y ahora viven juntas en un edificio

El segundo plan era conseguir un trabajo y comenzar a estudiar, y así fue. Victoria trabaja de camarera en la mañana, y en la tarde, estudia administración de empresas para en un futuro tener su propio café y ser totalmente responsable y consciente de cómo administrarlo

El tercer plan; conocer a mi familia, es decir, a Laura y a Maite. Ese plan se cumplió una semana después de salir de su internación, y mi sobrina la llenó de dibujos hechos por ella que la hicieron lagrimear un poco

Existe también un plan cero, que se aplica a todo lo que tenga por delante en la vida, y básicamente consiste en disfrutar de la libertad que jamás tuvo

Y que me incluya en todos sus planes, me hace sentir totalmente feliz

Hoy es día de cumplir con el cuarto plan, y también estoy aquí acompañándola

Victoria tiene su mano hecha un puño, rozando la madera oscura de la puerta, espera unos segundos allí tomando coraje...y luego golpea con los ojos cerrados

Acaricio su hombro mientras esperamos a que alguien salga de la casa, y me dedica una leve sonrisa

Hasta que la puerta se abre, y Juliana está parada frente a nosotros dos

La rubia lleva una mano a su boca lentamente, y Alaska no puede parar de sonreír. Quizás por nerviosismo, o porque está muy feliz de ver a la chica que fue su amiga de la infancia hace muchos años atrás

-Hola- su saludo es apenas un susurro y los ojos de Juliana comienzan a brillar

Casi simultáneamente, dan un pequeño paso hacia delante y se funden en un abrazo que me hace querer gritar a los cuatro vientos. Porque es algo que le prometí a Juliana, y porque también es algo que Alaska deseaba hace bastante tiempo

Carmela aparece detrás de ella y me sonríe con ternura antes de detenerse a verlas abrazarlas

-Me alegra que esté bien- le murmura la rubia en el oído y la veo sonreír

Victoria - Juan Pablo Villamil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora