CAPÍTULO 8

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Lunes 4 de Noviembre.

Sicilia/ Italia.

Shara.

Las horas me parecían siglos y los días eternos, comúnmente me la pasaba con mi madre de un lado a otro, intentando resolver el lio de la pasarela en Milán. Por suerte, la prensa creo su propia contexto diciendo que una banda de criminales irrumpió en el lugar con fines de robar las joyas valiosas de los invitados.

Luego está mi padre, como loco por mi fuga. Aún no se por que se enoja si ni siquiera estábamos bien en el momento.

Mientras que yo en estos instantes decidí venir a sicilia. Son la 10:36 de la noche y estoy sentada en la barra del lugar en donde comenzó todo, en el lugar que cambió mi vida por completo.

—Creí que no te volvería a ver.—Lorenzo apareció con una sonrisa resplandeciente, luciendo su uniforme de camisa negra de lentejuelas y pantalán del mismo material.

—Uno siempre vuelve donde fue feliz, dicen por ahí.—Unas carcajadas se escucharon en el lugar por parte de el.

—Dudo mucho que este lugar te haya hecho feliz.—Miré mis manos con una pequeña sonrisa.

—Feliz no, pero aquí comenzó mi "renovación".—Levanté mis dedos creando comillas con ellos.

La música se escuchaba alta, las personas bailaban y bebían a la par.

—Pasaron muchas cosas, eh.

—Demasiadas.—Afirme.

Me moví un poco Para poder mirar a las personas que estaban en la pista de baile, al hacer lo vestido se levantó un poco,Lorenzo quien me miraba desvió la mirada de inmediato hacia la zona VIP, su comisura se levantó  un poco y luego volvió a mirarme.

—Y la historia se repite.—Murmuró tomando un vaso para limpiarlo.

Fruncí el ceño por sus palabras a lo que mire a la misma dirección de el. Mis labios se secaron y mi expresión cambio de inmediato a una de nerviosismo. Cuatro pares de ojos me miraban con atención y cautela, pero yo solo podía distinguir un par, esos hermosos iris verdes.

Una indescifrable y fugaz sonrisa apreció en sus labios, casi como si no lo hiciera y levanto su vaso en forma de brindis. Me quedé en mi lugar inmóvil. Vi como una mujer, castaña, se acerco a el y susurro algo a su oído, este la miro y respondió muy cerca de su rostro. Deje de mirarlo, claro que lo iba hacer, era obvio que se buscaría a alguien más.

No soy la única mujer en el universo.

Apreté mis puños conteniéndome las ganas de hacer o soltar cualquier estupidez.

—Lorenzo, ¿Puedes darme una botella de whisky, por favor?

Este me miro confundido, como si no creyera lo que le estoy diciendo.

—¿Qué?.—Fue lo unico que salio de su boca.

—Quiero un maldito whisky.—Escupí mirándolo.

El no protesto y comenzó a buscar un vaso.

—No quiero un vasito, quiero la botella.

Su rostro se contrajo ante mis palabras, lo entiendo, no yo se que mierda estoy haciendo, o sea nunca en mi vida e ingerido alcohol, ni una pizca. Una botella chocó contra el mármol de la barra, la miré intentando arrepentirme de lo que iba a hacer pero ese sentimiento ni se inmuto en aparecer.

—A la mierda.—Tome la botella entre mis manos, la destape y si pensarlo dos veces me empique e ingeri en amargo y caliente líquido, bajo como lava por mi garganta pero no me importo. Luego de unos par de tragos sentí la necesidad de moverme, quería bailar y mezclarme con las personas, y Obviamente lo haría.

CADENAS DE LUJURIA. [#2] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora