Capítulo 1:

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Londres, Inglaterra, febrero de 1815

—¡Espere! ¡Espere! ¡Por favor, pare! 

Alzaba la voz una joven mujer, en medio de una vereda transitada por cientos de personas que iban y venían con mucha prisa. 

Cada uno en su mundo y sin prestar la mínima atención a su alrededor. 

La joven, que en ese instante se encontraba desesperada por conseguir un carruaje de alquiler, no se había dado por vencida con tanta facilidad y empezó a agitar sus manos de manera frenética hacia arriba, para que así, uno de los cocheros que transitaba por las calles aquella fresca mañana de invierno, le hiciera caso y se detuviera frente a ella. Sin embargo, su esfuerzo fue en vano, puesto que ningún cochero se dignó a detener su andar. 

La joven mujer ya tenía experiencia y sabía de antemano que en las calles londinenses nadie pausaba su andar, por ningún motivo o circunstancia. 

Los hombres con trajes refinados y exquisitos y con galeras largas puestas en la cabeza y con bastón en manos, no giraban a contemplar su alrededor. Tampoco lo hacían las mujeres que agarraban a sus hijos de las manos para dirigirse hacia tal ubicación. Ni tampoco lo hacían los vendedores ambulantes, que desfilaban por los barrios de Londres. Y mucho menos lo hacían los jóvenes dandis que salían a pasear mientras se ponían a discutir entre ellos sobre asuntos aleatorios, y sin prestar la mínima atención a su entorno. 

Al ver que nadie le brindaba una mínima ayuda, la joven estuvo obligada a dar pequeños saltos en el lugar para que uno de los cocheros finalmente pudiera verla, sin embargo, al realizar dichos saltos bruscos, no se había percatado de que un hombre venía hacia ella con mucha prisa, haciendo que el sujeto chocará contra su inofensivo cuerpo y la lanzara al pavimento. El hombre no se detuvo en su andar, aun cuando la arrojó al piso con su robusto cuerpo y siguió andando como si nada hubiera ocurrido, no sin antes, dedicarle una de sus miradas más frías y terroríficas a la joven tumbada en el suelo. 

La mujer ignoró aquel descortés trato de parte del salvaje hombre, haciendo que se quejara brevemente del dolor que había sentido al ser lanzada con brusquedad al suelo, y con mucha prisa, se volvió a reincorporar. Se sacudió el mínimo polvo que levantó del suelo al caerse y comenzó de nuevo a levantar sus manos y a moverlas de un lado a otro para que alguien la viera, ya que no disponía de mucho tiempo para lamentarse, puesto que debía llegar a su nuevo trabajo lo antes posible. 

No podía darse el lujo de llegar tarde en el primer día. 

<<¡Eso sí que no!>>, pensó con exasperación. 

De pie de nuevo, volvió a intentarlo dando diminutos saltos en el lugar, para que así, un cochero la viera. 

No se podía permitir quejarse o sentir dolor, no cuando su mente únicamente pensaba en conseguir un carruaje lo antes posible. 

Se encontraba llegando un poco tarde a lo que sería su nuevo empleo como institutriz en McLaren House. La habían contratado por medio de una carta hace unas semanas atrás. 

Lady Lesley, hermana del conde McLaren de Woking, se había estado comunicando con ella gustosamente a través de cartas que le hacía llegar con un mensajero de la familia. La primera impresión que pudo llevarse al leer las cartas que le enviaba lady Lesley, fue que se trataba de una persona sumamente noble y amable. Hace ya un mes aproximadamente que ambas se estaban mandando cartas muy seguido y a ella le había parecido que la joven hermana del conde de Woking, era una persona bastante agradable para enseñar. 

Recordó que en sus cartas le había comunicado que la temporada social estaba a punto de dar comienzo, y aunque lady Lesley era todavía muy joven para debutar en sociedad, deseaba inmensamente poder aprender lo más antes posible todos los hábitos que una joven señorita de familia noble debía aprender y entender, antes de dar aquel paso tan importante para cualquier mujer de la aristocracia, para llegar de esta manera, a convertirse en la joya de la temporada, y así mismo, tener éxito en el mercado matrimonial y poder conseguir un buen marido lo antes posible. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora