Capítulo 18:

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Al día siguiente por la mañana, fue un día espléndido tal y como lo había anunciado que sería Lesley. El sol radiante, la brisa fresca de primavera, un clima fantástico para un paseo por el río Támesis en familia. 

Las tres hermanas: Lesley, Emma y Claire, ya se encontraban levantadas y arregladas para lo que sería el paseo por el río Támesis. 

Durante la noche, las tres no habían podido pegar el ojo por la emoción que le causaba que Nathaniel aceptará llevarlas a pasear, ya que siempre su respuesta a eso era un rotundo "no". Pero por suerte, lo habían podido convencer esta vez, y se lo habían hecho recordar constantemente por la tardecita de ayer, una cuantas incontables veces para que a sí, a Nathaniel no se le olvidará de su promesa. 

Con la ayuda de los criados prepararon su cesta de pícnic. Llevaban tartaletas, queso y otras delicias para degustar en el momento en que armaran todo para el pícnic. También, se habían vestidos con sus prendas más cómodas, pero, siempre siendo elegantes, junto con unos sombreros de paja que tenían de adorno unas cintas largas. Cada hermana llevaba un color diferente de vestido. Lesley llevaba el rosa, Emma tenía puesto un vestido violeta claro, y Claire tenía el naranja; que era su color preferido. 

Mientras, por otro lado, estaba Serena que había pensado seriamente inventarse una excusa para no asistir a dicho paseo, pero al ver las caras de ilusionadas de sus alumnas no tuvo el corazón para negarse, y no tuvo más remedio que solamente aceptar la invitación que le hacían. 

Serena llevó su mejor vestido, ese mismo que se había roto en su primera visita a la residencia McLaren. Ella lo había cocido, ya que Serena era muy habilidosa a la hora de coser. Aquella rotura ya ni se notaba, era como si nunca hubiera estado allí. 

Como por las mañanas hacía frío, decidió llevar una capucha de un tono azul oscuro, y un velo para que su pelo no se desarregle por el camino. Al igual que las hermanas McLaren, ella tampoco pudo dormir en toda la noche, pero lo suyo fue completamente diferente, ella no pudo dormir debido a que se la pasó la noche entera pensando en Nathaniel y en todo lo que le había dicho la mañana de ayer. Asimismo también la había vuelto a besar. Ella se tocaba la comisura de sus labios con la yema de sus dedos cada vez que recordaba los labios de él en los suyos. 

Es que no podía evitarlo, se trataba del hombre al que amaba, y aunque se mostraba distante y calmada frente a él, no podía negarse a sentirse cautivada con su voz, con sus caricias o sus besos. Ella solamente deseaba que él en verdad fuera sincero con sus palabras. Decía que nunca la dejaría sola, pero ella sabía en lo más recóndito de su ser que era una mentira piadosa. También decía que le podía llegar a ofrecer mejores bienes de lo que le ofrecía lord Richard, pero ella de igual manera sabía que eran mentiras. Así mismo pensaba sí las palabras que salían de su boca cada vez que la veía eran ciertas; ella quería creer que sí lo eran. 

Después de unos minutos esperando cerca la entrada, Nathaniel iba bajando por las escaleras. Se encontraba bien vestido para la ocasión, un traje muy elegante digno de un conde como él lo era. Hoy vestía un saco color azul marino, una camisa blanca, un pañuelo del mismo color que su saco, y unas botas perfectamente ilustradas de un color marrón. Estaba tan atractivo como habitualmente solía estarlo. 

Serena al verlo bajar por las escaleras, suspiró para ella misma con confortación. Era siempre una gran sensación volver a encontrarse con él, aunque su cuerpo sintiera mil emociones diferentes cada vez que lo veía de nuevo: la de escapar o quedarse para siempre a su lado. 

Él también buscó su mirada. Ambos se miraron mutuamente, hasta que Nathaniel tocó el último escalón. Luego, buscó mirar a sus hermanas menores, que ya se hallaban saltando de alegría y gozo al verlo bajar. Eso quería decir que él no se había arrepentido a última hora de su decisión. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora