Al siguiente día, Serena se sentía algo angustiada y un poco decepcionada, por no haber logrado convencer al conde para que Paul, se quedará finalmente con su perro Wolf. Ella se encontraba esa misma mañana en el patio trasero de la mansión, acompañada de las tres hermanas: Lesley, Emma y Claire, mientras tomaban el té y platicaban animadamente sobre el próximo baile al que Maggie acudiría.
—La señora Pussett siempre escoge vestidos llamativos para sus tres hijas, mamá me lo contó. Ahora logro comprender el porqué sus hijas aún no consiguen marido —dijo Lesley, mientras le daba un sorbo a su té.
—Yo escuche de la boca de Maggie, que parece ser, que las tres son pésimas bailarinas, y que pisotean a todos los hombres con los que suelen bailar.
El rostro de Lesley se contrajo de horror al oírlo.
—¡Qué horror! Yo no quisiera pisar a mi pareja en el día de mi debut.
—Espero que yo sí —mencionó Claire, que tenía una rosquilla en su boca—, sería muy gracioso ver la expresión que pone mi pareja de baile, al percatarse que mis pies lo pisan a cada instante.
Lesley la fulminó con la mirada.
—¡Eres una bestia!
Luego, la joven giró a ver a Serena, que se encontraba mirando en la dirección en donde se hallaba Paul, junto con su gran perro Wolf. Paul le tiraba una rama a Wolf, y éste, iba en busca de la rama, saltando y moviendo su cola con alegría; parecía ser que ambos se estaban divirtiendo jugando. Serena sonrió levemente al ver aquella escena tan tierna, pero que fue interrumpida por la voz chillona de Lesley.
—¡Serena!
Serena despertó de sus pensamientos, y con rapidez, se incorporó en el asiento, volviendo a sentarse rígidamente.
—Ah, sí. —Ella volteó a ver a las tres hermanas, que ahora mismo la miraban—. ¿Qué ha ocurrido?
—Dime, dime, ¿sabes bailar? —preguntó Lesley, una vez que tuvo la atención de Serena.
—¿Bailar? Oh, te refieres a bailar con una pareja.
—Por supuesto.
—Oh, sí. En la escuela de señoritas se enseña a las jóvenes a bailar. ¿Por qué me lo preguntan?
Las tres se miraron una con la otra, y rieron entre ellas. Algo que Serena no logró comprender del todo, y observó con semblante confundido a las tres hermanas.
—Queremos que nos enseñes a bailar —dijo finalmente Lesley.
—¿Yo? Pero… yo no soy una experta en los baile de salón; quizás alguien más adecuado para el trabajo sería lo…
—No, no, no —le interrumpió Lesley—. Quisiéramos empezar desde ahora. No hay tiempo para que venga un profesor de baile a enseñarnos.
—¡Sí! —dijo también Emma, apoyando la decisión de su hermana.
—Además, Nathan jamás contrataría un profesor de baile ahora, y mucho menos luego de lo que fue la cena de anoche con su futura esposa, y su futura suegra.
¡Esposa! Esas palabras sonaron muy fuertes en el oído de Serena, y la dejaron un tanto melancólica. Pero ahora, ¿por qué llegarse a sentirse así? No lo comprendía.
—Sí, Wolf logró que lady Guinness se bañe completamente con sopa de brócolis —comentó Claire, que se veía divertida por lo acontecido esa noche.
—Así que queremos que tú nos enseñes a bailar —terminó Lesley, junto con una sonrisa.
—¡Sí! —dijeron ambas hermanas al undécimo.
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El amor de una institutriz.
Historical Fiction(ESTA HISTORIA SE ENCUENTRA EN EDICIÓN) Nathaniel McLaren, conde McLaren de Woking, es miembro de una numerosa familia. El sueño de su madre es verlos a todos sus hijos casados con su verdadero amor, pero una de sus hermanas, Maggie, se estaba qued...