Al siguiente día, Nathaniel se encontraba frente a la puerta de la casa del duque. Tenía dolor de cabeza y sus ojos estaban exhaustos, no había podido dormir nada por la noche a causa de sus pensamientos, sobre aquella noticia que se dio a conocer en aquel diario nada favorecedor para él. Sus pensamientos estaban hechos un lío, lo único que le quedaba por hacer era fingir que realmente él estaba interesado en lady Katherine. Fingir amor sería tarea sencilla, aquel diario se equivocaría y él se lo demostraría a la sociedad. Pero ahora allí parado frente a la casa del duque, le entraba nervios e intriga al no saber qué le estaba esperando allí adentro. No sabía sí en realidad lady Bathwick ya se había enterado de aquella noticia que titulaba su nombre en grande. Él esperaba encarecidamente que no.
Llevaba un gran ramo de jazmines en la mano, aunque debía confesar que no tenía ni idea de cuáles eran las flores favoritas de lady Katherine. Nunca se lo había preguntado, o quizás ella ya sé lo había dicho antes, pero él no le había prestado atención. Siempre lo hacía, nunca prestaba realmente atención a lo que decían las demás personas, solamente quería escuchar a alguien hablar y él sabía perfectamente a quién se refería: Serena.
La había pensado, claro que sí. No podía sacarla de su cabeza ni por un segundo aunque lo intentará. Anoche había sido muy duro con ella, quería finalmente poner fin a esos sentimientos, hacer que ella se diera cuenta la clase de hombre que era Nathaniel. Alguien horrendo, eso estaba claro. Solo así lograría que Serena se alejara poco a poco de él, quizás él también la terminaría olvidando al poco tiempo. Sería lo mejor…, o tal vez no.
Suspiró con fuerza para sí mismo, luego, elevó su mano y tocó la puerta que yacía frente a él. Esperó ser atendido por alguien, y de pronto, el mayordomo de la casa abrió aquella puerta.
—¿Sí? —preguntó el hombre con voz apagada.
—Buenos días. He venido por lady Katherine, soy el conde McLaren de Woking, Nathaniel McLaren.
—Mi señoría, por supuesto, ya le doy aviso de que usted ha venido en busca de ella —respondió el hombre, y se dio la vuelta con rapidez en busca de Katherine.
Nathaniel se acomodó su sombrero, aún seguía nervioso, esperaba encarecidamente que no lo recibiría lady Guinness. Pero cuando elevó la mirada, se encontró con lady Katherine bajando las escaleras. Tenía puesto un vestido mañanero de un color amarillo claro, su pelo lo llevaba suelto y lo adornaba con unas cintas largas del mismo color que su vestido, sus labios eran rojos como una manzana y sus cutis rosas como una flor. Debía admitir que la encontraba más hermosa que los días anteriores, quizás fuera una buena señal. Luego, vio que detrás de lady Katherine estaba el duque de Bathwick. Lord Bathwick.
A diferencia de su madre, él se encontraba serio, pero tranquilo. No mostraba ninguna emoción en su rostro al ver a su futuro hijo político frente a la puerta de su hogar.
Él tuvo que tragar saliva. No sabía cuál opción era la más desfavorable: que lo recibiera lady Guinness, o que lo hiciera el mismísimo duque. Ambos le sentaban de lo peor.
Lady Katherine giró a ver a su padre y se despidió de él con un pequeño beso en la mejilla.
—Ya me voy, padre. No te preocupes por mí, estaré bien.
—Sé que lo estarás, mi niña. —Deslizó su mirada hacia donde se situaba Nathaniel—. ¿Verdad, lord McLaren?
Él asintió antes sus palabras.
—Ciertamente, excelencia.
Katherine sonrió amablemente, y el duque suspiró antes de continuar:
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El amor de una institutriz.
Historical Fiction(ESTA HISTORIA SE ENCUENTRA EN EDICIÓN) Nathaniel McLaren, conde McLaren de Woking, es miembro de una numerosa familia. El sueño de su madre es verlos a todos sus hijos casados con su verdadero amor, pero una de sus hermanas, Maggie, se estaba qued...