Capítulo 9:

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Toda la familia se encontraba recogiendo todo lo que había caído de la cena, cuando el gran animal peludo saltó sobre la mesa e hizo que la fuente de sopa volcara en la cabeza de lady Bathwick, haciendo que ésta, se largara de la casa echando humos, y así, arruinando por completo la velada. Serena los ayudaba a recoger todo lo caído, mientras los McLaren no pudieron evitar recordar lo sucedido de recién y empezaron a comentar entre ellos lo ocurrido. Por su parte, el perro que había protagonizado la escena de recién, se encontraba sentado y moviendo la cola alegremente sin percatarse lo grave de la situación. Paul permanecía a su lado, tratando de explicar a su familia lo que había ocurrido; ya que parecía ser que Paul lo había recogido ese mismo día y lo había traído a su hogar a escondidas de Nathaniel, y los únicos que lo llegaban a saber eran los más pequeños de la familia y su madre. Él trataba de defender al perro, diciendo que él no lo había hecho a propósito, solo lo hizo porque tenía mucha hambre, ya que tal parece, lo que Paul le había ofrecido esa misma tarde no lo había satisfecho en su totalidad, haciendo que éste se soltara de su cuerda y buscará más alimento. Para su mala suerte, justo tuvo que ir a parar en el plato de lady Bathwick, en donde había metido su gran narizota. 

Nathaniel entró al salón en grandes zancadas aceleradas. Se lo notaba enfadado y a punto de explotar de furia. Con la mirada buscó a Paul y a su gran perro. Paul al ver cómo se aproximaba su hermano hacía él, como sí quisiera llegar a estrangularlo con ambas manos. Con rapidez él se puso frente a su mascota, para así, poder defenderlo de su hermano rabioso. Tuvo que sacar la poca valentía que tenía para enfrentar a un Nathaniel furioso. 

—¡Quiero a ese maldito animal pulgoso fuera de la casa! 

—¡Claro que no! —respondió Paul en voz alta y disimulando un poco su miedo hacia Nathaniel. 

No se había notado para nada como su voz temblaba al enfrentarse a su hermano mayor. 

—¡Desde luego que lo harás! —gritó Nathaniel, lo que provocó que Paul cerrará los ojos con fuerza—. ¡Te recuerdo que yo doy las órdenes en esta casa! ¡Y cada orden que sé de, se debe cumplir quieras o no quieras! 

—Nathan, por favor, cálmate. —Le suplicó su madre, acercándose por su espalda, para apaciguar un poco el temperamento malhumorado de su hijo mayor—. No le grites tanto a Paul, no fue su culpa, ni tampoco la del animal, solo que… 

—¡¿Qué?! ¿Es que acaso no acabas de ver lo que sucedió, madre? De nuevo fuimos el escándalo de la semana, los de la alta sociedad nos tienen en su mira. A cada error que cometemos, los muy desgraciados se atreven a hablar sobre nosotros. ¡Cómo si fuéramos un estúpido circo para entretener! 

Su madre frunció el ceño sintiéndose confundida. Dio un paso hacia atrás. 

—¿A qué te refieres con eso, Nathan? ¿Por qué hablarían de nosotros? 

—Porque un maldito periódico está dedicándonos segmentos todos los días, a cada segundo, con cada escándalo nuevo que protagonizamos los McLaren —rió irónicamente, mientras hizo chocar ambas manos contra sus muslos con un gesto fastidioso—. ¿Acaso no lo ves, madre? Se divierten a costillas nuestras. 

Su madre arrugó su frente de manera apenada, lo que provocó que mirara hacia un costado. 

—Eso es muy cruel, ¿quién se atrevería a escribir sobre nosotros? 

Nathaniel se encogió de hombros. 

—No lo sé… Pero lo que sí sé es que podemos cambiar. Debemos cambiar la manera en la que nos comportamos. Esto no está para nada bien, que actuemos como unos primitivos no está bien visto. 

—¿A quién realmente le interesa lo que piense la sociedad sobre nosotros? 

Nathaniel volteó a ver a Phil, que se encontraba recostado sobre la pared de brazos cruzados. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora