Capítulo 22:

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Habían pasado siete días desde que Serena había decidido terminar con los cortejos del buen y estimable lord Grantham. Poco faltó para que ella se enterara de que él se había marchado de la ciudad, aquella misma mañana del siguiente día del que ella había rechazado su propuesta de matrimonio. Una noticia que sin dudas, la había dejado con un aire triste y melancólico, pero no sabía el porqué realmente. Ella nunca había considerado a lord Grantham como el hombre al que ella pudiera llegar a amar, pero sí encontró en él una grata compañía, y quizás, hasta amistad. Se había dado cuenta de que él se había convertido más en un sincero amigo que en un pretendiente. Y como buena amiga que era, deseaba enormemente que Richard encontrará muy pronto a su media naranja. Sin dudas, Serena sería la primera persona en sentirse regocijada y encantada por él, porque en su corazón sentía que ninguna persona merecía ser más feliz que Richard. Él lo merecía como cualquier otro. 

Por otra parte, estaba Nathaniel que también se había informado sobre la partida de Richard y se lo había tomado con mucha sorpresa. No fue tarea difícil que esa noticia traspasara las paredes y llegará a sus oídos. Por todos los rincones, escondites o pasillos de Londres se decía que el joven barón de Grantham había regresado al campo, y sin el éxito de haber conseguido una buena esposa. Que era el anhelo más grande que tenía el barón cuando recién había llegado a la ruidosa y espaciosa Londres. Nathaniel comprendió entonces, que Serena había rechazado al pobre hombre, lo que quería darle a entender que era su oportunidad de pelear finalmente por ella. 

Pero, ¡oh por Dios que la mente de Nathaniel era terca! 

Sus dudas aún lo rondaban a todas horas. No estaba del todo seguro de querer ser el cotilleo de meses, o quizás años, de toda la sociedad londinense en enterarse de que el flamante conde de Warrington, Lord McLaren, había abandonado a lady Katherine para desposar a la institutriz de sus hermanas. 

Lo podía imaginar, su nombre sonando en cada evento, en cada baile, en cada reunión para gozar de un buen té, y de paso, de un buen cotilleo. Estaba harto de ser el centro de atención de la aristocracia inglesa. 

¿Desde cuándo los McLaren eran la atención y el entrenamiento de toda Londres? 

La respuesta era clara como el agua, aquel infernal diario que se la pasaba destinando segmentos a él y al resto de sus hermanos; era el principal y único responsable de toda esa atención dirigida hacia su familia. 

Mientras los días iban pasando, Nathaniel y Serena se cruzaban en los pasillos de la casa. Ella cada vez que pasaba a su lado, bajaba la cabeza, pero igualmente, lo saludaba con cordialidad y amabilidad, algo característico en ella, pero eso sí, no sé animaba a mirarla a los ojos. 

En los desayunos ella no bajaba a desayunar como antes. Siempre se escapaba con una que otra excusa, que Nathaniel, debía ser necio para no percatarse que era una cruda mentira inventada exclusivamente para evitarlo a toda costa. Pero las cenas ya eran diferentes, ella no podía evitarlas, ya que su madre exclusivamente la invitaba a bajar y Serena no podía negarse a la amabilidad y generosidad que le ofrecía Kerry a la hora de cenar junto con la familia. Cuando ella se encontraba en la mesa, él no podía evitar deslizar su mirada en ella, o querer captar su atención con algún que otro comentario o gesto que la haga mirar hacia donde él estaba ubicado, pero ella nunca deslizaba sus ojos azules sobre él, siempre los mantenía puestos en Lesley, o a su plato, pero nunca en él. 

Por su parte, Maggie siempre observaba a Nathaniel durante la cana, también sus demás hermanas menores, como dándole a entender que: ¿cuándo será el miserable día que abandones todo lo correcto y vayas tras ella? 

Sus rostros gritaban: IMBÉCIL. 

Y Nathaniel solo pensaba: Bien, ahora Lesley, Emma y Claire también están al tanto de la situación. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora