Durante lo que duró la celebración por el cumpleaños de lady McLaren, habían servido un gran banquete y la familia entera sé la pasó hablando animadamente junto con risas y más risas, cada hermano lo estaba pasando fenomenal y su madre, lo disfrutaba tanto al ver a todos sus hijos reunidos; le traían recuerdos de cuando aún su esposo estaba con vida.
Serena por su parte, se había sentido incluida en aquella reunión familiar, aunque en el fondo de su ser, ella sabía perfectamente que esa no era su familia, pero al estar reunida con todos ellos, la hacían llegar a sentir tan apreciada y tan querida que no podía evitar sentirse acogida en aquel hogar; ante aquella gran familia tan desconocida para ella. Podía ver en ellos un gran amor y una gran confianza que llegaba a sentirse única.
Serena se hubiera sentido mucho más feliz sí no hubiera ocurrido lo de recién con lord McLaren, su gran amor imposible. Ella de vez en cuando, lo miraba de reojo y sentía sus ojos clavados en ella, él la buscaba constantemente con la mirada y Serena lo sabía. Pero ella quería volver a ser solo la institutriz de la casa, se había apartado tanto de ese rol hasta el punto de haber empezado a fantasear un romance con Nathaniel. Él tenía razón, ambos debían mantenerse alejados, sería bueno para ambos, ya que él era un hombre comprometido con una dama, y Serena era una mujer que estaba allí únicamente y exclusivamente por trabajo; y siempre fue así. Serena se desvivía por el trabajo, desde a muy temprana edad, ni siquiera pensaba en algún día verse casada con alguien, en lo único en que podía llegar a pensar era en el día de su retiro como institutriz, quería llegar a juntar una cantidad aceptable de dinero y con eso, poder comprarse una pequeña casa en el campo, alejado de la inmensa Londres ruidosa; ese era su único anhelo y deseo en la vida. Nunca antes había pensado en tener una familia o ser amada por alguien, siempre estuvo sola ante el mundo, ¿por qué no estarlo así siempre? Después de todo, ella ya estaba acostumbrada a la soledad. La soledad ya era parte de su vida, pero a veces tanta soledad dolía. En las frías y largas noches que le invadía la nostalgia, ella solamente trataba de recordar la imagen casi borrosa de sus padres, siempre trataba de recordarlos para que sus rostros no se le borraran de su cabeza, ya que el recuerdo débil de sus padres, era lo único que llegaba a calmarla. Y desde ahora, cuando sintiera ganas de sentirse amada, solamente pensaría en lord McLaren y en los besos que él le había dado, que aunque fueron dos, ella sintió que fueron totalmente sinceros.
Serena suspiró dentro suyo y volvió a buscar la mirada del conde, ella sabía que él la buscaba con la mirada, y eso estaba más que claro; quizás ella también buscaba su mirada. Pero de inmediato, tuvo que desviar de vuelta su mirada lejos de la de él, al darse cuenta de que él la estaba observando. Nathaniel se encontraba hablando con sus dos hermanos; Emile y Phil, pero sus ojos la buscaban incesantemente también a ella. Serena pensó, ¿por qué lo hacía? No fue acaso él mismo, el que le había dicho que ambos deberían de mantener cierta distancia, una distancia de jefe y empleada; además, sus palabras fueron duras y directas, habían lastimado su débil corazón. Serena se encontraba triste por aquello; tal vez, pensó, ella debía buscar un nuevo trabajo en una nueva casa, pero solo de pensar en abandonar a aquella familia tan divertida y tan amorosa le sería un trabajo complicado. Ella se había encariñado demasiado con cada uno de ellos, y en especial con el conde McLaren de Woking: lord McLaren.
Habían pasado ya varios días desde que Serena y Nathaniel se habían dejado de hablar; desde entonces, ambos se habían mantenido distanciados el uno del otro. Serena solamente se concentró en dar sus clases y lecciones a Lesley, Emma y Claire, y durante la cena, ella se excusaba con alguna excusa tonta e inventada, nada más para así, poder volver a su habitación y no cenar junto con la familia como lo hacía habitualmente. Esto lo hacía con el único propósito de no encontrarse con Nathaniel en la mesa. Ella decía que el padre del orfanato donde ella había crecido, le enviaba cartas, y ella quería responderlas todas, pero claramente a ella, nadie le escribía ni una sola carta; ni siquiera creía que alguien se recordaba de ella. Serena en su cuarto, solamente se limitaba a sentarse, y a pensar en lo que haría en su lejano futuro. Estaba cansada, pero tratar de esquivar la mirada del conde lo haría aún más. Lesley quizás la comprendía y la dejaba subir a su cuarto más temprano de lo indicado; quizás ella veía que algo había cambiado dentro de Serena. Algo la había distanciado de ellos.
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El amor de una institutriz.
Historical Fiction(ESTA HISTORIA SE ENCUENTRA EN EDICIÓN) Nathaniel McLaren, conde McLaren de Woking, es miembro de una numerosa familia. El sueño de su madre es verlos a todos sus hijos casados con su verdadero amor, pero una de sus hermanas, Maggie, se estaba qued...