—¡Mamá! —gritó Lesley McLaren—. Paul no deja de hacer ese ruido tan molesto con la boca —lo acusó, señalando a su hermano Paul, con el dedo índice.
Paul, que se hallaba detrás de su hermana Lesley mientras permanecía recostado sobre la pared de la entrada de la casa, realizaba con su lengua unos chasquidos considerablemente irritantes cerca de la oreja de Lesley, para así, provocar aún más el enfado de su hermana. Sin embargo, al escuchar como su hermana Lesley lo había acusado con su madre, él de inmediato salió hacia su defensa.
—¡Eso no es cierto! —Se dirigió con mucha prisa hacia su madre—. Todo lo que te diga Lesley son mentiras. Ella es una niña mentirosa.
—Desde luego que no lo soy —se defendió Lesley—. Mi mayor virtud es siempre decir la verdad.
—¡Bobadas!
Exclamó Paul mientras volvía a recostarse sobre la pared de una manera despreocupada, con ambas manos escabullidas dentro de sus bolsillos, y volvía a emitir esos sonidos con la lengua que tanto llegaban a fastidiar a Lesley. Por su parte, Lesley, mucho más enfurecida y airada, se dio la vuelta en donde se encontraba su madre tratando de ignorar todo aquel pleito, y gritó con mucha más fuerza.
—¡Mamáááááááááá!
Su madre al oír por décima vez (o más), las quejas de su hija, cerró los ojos con cierto cansancio y empezó a masajearse las sienes con sus dedos largos.
Esa misma mañana, la familia McLaren se encontraba reunida cerca de la entrada de la casa. Tenían planeado ir de visita a la casa de su tía Judith debido a que no lo estaba pasando muy bien de salud. Sin embargo, era tarea complicada mantener a toda la familia calmada y sosegada cuando se hallaban todos reunidos en el mismo salón. La razón de su demora era la espera del hermano mayor, Nathaniel, conde McLaren de Woking, que tenía que bajar por las escaleras, para así, poder despedirse de su madre y hermanos y desearles un relajado y pacífico viaje (una misión considerablemente dificultosa para la familia McLaren), puesto que sería el único de los hermanos que no viajaría para visitar a su tía indispuesta, debido a que él era un conde y, también cabeza de la familia, y el trabajo siempre estaba acumulado para una persona ocupada como lo era él. Además, iba a aprovechar el momento de la ausencia de su familia para poder trabajar con mucha más tranquilidad y sin ningún tipo de molestia. Los momentos de paz y silencio eran sagrados para el conde.
La condesa viuda, Kerry McLaren, suspiró con fuerza y agotamiento al no ver a su hijo Nathaniel bajar por las escaleras todavía. Dejar tanto tiempo juntos a sus hijos muchas veces se podía llegar a convertir en pequeños pleitos surgidos por cualquier tontería innecesaria. Aquel día, lady McLaren no quería que se produjeran ningún tipo de problemas; no estaba de buen humor para poder tolerarlos. Sus hijos lograban cansarla, y hasta, agotarla física y mentalmente.
—¿Dónde carambas se ha metido tu hermano? —preguntó con voz furiosa a Phil, otro de sus hijos.
Phil, que se hallaba leyendo un libro de lo más tranquilo y relajado con una mano metida en su bolsillo y la otra sosteniendo el libro, levantó la mirada del tomo y se encogió de hombros ante la pregunta de su madre.
—Quizá se haya quedado dormido. Anoche escuché que bebió un poco al salir. Debió haber estado en un club o algo parecido.
Al oír la respuesta de su hijo, lady McLaren lo observó con semblante atemorizado.
—Imposible. Nathaniel no tiene esos malos hábitos.
Phil al escucharlo, puso los ojos en blanco con gesto irónico.
—Cielos, madre, tu hijo no es ningún santo de devoción —murmuró por lo bajo y volvió a concentrarse en su lectura.
Por su parte, lady McLaren, que ya estaba cansada de esperar, deslizó su mirada hacia arriba en busca de la presencia de su hijo mayor, sin embargo, continuaba sin haber rastro aún de Nathaniel. Al seguir escuchando como se peleaban Lesley y Paul a sus espaldas, se giró hacia ellos y frunció el ceño con fuerza, fulminando a ambos con la mirada más terrorífica que pudo haber mostrado.
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El amor de una institutriz.
Ficción histórica(ESTA HISTORIA SE ENCUENTRA EN EDICIÓN) Nathaniel McLaren, conde McLaren de Woking, es miembro de una numerosa familia. El sueño de su madre es verlos a todos sus hijos casados con su verdadero amor, pero una de sus hermanas, Maggie, se estaba qued...