El amor de una institutriz.

Capítulo 7:

Nathaniel se encontraba en la sala de espera de la casa del duque de Bathwick. Había venido para poder encontrarse con lady Katherine y sus padres, y así poder llegar a tener una charla con ellos sobre sus deseos por querer empezar a cortejar a su única hija. 

Debía admitir que se hallaba bastante nervioso de lo habitual, y no era como si nunca se hubiera reunido con hombres en alguna que otra reunión, organizada en algunos clubes para caballeros, y no hubiera tenido charlas con ellos durante horas y horas. Pero jamás, nunca, Nathaniel se le había cruzado por la cabeza, que algún día se estaría reuniendo en una sala para hablar sobre temas que tengan que ver con el matrimonio. 

Nathaniel movía una de sus piernas frenéticamente, como si quisiera acudir al baño. Miraba cada tanto el reloj colgado en la sala de espera, y apretaba con fuerza su bastón, hasta llegar a poner la palma de su mano en blanco, mientras esperaba a que el duque se presentará en la sala. 

Estaba claro que se encontraba algo inquieto con respecto a la cuestión del matrimonio, pues no era un tema sencillo para tratar, se dijo así mismo para poder serenarse, al menos, un poco. 

Si continuaba así de nervioso, no iba a poder expresarle al duque sus intenciones con su hija. 

Finalmente, el duque se hizo presente en la habitación. Nathaniel levantó la cabeza y prontamente se puso de pie. El duque lo empezó a escudriñar de pie a cabeza en silencio, y con una mirada crítica. Estaba claro que su visita no era tan grata ante sus ojos. 

<<Quizás ya se habrá enterado de sus intenciones>>, pensó Nathaniel. 

Pero era más que evidente que Nathaniel no sé encontraría en la mansión del duque, por el simple hecho de querer tomar el té con él, y de paso, comer algunas galletas. Era obvio que su presencia allí en la mansión del duque esa misma mañana, era para poder expresar el deseo de querer casarse con lady Katherine.

El duque continuaba mirando a Nathaniel con una sombría, seria, dura, e impasible mirada. No mostraba ni una pizca de gentileza en sus ojos. 

—Buenos días, excelencia. —Tuvo que empezar a decir Nathaniel, o de nuevo, tiraría por la ventana la poca valentía que había recaudado antes de llegar a entrar a esa habitación. 

—Buenos días, lord McLaren, conde McLaren de Woking. Para ser sincero con usted, nunca se me había cruzado por la cabeza verlo sentado en la sala de mi hogar en busca de mi persona. 

Nathaniel sonrió con una sonrisa extraña, y llena de incomodidad. El duque lo presentía y entrecerró los ojos lentamente. 

Tuvo que aclararse la garganta tosiendo mínimamente. Con rapidez asintió ante las palabras del hombre, para no dejar en evidencia su debilidad por hablar del matrimonio frente al duque. 

—Para ser parejo, excelencia, yo tampoco lo había pensado. 

El duque volvió a entrecerrar los ojos y Nathaniel volvió a tragar saliva, muy nervioso. Estaba a punto su frente de llenarse de sudor. Por suerte el día no estaba tan caluroso; aunque para él, ya era un clima bastante complicado. El clima de lidiar con la mirada exigente del duque de Bathwick. 

Bien, sí, a Nathaniel le había quedado más que claro que para nada, le llegaba a caer bien a lord Bathwick; de eso, ya estaba más que seguro. 

El duque caminó unos pasos, hasta situarse cerca del sofá color verde manzana, en donde primeramente, estaba sentado Nathaniel, antes de que el duque se hiciera presente en la sala. 

Lord Bathwick le hizo una leve señal a Nathaniel, para que éste de nuevo, tomará asiento en el sofá junto a él. Nathaniel se lo agradeció de inmediato y tomó asiento, no sin antes ver que el duque tomara asiento antes que él lo hiciera, pero lord Bathwick no lo hizo, al menos, no en el mismo sillón en donde el duque pretendía que Nathaniel se sentara. El hombre no se sentó a su lado, más bien, se sentó en el sillón de al lado.