Capítulo 11:

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Mientras Serena seguía fuera de la residencia de los McLaren. Nathaniel había bajado a encontrarse con sus hermanos más pequeños que se hallaban en el patio trasero de su hogar. Paul se encontraba jugando junto con su perro Wolf, mientras que sus tres hermanas, Lesley, Emma y Claire, tomaban el té y charlaban sobre temas que Nathaniel no entendía del todo; en simples palabras, temas de mujeres. Sus hermanos al verlo salir por la puerta trasera hacia el patio de afuera, giraron sus cabezas para verlo aún mejor y se quedaron en completo silencio. 

Él al ver la reacción sorprendida e intrigada de sus hermanos, se acercó primeramente a Paul. Paul al verlo acercándose a él, se aferró a su perro Wolf. Pensaba que Nathaniel venía a separarlo de él. 

—¡No permitiré que te lleves a Wolf! ¡Él es mi amigo! 

Y el conde se sorprendió brevemente al oírlo. 

—No tenía la intención de hacerlo —respondió un tanto molesto. 

Paul al escucharlo frunció su ceño, confundido. 

—¿Y entonces? 

Nathaniel acomodó su traje y puso la espalda rígida antes de responder: 

—He decidido que puedes quedarte con el perro. —Su hermano esbozó una gran sonrisa al oírlo—. Con la condición de que lo cuides para que no llegue a causar problemas a los invitados o a los criados. 

—¡Te lo prometo! 

—Más te vale que así sea. 

Paul giró a ver a su perro y empezó a acariciarlo con mucha alegría. 

—¿Escuchaste eso, Wolf? Podrás quedarte con nosotros.

Wolf, el perro, ladró en respuesta a las caricias y palabras dadas por Paul, como sí el propio animal se diera cuenta de lo que había sucedido. Nathaniel al ver a Paul concentrado con su mascota, se dio media vuelta y dirigió su mirada hacia sus tres hermanas que estaban murmurando por lo bajo entre ellas. 

—Y ustedes tres, ¿qué se traen entre manos? 

Lesley con cara de inocencia, respondió: 

—Nada, hermano, ¿cómo puedes suponer eso? 

Al percatarse del tono de voz que utilizó Lesley, Nathaniel entrecerró los ojos con inquietud. 

—No puedo creer en eso viniendo de ustedes tres. 

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Emma, fingiendo ofensa. 

—Me refiero a que las tres serían las más grandes chismosas de toda Londres sí mi madre lo permitiera. 

—Puede que tengas razón —esbozó una sonrisa Claire.  

—Lo tengo. 

—Bien, ¿quieres saberlo sí o no? —preguntó Lesley.

—Las escucho… 

—Bien, como bien sabes, se acerca el cumpleaños de mamá y como en todas las fechas siempre le organizamos una pequeña obra de teatro. Este año hemos pensado y decidido entre las tres que queremos que la obra se trate sobre el cuento de Blancanieves, pero para eso, necesitamos un príncipe y pensamos que tú eres el indicado para dicho papel. 

—Claro que no —respondió él, en seco. 

El semblante de Lesley se angustió al oírlo. 

—¿No?

—Me niego rotundamente a actuar en su obra de teatro, mejor busquen a otra persona. 

—Pero… 

—Ya lo he decidido, no tengo tiempo para eso. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora