Capítulo 12:

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Ya por la noche, se había desatado una terrible tormenta en la ciudad, acompañado con truenos, rayos y fuertes vientos, lo que ocasionó que Serena, se levantara de la cama en repetidas ocasiones. Esa misma noche, ella había cerrado los ojos repetidas veces, con intención de dormir, pero no había logrado conciliar con el sueño, debido a que, sus pensamientos, solo estaba inundado por su gran amor imposible; lord McLaren, y su no casi beso. Un beso que no fue, pero que ella había deseado y anhelado con todo su ser casi todas las noches desde que había conocido a lord McLaren. 

De pronto, un trueno la había alertado y despertado de sus fantasías con lord McLaren. A Serena, siempre las tormentas le parecieron tan aterradoras y espantosas, muchas noches en donde se había desatado un diluvio torrencial, no había logrado pegar el ojo a causa de los rayos y truenos que venían con la tormenta. Las tormentas eran su mayor temor, solamente abrazar a su pequeña muñeca de trapo, lograba llegar a tranquilizarla un poco, para así, volver a poder conciliar con el sueño y olvidarse finalmente de las tormentas. Serena buscó su muñeca entre sus bolsillos de su vestido, y luego bajo su almohada, pero no logró encontrar por ningún lado a su preciada muñeca, lo que provocó que ella saltará de un brinco de su cama. Su cara se llenó de espanto al no ver a su muñeca en su cuarto.

¿¡Dónde se había metido su muñeca?! 

No lo lograba encontrar por ningún rincón de la habitación, ni por los estantes de libros, ni por debajo de la cama, su desesperación iba incrementando segundo a segundo, la alteración se vio reflejada en su rostro pálido, buscó en cada parte de su habitación, pero no logró hallar nada. Pensó entonces, que quizás, su muñeca se le pudo haber caído en la sala grande, donde esa tarde, estuvieron ensayando la obra de teatro, o puede que, se haya caído en la cocina, en donde ella había cenado horas atrás, antes de venir a encerrarse en su habitación. 

¡Oh, dios mío!, pensó con desesperación, ¿y sí alguien lo hubiera encontrado ya? Eso no lo puede permitir. 

Obligada por la necesidad de querer recuperar lo que era tan valioso para ella, no solo por ser su compañía, sino que también, porque era el único recuerdo que le quedaba de sus padres, salió de su habitación con desespero, en dirección a la cocina, a lo mejor se encuentre allí, aunque Serena deseaba tanto que se encontrara allí su muñeca, también suplicaba que nadie aún la haya encontrado. Tragó saliva antes de llegar a la cocina, y pidió al creador, que nadie de la familia ni de los criados, estuviera deambulando por la cocina, en donde ella estaría buscando a su muñeca. Sabía perfectamente que ya era muy tarde para que algún empleado, o criado, o sea quien sea, estuviera despierto tan tarde paseándose en la cocina, todos deberían estar en sus habitaciones durmiendo plácidamente, claro, sí la tormenta lograba hacerlo. 

Al llegar a la cocina, Serena empezó a buscar por cada rincón también, memorizando en donde ella había caminado esta misma tarde, pero no lo hallaba por ningún lado, y eso, estaba haciendo que se comenzará a perder la paciencia poco a poco. Volvió a buscar en el lugar que ya había recorrido, para ver si su vista le había jugado una mala pasada, pero su muñeca de trapo, en efecto, no aparecía.


Nathaniel, que muy tarde siempre iba a acostarse, esa noche se había quedado acomodando y revisando algunos papeles sobre el tema de las fincas que él tenía al mando. Últimamente, utilizaba la noche para poder trabajar y ponerse al día con sus papeles, ya que como conde y hombre de la casa, era su deber hacerse cargo de todo; y en especial, cuidar de su familia, pese a que el último ítem, aún no lo tenía del todo controlado. 

Luego, Nathaniel se levantó de su silla, y se dirigió camino a la cocina en busca de un poco de agua, el licor o el whisky no le apetecía cuando estaba a punto de ir a la cama, prefería algo más suave como lo era el agua, y saciar así su sed, pero al llegar a la puerta de la cocina, oyó suaves murmullos de alguien provenientes de dentro de la cocina, como si se estuviera quejando de algo en silencio. Nathaniel pensó en quién podría tratarse, quizás un empleado se quedó despierto, pensó. Abrió entonces la puerta y para su sorpresa, la que estaba en una esquina mirando el suelo detenidamente, era la señorita Serena. Su corazón paró de latir al verla en prendas de dormir, con su cabellera suelta, sin aquel velo que siempre llevaba consigo, se dejaba ver su oscuro y sedoso pelo castaño, dejando de esta manera, una imagen realmente maravillosa. Por un segundo creyó haber visto un ángel, pero eso solo era su imaginación. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora