22: Incomodidad (editado)

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Evan.

Sigo mirando la puerta por dónde hace unos minutos a salido Emily, procesando todo todavía. Porque ¿Cómo pasamos de estar bien, a estar discutiendo y de estar discutiendo a ella confesandome que yo le gustaba en menos de dos horas?

Duro ¿Eh?

Esto es una mierda, lo digo en serio, una completa mierda. Yo solo... Joder, Isabella solo estaba aquí para hacer el estúpido trabajos de ciencias que me comprometí hacer con ella y del cual ni siquiera me acordaba, sino fue hasta está mañana que ella me envió un mensaje preguntado con eso mismo.

Me pasó las manos por la cara resoplando, estoy confundido, muy confundido y lleno de culpa, fue culpa mía el que ella se alejara de mí, aunque en realidad la culpa es compartida porque ella pudo haberme dicho todo eso en su momento ¿No? Pero obvio, nunca lo iba a hacer, por culpa de esa inseguridad, sumándole el hecho que la mayoría de las veces solo me burlaba de ella por cualquier cosa.

Aunque ahora no tengo tiempo para pensar en eso. Solo puedo pensar en que, si yo no fuera sido tan estúpido como para darme cuanta, tal vez fuera evitado todo esto, si me fuera guardado mis estúpidos comentarios para mí, tal vez las cosas serían diferentes.

Idiota, soy un idiota.

Me golpeó levemente la frente con la palma de la mano repitiendome eso una y otra vez.

Recuerdo las dos lágrimas corriendo por sus mejilla y yo sin saber que hacer porque todo eso me agarró desprevenido. Joder, la hice llorar, joder.

Recuerdo todas las veces que hable con ella de chicas y las veces que ella me sonreía y decía que se alegrará de que haya conocido a alguien nuevo.

Las veces que me llegue a reír de sus lentes o su corte de cabello y las veces en las que ella reía comigo cada vez que yo hacía una broma sobre ella. Y ahora me doy cuánto de que estuvo todo muy mal, que no debía jugar tan a la ligera con eso, pero como era un chico con el cerebro de una nuez no lo hice y dejé que se alejara. 

Me siento como un imbécil, definitivamente el premio mayor para el imbécil del año es para mí.

No voy a contradecir eso.

—Debes de estar sintiéndote como un verdadero imbéciles —la voz de mi hermano suena desde la puerta de la habitación.

—¿Cuánto escuchaste? —pregunto directamente aunque conozco la respuesta y es: TODO.

—Lo suficientemente.

—Chismoso —lo acuso, quitándome la mano de la cara.

—¿Que vas a hacer? Porque vas a hacer algo ¿No? —pregunta interesado.

—Por ahora nada, está enojada conmigo —suspiro frunciendo los labios.

—Por supuesto y esta en todo su derecho de estarlo, sinceramente yo lo estaría.

—Gracias por los ánimos —ironizó con ganas de sacarlo de mi cuarto.

—Es que Evan, le dijiste que estaba celosa de la rubia fea y le confesarte que tú también lo estabas —enumera con los dedos—. Le preguntas que porque fue grosera con la rubia esa y, aparte cuando te confiesa que le gustabas no eres capas de inmutar palabra ¿Cómo quieres que esté?

Aprieto los labios porque tiene razón y eso me enoja. El condenado es muy maduro para la edad que tiene.

—¿Acaso no escuchaste lo que ella le digo Emily para que actuará así?

—No me quiso decir, dijo que no quería arruinar la imagen perfecta que tengo de Isabella —lo cual es mentira, porque Isabella ni siquiera me interesa, ni un poco.

Un curioso desastre [nueva versión] [Libro #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora