2: Nada de bromas (editado)

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Una semana después.

Emily Darson.

¿Por donde empezamo? Ah sí hoy por fin me han  quitaron las vendas de la mano.

Yupiiiiii.

Lo que es un alivio ya que mañana empiezo mi último año de instituto. He imagínense caminar por medio instituto con la venda en la mano, considerado que la mayoría de los estudiantes son un poco... Comunicativos.

Chismosos quiso decir.

En fin, fui al medico con mi madre, me quitaron la venda y me dijeron que mi muñeca ya estaba mejor así que... Ya tenía mis dos manitas buenas, y ahora tengo que hacer mis deberes en la casa.

Y como te gusta tanto.

Ahora estoy sentada en mi ventana viendo por esta, hacía la calle aunque no haya nada que ver en realidad, sólo las casas y la calle vacía y es aburrido.

Siento vibrar mi teléfono en el bolsillo tracero de mis vaqueros y lo saco para ver quién es, y es Andrea,  mi mejor amiga.

Descuelgo y me lo llevo al oído.

— ¡Emiii! ¡holaaa! —grita como loca.

—Holaaa Andrea, no grites.

— ¡No estoy gritando! —me dice gritando.

—Claro que si estás gritando.

—¡Vale creo que sí estoy gritando!

—Bueno calmate, creo que está vez comiste mucho chocolate —le digo sonriendo aunque se que no puede verme.

—Bueno, tal ves, hace un rato me estaba comiendo un trozo de pastel y aparte estoy emocionada.

—¿Por que estás emocionada? —me pregunto.

—¿Como que por qué? Mañana empiza el instituto, es nuestro último año ya casi universitarios y aparte vamos a poder hacerle más bromas a los profesores —me explica.

—Ya estás hablando como Isaac y no, nada de eso acuérdate de la última vez que hicimos una de nuestras bromas.

Escucho la carcajada que suelta al otro nada de la línea y me dice.

—Ay, ese día si que me reí —continúa riendo.

Veran les explico, el año pasado, le hicimos una broma a la profesora de matemáticas, y la broma consistía el poner un chinche en su silla y esperar a que se sentase y bueno todo salió bien y nos reímos durante gran parte del día por la expresión que puso la profesora al sentarse y pincharse el tracero con el chinche que le habíamos puesto.

Hasta que descubrieron que habíamos sido nosotros y llamaron a nuestros padres y nos castigaron, hasta ahí llegó la diversión.

Que divertido.

—Sí, fue gracioso hasta cierto punto —rio

—Sí, hasta que descubrieron que fuimos nosotros, te acuerda cuando Thomas estaba entrenando en fútbol y sin querer le pegó un pelotazo en la cara al entrenador, aunque sabemos que fue con toda la intención del mundo —se carcajea—. Tuvo suerte de que no lo suspendieran.

—Sí, y también...

—Espera pongo una videollamada para hablar también con los  chicos.

—Vale —espero con un momento y un segundo después aparece la videollamada.

Lo primero que veo en la radiante sonrisa de mi mejor amiga que saluda alegremente al otro lado de la pantalla, lo siguiente que veo es la frente y la cabellera castaña de Isaac.

Un curioso desastre [nueva versión] [Libro #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora