II

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Ao'nung sin volver a protestar

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Ao'nung sin volver a protestar. Acatando las órdenes de su padre. Se alejó del lugar. Al ser el próximo Olo'eyktan, había que escoger a su Tsahìk. Tenía que ser una mujer bondadosa. Sabia. Con un carisma elocuente. Una tarea muy importante que Ao'nung lo pensaba cumplir a toda costa. No tenía tiempo en enseñarles a esos Omatikaya como sobrevivir en sus aguas cristalinas.

Tsireya como el alma bondadosa que era, guía a la familia a su respectivo Marui. En el trayecto, los chicos no pudieron evitar saltar en el camino extenso de redes.

El lugar los tenía maravillados. Los Ilu se asomaron con curiosidad hacia los nuevos habitantes. Silbando con emoción, su cálida bienvenida fue salpicarlos.

Tsireya rio con suavidad – Le agradan –

Eso era algo bueno, algunos (si no la mayoría) Metkayina se distanciaban de ellos, creyendo en las palabras mordaces de su Tsahìk.

Estúpidos. Quiso gritarles Lo'ak.

Llegando a su destino. Tsireya se despide, recordando que el día de mañana iniciarían con lo práctico. Lo'ak devolviéndole el gesto antes que cualquier otro de sus familiares, muchos pares de ojos recaen sobre él.

– ¿Qué tal? Lindo, ¿no? – menciona Jake. Neytiri deja caer la manta. Todos giran a su dirección.

Tal vez el adaptarse, resultaría ser más difícil de lo que imaginaron minutos antes.

El anochecer resultó ser bellísimo.

Sentada en la orilla, fuera del Marui, Kiri sumergió sus pies dentro del agua que brillaba en varias tonalidades. Los Ilu bailaban entre ellos, entrelazando sus cuellos, sumergiéndose y saltando con gracia. Los peces se remolinaron alrededor de los pies de Kiri, dando vueltas sin detenerse.

– Amor, ¿Todo bien? – Jake se sienta junto a su hija.

– Es extraño – Kiri observa atenta el comportamiento de los peces – Desde que llegamos, siento algo diferente – Jake sin decir una sola palabra, la abraza. Kiri se recarga ligeramente en el hombro.

Por otro lado, Neteyam recorría un largo trayecto en dirección a las montañas. Encargado del bienestar de los Ikran, analizo la zona. Viéndose satisfecho, acaricio suavemente el pico de Kiliath. El lugar se veía cómodo. Un área segura.

– Vendré seguido – cada Ikran aleteo – Cuídalos Bob – el macho solamente se elevó en el cielo. Siendo seguido por el resto. Neteyam observo a Kiliath que aún seguía a su costado. Dándole una última caricia, se puso en marcha en regresar.

La Ikran lo siguió.

– No, Kiliath – Neteyam se detuvo, indicándole que tenía que ir con Bob. La fémina protestó cada palabra de su jinete, mordiéndole ligeramente las manos – No puedo creerlo. Siempre me haces caso –

Kiliath era una Ikran muy tranquila con Neteyam. Feroz en batalla, obediente al vínculo de su dueño. Era la primera vez que el joven presenciaba la terquees de esta.

Te veo. Te sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora