CAPÍTULO 4

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El círculo es una zona situada en el centro del submundo, muy cerca del palacio, una gran plaza circular decorada de mosaicos oscuros y grises que une varios caminos. Era sombrío, iluminado por la luz tenue que todo el submundo poseía. Las personas se reunían ahí, para ceremonias o solo por ser el punto puente de todas las zonas existentes.

Ese día el círculo estaba vacío, no había nadie más que un pequeño niño que no tenía más de 6 años. Sus ojos eran negros con un curioso brillo, su piel blanca, pero viva en calidez, y su cabellera lucía un tono marrón oscuro, como el lodo.

Poseía un físico bastante bueno, aunque el título a la apariencia brillante y atractiva parecía pertenecerle sin más, de por vida, a Asmodeo.

—Nisroch —lo llamó Asmodeo, consiguiendo su atención. Y se acercó a él rápidamente, empujándolo, provocando que se tambaleara un poco—. Nuestro querido príncipe nos honra nuevamente con su presencia.

Asmodeo sostuvo a Nisroch, jalándole de modo que ambos realizaran una leve reverencia hacia Miston, el cual permaneció serio presenciando esos juegos burlones.

—Eres un idiota —habló Nisroch.

Se separó de Asmodeo disgustado, evitando así que moviera su cuerpo como a un títere.

Nisroch provenía de una familia importante, pero por acciones de su padre quedó rebajada a miembros de una familia desacreditada. Un posible sirviente en el mundo humano.

—No seas aguafiestas —soltó Asmodeo divertido, ajeno a las quejas de Nisroch—. Bien, es hora de emprender nuestro camino.

Dicho esto, Asmodeo sin más empezó a alejarse hacia uno de los pasillos con gran confianza en la loca idea que tenía en mente.

Nisroch le observó unos segundos, siguiéndole sin queja alguna, curioso por la nueva locura que planeaba. Sus locuras, aunque estúpidas y peligrosas, también eran divertidas.

Miston les siguió resignado, en mayor parte disgustado de que esos dos niños fueran tan inmaduros como para hacer idioteces cada dos por tres. En las cuales siempre tenía que ayudarles para que no terminaran muertos en el más grave de los casos.

El camino transcurrió tranquilo y en silencio, Miston y Nisroch seguían a Asmodeo, quien continuaba confiado en su locura, como siempre.

—¿Qué planeas ahora exactamente? —preguntó Miston, consciente de que no sería nada bueno.

—Ya lo verás, Miston, sé paciente —respondió, con una sonrisa en el rostro.

Miston calló, dispuesto a hablar nuevamente, pero el sonido de pequeños pasos le interrumpió. Volteó hacia sus espaldas, pillando a su pequeño hermano, Ameimon, se encontraba siguiéndoles con sigilo, aunque no lo suficiente como para no alertarlo. Al verle, colocó una mueca disgustada.

—¿Qué se supone que haces aquí? —preguntó, alertando a los demás de la presencia del pequeño.

Nisroch no se sorprendió, estaba listo para ver la escena que presentía pasaría en esos momentos.

—Quiero ir contigo —respondió Ameimon.

Miston tensó su mueca, negándose a ser suave con la presencia del pequeño. Asmodeo sonrió divertido, con adoración a lo tierno que era ese niño.

—Vete, vamos, vuelve por donde viniste —le ordenó Miston, de forma seria y fría.

Al pequeño se le borró su sonrisa alegre, alargando una muequita triste por el trato indiferente. Asmodeo se quedó en silencio antes de acercarse a Ameimon para acariciar su cabello.

A raíz del odio [Ya a la venta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora