CAPÍTULO 20

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La oscuridad se encontraba en cada rincón, impidiéndole ver con claridad el techo, las mantas de su cama, o su cuerpo inmóvil sobre estas.

Todo estaba en un silencio tan profundo que podía escuchar sin esfuerzo el latir de su corazón. Creando un espacio donde sus pensamientos se extendían, y crecían sin ningún límite, buenos y malos, alegres y tristes. Tal vez por eso prefería estar dormido, sus pensamientos casi siempre quedaban expuestos al estar en ese estado.

Había permanecido despierto cuando logró separarse de Asmodeo (el cual había insistido en quedarse con él en su habitación [algo a lo que claramente se negó sin pensarlo]). Planeó hacer algo después de darle tantas vueltas a lo sucedido con Miston, algo muy loco donde se necesitaba que ya todos se encontraran dormidos. Esa era la razón por la que seguía despierto a tales horas, viendo la nada sobre él.

No se escuchaba ni un pequeño murmuro que diera indicios de alguien despierto. Era el momento perfecto para llevar a cabo su plan.

Con sigilo se levantó poco a poco de la cama, procurando no producir ni el más mínimo sonido al ponerse de pie, o al empezar a dar paso tras paso hacia la puerta, la cual veía levemente entre la penumbra. Tomó entre su mano la fría perilla antes de abrir, saliendo así al pasillo, más iluminado gracias a las antorchas flamantes.

Emprendió entonces un camino silencioso, dispuesto a realizar su pequeña locura sin reflexionar en qué podría salir mal, no le interesaban realmente las consecuencias.

El camino siguió tan solitario que por un momento podría parecer que estaba en una pesadilla, sin nadie a quien poder encontrar en esos pasillos interminables.

Su camino por los pasillos continuó silencioso, sin señales de alguien que pudiera verlo, seguramente cuando Miston despertara estaría más que furioso. Le aterraba la idea, pero en esos instantes su indiferencia era más grande, no le preocupaba que Miston llegara a insultarlo. La idea se le hacía ya normal, y en esos momentos tenía algo más importante en que pensar.

Si funcionaba su pequeño plan, tal vez ya no tuviera que aguantar a Miston por unos días. Claro, si es que no estaba demasiado molesto como para mantener su actitud madura.

Sus pasos cesaron al llegar al portal oscuro y pantanoso hacia el mundo humano, miró unos segundos la superficie acuosa en movimiento. Producía un curioso sonido de agua cayendo.

Permaneció inmóvil viendo de reojo el pasillo, asegurándose de que nadie lo siguiera o lo hubiera visto despierto a tales horas en esa zona.

Entró al portal confiando en que este lo llevaría sabiamente a su destino, leyendo sus pensamientos, conociendo el último lugar que Miston visitó en aquel día. El punto en donde se encontraba su hermano. Internándose así en una oscuridad profunda que empezó a desaparecer poco a poco. Cuando logró visualizar algo, frente a él se encontraba un extenso bosque, entre los árboles y arbustos se alcanzaba a visualizar una casa de madera.

Pudo sentir su presencia dentro de aquella casa, ahí se encontraba su hermano.

Al acercarse más pudo sentir una energía diferente, que no logró identificar por completo. Era una energía curiosa, a la cual dejó de prestarle atención en cuestión de segundos, estaba más concentrado en ver a su hermano y por fin saber cómo se encontraba después de la insolencia con la que Miston le había tratado por el simple hecho de querer saber algo que tenía el derecho de conocer.

Observó las ventanas de cristal, cubiertas por una cortina de tela blanca en el interior de la casa, a causa de eso se le hizo imposible visualizar la presencia de alguien al otro lado, pero no logró oler a ninguna persona cerca de la ventana, solo le quedaba confiar.

A raíz del odio [Ya a la venta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora