Sobre su lengua sintió el sabor metálico, llegando hasta a los más pequeños rincones de su boca. El polvo cosquilleó en sus pulmones, sobre su piel y raspó su garganta, desatando una tos seca. Su visión era borrosa. Se sentía débil, seguramente por la sustancia inyectada en su cuerpo. Entre más clara se volvía la imagen frente a él, las formas iban tomando sentido, estaba dentro de una inquietante jaula, los barrotes metálicos eran gruesos, con poco espacio entre sus cuerpos. No dejaban oportunidad a sacar más que su delgado brazo.
Un lugar extraño dentro de una habitación llena de armas desconocidas, casi idénticas a las portadas por el trío de humanos, y demás artefactos que no conocía para nada. Las paredes eran marrones, parecían moverse como si fueran una cortina siendo empujada por el aire, de algún tipo de tela opaca.
La luz del sol poco lograba filtrarse a través de la rugosa tela, el interior gobernado por sombras. Las voces de dos hombres llenaban el espacio, logró ver a estos en una mesa de madera cercana, parecían discutir sosteniendo unas curiosas cartas entre sus manos.
—Ya despertó —mencionó un hombre mayor barbudo al lado de la jaula.
Patea esta con fuerza, provocándole un sobresalto, soltó un pequeño chillido. Los barrotes de metal vibraron con violencia, casi como si amenazaran con romperse. Aun cuando no lo quisiera se sentía asustado, no sabía dónde se encontraba.
—Que llorón nos salió este.
Los otros dos, de apariencia más joven, giraron sus miradas a la jaula, encontrándolo despierto, temblando, y asustado por todo y todos. Uno de aquellos hombres se levantó de su asiento, joven e imponente, poseyendo una mirada tan fría que lo hizo sentir un escalofrío. El frío en su espalda aumentó con la cercanía de su duro rostro, en cuclillas, a poca distancia de los barrotes que funcionaban como escudo.
—¿Cuántos años le calculas? —preguntó, observando de reojo al otro hombre un poco más mayor.
Este poseía expresiones duras y una piel bronceada, a diferencia de sus compañeros.
El hombre no muy emocionado, movió su mirada de las cartas entre sus dedos a su rincón en la prisión metálica. En un intento de no sentir las miradas sobre él, se removió en su pequeño espacio, tomando asiento con los miembros entumidos.
"Tal vez podría romper el metal, salir corriendo antes de que tomen sus armas"
—Podría ser...diez años, es un niño aún —respondió seguro. Recostando su espalda en el respaldo de la silla y subiendo sus pies sobre la mesa, acompañado de un leve golpe pesado gracias a sus botas.
Polvo, y lodo fresco resbalaron de la sucia suela de sus botas, cayendo a la superficie de la mesa. El hombre frente a él sonrió, divertido y triunfante por el comentario de su compañero.
—Nos pagaran muy bien por él —opinó alargando su sonrisa.
"¿Pagar? ¿De qué está hablando?"
Su miedo aumentó con el rostro del hombre alejándose, de pie junto a él, se detuvo a observar con detenimiento el conjunto de armas, rozando con la punta de sus dedos la superficie de cada una de estas. La elección final fue un látigo de cuero. Se divertía, sonreía con el miedo que debía estar mostrando en su rostro, apreciando el jugueteo del látigo en sus manos, golpeteando el mango contra su palma. Una carcajada casi sale de su boca, el impacto del látigo contra el metal lo empujó a soltar un nuevo chillido.
—Por un segundo pensé que eras una niña, tienes toda la pinta de una —se burló, azotando la jaula como si fuera su entretenimiento molestar al demonio encerrado adentro.
Gruñía instintivamente, levantando sus brazos frente a él, preocupado de que el metal no soportara, arrinconándose en búsqueda de una salida. Sus manos fueron llevadas a los barrotes con intención de intentar romperlos, pero en el instante en el que su piel tocó la superficie cilíndrica, sintió un fuerte dolor, ardiente. Retrocedió alejando sus manos en puños temblorosos, acompañadas de leves espasmos, abrió sus palmas adoloridas frente a sus ojos. La piel blanca se encontraba rojiza, quemada a tal grado que partes de piel se desprendían del resto, dándole lugar a brotes de sangre. El dolor humedeció sus ojos.
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A raíz del odio [Ya a la venta ]
FantasyNació como un mestizo, en un mundo incierto y cruel, donde el mayor lema de su especie demoniaca es matar para vivir. Mientras la única enseñanza que recuerda de su madre es apreciar la vida de cualquier criatura. Simplemente es difícil encajar en...