CAPÍTULO 19

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Su mente quedó en blanco ante aquellas cinco palabras pronunciadas por su hermana, le pareció no comprender lo que quiso decir, no estaba seguro de haberlo escuchado o tal vez lo había olvidado en cuestión de segundos.

La mirada confundida de su hermana seguía fija en él, esperando alguna respuesta de su parte, una respuesta que no podía dar, no encontraba las palabras para poder pronunciarlas, hasta que al fin dijo lo primero que se le vino a la mente.

—¿Qué? —murmuró, aún intentando entender qué era lo que había dicho su hermana.

Kora le miró sin decir nada, como si ella ya no supiera cómo volver a pronunciar palabra. Su única respuesta fue quitarse de encima de él, situándose junto a la cama con la mirada perdida. Sin decir nada, él sentía en el ambiente lo apresurada que se sentía, lo choqueada que estaba y aun así desesperada por actuar.

—Encontramos a Wues —volvió a repetir. Esta vez lo escuchó fuerte y claro, pero no fue capaz de hablar. La mano de Kora tomó su muñeca con la misma urgencia que brillaba en sus ojos—. Vamos, tengo que hablar con Samael.

De inmediato lo entendió, Kora no sabía dónde estaba su hermano, el hermano que nunca conoció y buscó toda su vida. El único que debía saber esa información debía ser Miston, y no estaba seguro de que él fuera a revelar tal información. Pero Kora no se detuvo, ni siquiera tendría por qué, Miston la adoraba.

Su hermana, sin permitirle opinar, le arrastró con ella fuera de su habitación, caminando por los interminables pasillos en búsqueda del sitio en donde se encontraría Miston, no hacía falta que opinara, no había nada que tuviera para decir.

En todo el trayecto, entre pasillo y pasillo, su mente vagaba en pensamientos de interminables preguntas, ¿cómo se encontraría su hermano? ¿Cómo era posible que sobreviviera tanto tiempo entre los humanos? ¿Dónde habría estado todos esos años? ¿Tendría conocimiento de tener hermanos? ¿Qué tanto dolor habría pasado a causa del Vaticano?

Kora le guio hasta el interior de una sala en la que tenía prohibido entrar, ¿por su padre? Claro que no, Miston se lo prohibió. Tal sala era su lugar, donde se encargaba de sus tareas reales y quién sabe qué tanto papeleo innecesario. Como era de esperarse, los únicos con permiso de entrar eran Nisroch y Kora. Obviamente, él no podía, lo repudiaba. Algo que Kora debió recordar.

La habitación se encontraba en una penumbra únicamente iluminada por antorchas y velas. Sobre la gran mesa situada al fondo de la habitación se encontraban varios artefactos, eran extraños, no les encontraba forma en la penumbra. Debían ser importantes o valiosos, tal como las hojas de pergamino que forraban la superficie de madera. Lo único que logró ver claramente en la penumbra fue sus ojos, sus brillantes ojos púrpura que trasmitían un frío y severo disgusto.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó sin emoción alguna.

Su mirada lo pasó de largo, ignorando su presencia para dedicar su atención a Kora. Ella le miró sin hablar ni hacer nada más que acercarse a él, con lentos, pero firmes pasos, se acercó tanto como le fue posible.

—Quiero saber dónde está mi hermano —le respondió, siendo directa.

Más que una petición, se escuchó como una exigencia. Miston mantenía la misma firmeza, firmeza que a cualquiera podía parecerle respetable y amenazadora, pero por supuesto, Miston y Kora fueron criados por la misma mujer. Con seriedad pronunció su respuesta.

—Por el momento no puedo decírtelo, hay que esperar un poco más —respondió ganándose una mirada de completa incredulidad de parte de su hermana.

Podía ver cómo su expresión incrédula cambiaba por una mueca seca de leve disgusto, era seguro que esas palabras no le hicieron el menor chiste.

—Ya esperé 18 años, Samael —le impuso, como si eso fuera una razón suficiente para ignorar las precauciones, en lo personal él también lo creía suficiente.

A raíz del odio [Ya a la venta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora