CAPÍTULO 11 PARTE 1

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La oscuridad era infinita en su manto frío manchado de destellos blancos similares a copos de nieve. Parecía una cárcel donde su cuerpo no respondía, no podía sentirlo, pero seguía avanzando casi como si flotara en el vacío. Solo. Desde que su madre murió se quedó solo, con un vacío que nada llenaría.

Sintió tristeza al caer en cuenta de que la persona que más lo amaba le había dejado hacía tanto. Nadie además de su padre le quería, ni siquiera su propio hermano. Irónico era que aun con su trato, en el fondo sentía la necesidad de tenerlo cerca.

La oscuridad se rompió en una luz opaca, como si estuviera resurgiendo de un profundo sueño. Volvía a sentir su cuerpo, la calidez agradable del ambiente, e incluso el suave toque de la manta acariciando su mejilla.

Despertó sobre una cama junto a un cuerpo cálido que rozaba el suyo, dentro de una habitación no perteneciente a él. El escenario era muy familiar. Levantó la mirada por inercia, encontrándose con el rostro perteneciente a su acompañante. Su hermano le observaba de forma seria, tan cerca de su rostro que podía notar el color brillante de sus ojos, eran atrapantes ahora que su mirada no intimidaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó de manera calmada.

Unió todas las piezas, nuevamente estaba dentro de su habitación, invadiendo su espacio. Intentó alejarse antes de ser testigo de la molestia de Miston, su mirada fría, y crueles palabras, pero fue parado en seco. Su cuerpo fue rodeado por sus brazos, atrayéndolo al suyo, quedando unidos en contacto. Sintió a su aroma peculiar llegar a su nariz, un leve escalofrío recorrió su espalda ante el tacto de su respiración en su nuca.

Permaneció inmóvil sin saber lo que sucedía, no entendía cómo era posible sentir el tacto de un abrazo de parte de su hermano. La sensación de cariño llenó el vacío existente dentro de su pecho, se sentía agradable.

Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder evitarlo. No quería que aquello terminara.

Correspondió el abrazo con fuerza, aferrándose al deseo de permanecer así siempre.

Un fuerte ruido le despertó de su sueño.

La fría humedad interfería en su visión, deslizándose lentamente por sus mejillas, arrastrando el polvo. Las cadenas entonaron un canto desalentador con el movimiento de su cuerpo, arrastrando sus dimensiones metálicas, recordatorio de su arrebatada libertad. Todo fue un sueño, todo lo que había visto se trataba de una creación de su mente inconsciente. ¿En verdad pudo creer que Miston mostraría afecto por él? No sabía si llorar o reírse de su propia ingenuidad.

Un sonido chirriante acompañó a las puertas al ser abiertas, tragando la luz brillante del exterior como un agujero negro. Los blanquecinos rayos del sol lo cegaron momentáneamente, obligándolo a cubrir su rostro con la sombra de su brazo, observando entre su mirada entrecerrada una silueta de ropas oscuras engrandeciéndose con la cercanía. Fuera lo que fuera lo que corría por sus venas, no se había disipado, cada músculo de su cuerpo se negaba a moverse, aturdidos permanecieron inmóviles, sin reacción alguna a las manos del hombre cambiando sus cadenas por unas esposas gruesas a tal límite que pesaban. El dolor recorrió sus piernas cuando el hombre jaló las esposas, importándole poco si lograba colocarse de pie o caer en el intento, y consigo un gran mareo inundó su adolorida cabeza. Se sentía débil, no solo por la sustancia en su sistema, no había probado bocado desde el día anterior (Miston siempre se encargaba de llevarle su alimento cada mañana antes de despertar, o así era).

El hombre aun notando la situación no le importó, con mucha más fuerza lo arrastró hasta el borde de la caja metálica, donde no se molestó en ayudarle a bajar, fue más fácil para él empujarlo. La poca estabilidad que había mantenido se esfumó con el impacto de su mano sobre su espalda, cayendo así al duro suelo. El polvo a su alrededor se levantó en el aire, llenando su boca seca y raspando su garganta. Las pequeñas piedrecitas del suelo picaron su piel como si fueran espinas. El zumbido dentro de su cabeza empeoró, impidiéndole ser capaz de levantarse por sí mismo.

A raíz del odio [Ya a la venta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora