CAPÍTULO 24

10 1 0
                                    


El aburrimiento lo estaba matando. No había nada interesante.

Su hermano no lo dejaba tocar nada sin permiso después del incidente del día anterior.

¡Él no tenía la culpa! Esa cosa explotó sin explicación, estaba seguro de que se encontraba defectuosa.

Si no podía curiosear por la casa no le quedaba nada más.

Se decidió por recostarse en el sofá, de donde no se había movido en varias horas. Le pareció haber dormido en un par de ocasiones, pero eso no lograba entretenerle lo suficiente.

El sonido de la puerta llamó su atención, al girar la mirada se encontró con Wues. Wues estaba frente a la puerta, abriéndola con intenciones de salir a algún sitio, un sitio que despertó su curiosidad.

—¿A dónde vas? —preguntó curioso, levantándose un poco del sofá para poder verlo mejor.

Wues lo escuchó, girando a verle con un semblante tranquilo. Por fortuna no estaba molesto, aun con lo que sucedió el día anterior su serenidad no se fue a ningún lado.

—A mi padre no le agradará el desastre que hiciste ayer, iré por algunas cosas para intentar disimularlo un poco —le respondió.

Se preguntó si acompañar a su hermano sería buena idea, sabía que no sería tan aburrido como aquella casa y eso era lo único que debía saber para desear ir.

—¿Puedo ir? —se aventuró a preguntar, aunque le dijera que no, él iría sí o sí.

Su hermano guardó silencio, parando en seco sus movimientos. Aparentaba analizarlo con la mirada, retroalimentándose de las opciones y si era o no buena idea llevarlo consigo.

—Tal vez en otra ocasión —dijo en respuesta, sonriendo.

Con un bufido ofendido colocó una mueca inconforme. Él quería salir un rato a entretenerse, no quedarse toda una eternidad en esa casa solitaria. Pero no se quejó, no obedecería de todas maneras.

Su hermano esperó alguna respuesta o, mejor dicho, una queja de él, debió parecerle extraño no recibir ninguna. Mientras se reconfortaba en su cómodo sitio, de reojo veía la expresión de Wues, un poco confundida ante tal obediencia sin quejas. Pobre de él, debía conocerlo mejor.

Al final Wues decidió salir de la casa, no sin antes dedicarle una mirada de advertencia.

En cuanto cerró la puerta, él comenzó mentalmente a calcular cuánta distancia se alejaba cada minuto, asegurándose de que se alejara lo suficiente, tanto como fuera posible para salir sin ser visto. Sonrió al estar seguro de que no lograría verlo, levantándose entonces del sofá con una serenidad más alegre y menos aburrida. No fue nada difícil salir, la puerta no tenía ningún tipo de seguro.

Su hermano debía confiar mucho en que se quedaría quieto.

En el exterior había un pequeño patio, lleno de pasto verde y pequeñas flores. Al final de este se veía el concreto de la calle, y un camino que bajaba la colina en dirección al pequeño poblado que se extendía sobre sus faldas. Debía admitir que era un buen lugar para ocultarse, no era demasiado solitario ni tan concurrido. Era una simple casa en la colina de un pueblo de buen tamaño.

No se preocupó por mantenerse oculto en las sombras, era muy notable que en ese sitio no llamaría mucho la atención, además de que las personas parecían ser muy pocas para la cantidad de casas. El camino colina abajo fue tranquilo, no vio ninguna persona hasta llegar a las primeras casas del pueblo, e incluso así no había más que una que otra persona que no le prestaba la mayor atención. Era extraño, a cualquiera que se cruzara lo ignoraba completamente, a penas y le dedicaban alguna fugaz mirada desinteresada. Por lo visto, por ese rumbo las personas eran muy reservadas.

A raíz del odio [Ya a la venta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora