Se encontraba realizando su rutina diaria: espiando a Ameimon, que jugaba con su madre, oculto entre los matorrales.
—¿Sigues molesto? —murmuró Asmodeo por lo bajo, quien por lo visto llegó para fastidiar.
Solo le miró con una mueca, no le alegraba mucho su pequeña visita.
—¿Tú que crees? —le respondió, aún disgustado.
Las risas cercanas llamaron su atención y se percataron de que salían por la puerta. Ameimon sonreía con emoción dando saltitos alegres.
—¿A dónde van? —preguntó Asmodeo, curioso al apreciar cómo ambos se alejaban por un pasillo distante a su rutina.
Miston seguía con la mirada en la escena, conociendo muy bien el camino que tomaban.
—Irán a un bosque en el mundo humano —le respondió, sin prestarle mucha atención.
Cuando Perséfone y Ameimon se perdieron de vista, Miston se puso de pie sin tener más razones para ocultarse. Antes de que Asmodeo abriera la boca en negativa a la visita al mundo humano, emprendió su camino hacia la salida.
El brillo del sol iluminaba el bosque, resplandeciendo en las hojas verdes de los árboles que bailaban al ritmo de la brisa, arrastrando con ella el sonido de risitas provenientes de Ameimon.
Jugaban alrededor de las flores que brotaban del césped, en una pequeña zona despejada de árboles.
El ambiente era tranquilo, alegre junto a las risitas de ambos y la calidez de sentirse en casa. Estar rodeados de la naturaleza, la familia y antiguo hogar de su madre.
Aquella serenidad fue interrumpida repentinamente por pasos cercanos, apagando la sonrisa de su madre al igual que su alegre risa. Su mirada desconcertada buscó el origen en todos los rincones.
Entre la penumbra del bosque, a lo lejos logró verles; humanos vestidos con capuchas negras y colgantes plateados en sus cuellos, se acercaban sin apuros.
Aileen se quedó inmóvil al verles, llamando la atención de una inocente mirada que no entendía el porqué de su temor. Con sus ojos fijos en ellos tomó la mano del pequeño, guiándole para ocultarse detrás de su cuerpo.
—El niño es un demonio —murmuró uno de ellos, mirando fijamente al chiquillo oculto.
El miedo llegó a él y eso no mejoró cuando uno de los hombres desenfundó una enorme espada plateada.
Aileen retrocedió con lentitud, guardando la mayor distancia que le fuera posible, pensando en alguna forma de escapar sin poner en riesgo a su pequeño.
Los hombres continuaban acercándose cada vez más. Uno de ellos se detuvo en seco, colocando una expresión congelada en un miedo y dolor insoportables. Sus ojos empezaron a sangrar, al igual que su boca y nariz, mientras su piel estaba siendo quemada desde dentro de sus entrañas.
—Luzbel, ¡detente! —dijo Aileen, desesperada al ver lo que sucedía.
El cuerpo dio un temblor brusco agonizando lentamente, llamando las miradas aterradas de sus compañeros, ahora más dispuestos a acabar con la vida del minidemonio.
—Aileen —murmuró en su cabeza con la misma voz que al conocerle.
Aileen sonrió, retrocediendo al límite de estar rodeada sin oportunidad de escapar de aquel prado lleno de humanos.
—Me prometiste que no lo harías de nuevo —le recordó su promesa.
Nunca más mataría a un humano inocente, por ella menos.
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A raíz del odio [Ya a la venta ]
FantasyNació como un mestizo, en un mundo incierto y cruel, donde el mayor lema de su especie demoniaca es matar para vivir. Mientras la única enseñanza que recuerda de su madre es apreciar la vida de cualquier criatura. Simplemente es difícil encajar en...