—Que pelotudo que soy...
Leandro no quería darse por vencido, pero el escurridizo cordobés sabía moverse por el lugar y cumplía muy bien el juego de evitarlo.
Sujetó el hombro de una persona que ahora mismo no reconocía para preguntarle por el paradero de su chico, ¡Pero nada!
Gracias a Dios (o no tanto) se encontró con Romero, quien tenía un vaso de fernet (conociéndolo, casi puro, por lo cuál las respuestas saldrían arrastradas) mientras disfrutaba de la música en los parlantes.—¡Eu, cuti!— dijo Paredes al instante que notó que se sentó en el primer lugar libre que vio.
—¿Que onda, hermano?— saludó sin su cara de enojado de todos los días, y está vez mostrando una cálida sonrisa.
—¿Viste a Paulo?— fue directo, ya que enserio le preocupaba dónde sería capaz de terminar.
—Allá, bailando arriba de la mesa. — señaló con la mano libre el lugar, y lamentablemente estaba en lo cierto. —Nos quedamos bailando un toque pero ya estaba medio en pedo, después pusieron al potro y bueno, se desconoció. Igual no me quejo yo.
—Te voy a sacar los ojos de una piña, salame. — respondió con ligera molestia ante lo último mencionado. —Ya le eche el ojo yo, código pido.
—Obvio, rey. Si desgarche no hay. — bromeó el moreno dándole un largo sorbo a la bebida. —Te estoy jodiendo, cambia la jeta.
—Ma' vale, chajá.
El bostero no dijo nada más, aunque de cualquier modo no recibió una respuesta, si no una escandalosa risa, típicas del cordobés.
No perdió más tiempo y fue hasta donde le habían señalado. Enserio le quería caer bien al suegro, pero seguro que a Paulo lo devolvía con un hijo si seguía haciendo striptease frente a sus ojos.—¡Paulo!— gritó Leandro cuando recordó que, claramente, el nombrado no estaba en sus cinco sentidos como para hacer eso. —Baja de ahí, dale.
Pero el mayor pareció hacer caso omiso al pedido del porteño, porque continuaba bailando con su vaso casi vacío en alto, la chaqueta que había traído consigo ahora estaba tirada en algún lugar de la casa y, si no lo detenía, seguramente otras prendas también.
—¡...Soy cordobés, me gusta el vino y la joda, y lo tomo sin soda porque así pega más, pega más, pega más!— Dybala seguía cantando con euforia, siendo seguido por los coros de la multitud que rodeaba el mueble en el que estaba al bailar.
—"Tranqui, que te chupe un huevo". — pensó Paredes sin moverse de su lugar, en caso de que algún atrevido (o mejor dicho, su borracho amigo) quisiera tocar al mayor. —¡Joya, la puta madre!
—¡Soy!...
—¡De la ciudad de las mujeres más lindas, del fernet, de la birra!— siguieron la letra, consiguiendo que Paulo riera de la manera que le gustaba a Leandro. Pero en ese momento se escuchaba extraño, y en parte el alcohol en su cuerpo tenía la culpa.
—¡Nene!— gritó molesto, importándole poco que empujara a las otras personas ya que había logrado sujetar el pantalón del más bajo para jalarlo hacia él.
—¡Vamos todos!— animó Emiliano a unos metros de ellos, pero que nunca desaprovechaba la oportunidad para bailar, y menos si Dybala era el cantante.
—¡Y si querés, te llevo para Alberdi dónde están los celestes...!— alargó la última palabra, sintiendo el insistente jalón de su acompañante en su pierna. Iba a hacerlo, pero cuando dio un paso hacia atrás, tambaleándose, se golpeó con la lámpara que iluminaba el lugar, provocando que cayera de espaldas, y sobre los brazos de un fuerte muchacho. —...¡Mi pirata cordobés!
—Boludo te dicen, joyita. — susurró Leandro en medio de una carcajada cuando tuvo en sus brazos al mayor, pero antes de dar un paso, lo acomodó lo mejor posible para sostenerlo al estilo nupcial al verlo adormilado. —Vamos, mucha joda para vos.
—Necesito acostarme un toque. — murmuró el de ojos verdes, rodeando el cuello ajeno con sus brazos para que fuese más sencillo apoyarse en su pecho.
—Dormir necesitas, mirá el pedo que tenés. Tu viejo me va a matar. — respondió buscando en el amplio jardín algún banco para sentarse; era claro que Paulo necesitaba aire fresco y calma.
—Quiero dormir...— dijo con pequeñas risas que acompañaban a su ebriedad.
—Y sí, con el tremendo golpe que te pegaste. — susurró él también, cómo si fuese algo obvio.
Después de unos minutos caminando con el mayor (o mejor dicho, cargándolo) encontró un asiento cerca de la entrada de la casa, por lo cuál se sentó allí, y dejó al cuerpo sentado en su regazo.
Leandro no evitó admirar unos momentos al chico junto a él; con sus preciosos ojitos cerrados, los labios entreabiertos y recostado en su hombro como si fuese lo más cómodo del mundo.
Sería una imagen que, sin importar si parecía igual de gobernado que su mejor amigo, estaba dispuesto a ver mientras fuese Paulo el protagonista.—¡Amigo! ¡Al fin te encuentro!— la interrupción de su apreciación hacia el cordobés fue Enzo, quien se veía molesto.
—No grites, tarado. ¿No ves que se siente mal?— dijo en un tono suave mientras acariciaba la espalda de Dybala.
—Tenemos que tener una charla bover.
—No puedo, después mándame un mensaje. — quiso dar por finalizada la conversación, pues su atención estaba únicamente en el muchacho sobre él.
—Un segundo nomás, cara de japi.
—Como rompes los huevos. — aceptó Paredes dejando a Paulo sentado en el banco, pues poco a poco (en realidad, por los chillidos de Enzo) se iba despavilando. —¿Qué?
—Ya no sigo con el trato, sos libre.
—...¿Cómo?
—A Julián le gusta el pelotudo de Tagliafico, hoy me lo dió a entender por fin. — y Fernández no comprendió la mirada que Leandro le dirigió al cordobés.
—Te voy a preguntar una sola cosa. — dijo con una obvia molestia. —Vos no me hiciste hacer todo esto por un capricho. ¿Te gusta el pibe, Enzo Jeremías Fernández?
—¿Cómo sab-
—No importa como lo sé, ¿Te gusta o no?
—Sí, obviamente. Un poco más y se convierte en la luz de mis ojos.
—¿Y Álvarez merece todo este esfuerzo?
—Flashee que sí per-
—Nada de flashee, es sí o no. — declaró el más alto sosteniéndolo de los hombros para que supiera que iba enserio. —Nicolás no te llega ni a los talones, literalmente es un narcisista que se preocupa por él y la plata que pise, y yo lo conozco a Julián.
—¿Y eso qué?
—Que a él no le gusta eso, le gusta una persona tranqui, divertida, que se preocupe por los dos. Vos sos esa persona. — bajó incluso su tono de voz para que pareciera más íntima la conversación. —No dejes que nadie te haga creer que no mereces lo que deseas, boludo.
—Loco, me vas a hacer llorar. — susurró fingiendo tristeza en su voz.
—Si, justo vos. — se alejó manteniendo una sonrisa ahora que pudo darle a entender al menos, que no se rinda.
—¿Y entonces que hago?— claro que Enzo lo sabía, pero necesitaba esa palabra que lo incentivara a ir por el chico.
—Anda por tu araña que pica, obviamente. — respondió cruzado de brazos. —Esforzate.
ESTÁS LEYENDO
POLOS OPUESTOS.
Teen Fiction• El mito de los polos opuestos dictɑ que unɑ peɾsonɑ estɑ́ incompletɑ poɾ sí mismɑ, poɾ eso, cuɑndo conoce ɑ unɑ peɾsonɑ opuesto ɑ ellɑ, sienten ɑutomɑ́ticɑmente unɑ fueɾte ɑtɾɑcción, consiguiendo complementɑɾse; Leɑndɾo γ Pɑulo lo son. Sin embɑɾ...