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El instituto Paul Peterson era, extrañamente, la única escuela de Argentina donde se conocía por las múltiples ofertas de intercambio de diferentes países, ¡Y sorprendentemente lo aceptaban a pesar del historial del alumno! Por esa razón tenía una...

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El instituto Paul Peterson era, extrañamente, la única escuela de Argentina donde se conocía por las múltiples ofertas de intercambio de diferentes países, ¡Y sorprendentemente lo aceptaban a pesar del historial del alumno! Por esa razón tenía una cuota muy costosa, además de ser privada, y muy alejada de su casa, por esa misma razón Enzo aún no salía de su shock al darse cuenta que estaba esperando su turno para la charla con el director.

—¿Enzo Jeremías Fernández?— inquirió un hombre rizado saliendo de la oficina. El nombrado lo observó con atención; bajito, morocho, y una actitud apacible.

—Acá. — fue su única respuesta antes de levantarse y seguir al mayor a la sala.

La habitación estaba decorada de bonita manera; algunas plantas, trofeos, diplomas, y cuadros familiares (según su mente) en el que sabía que el hombre que participaba en la imagen, lo había visto entrando en el instituto.
Absorto en sus pensamientos, el argentino olvidó por completo la presencia del mayor en el lugar, claro, hasta que un chasquido lo sacó de su nube para acomodarse en el asiento y mirarle.

—Ahora que tengo tu atención...— murmuró con una suave sonrisa. —Me gustaría presentarme. Soy el director Pablo Aimar, y es un placer tenerte en la institución.

—El gusto es mío, director. Sinceramente, todo se ve bastante agradable.

—No es tan diferente cómo las otras escuelas, eso te lo aseguro. — respondió leyendo brevemente el informe sobre su alumno. —¿Así que nueve secundarias en diez años?

—Ah. Bueno, mi viejo es militar. — se encogió de hombros.

—Sí, eso puede explicar algunas cosas. — bromeó. —En fin, acá te dejo tus horarios, los clubes en los que te podés anotar si se te antoja alguno, y de paso te aviso que un compañero de tu curso te estará esperando en la entrada para darte un recorrido.

Enzo se levantó de su silla y le dedicó una sonrisa al amable hombre frente a él mientras tomaba sus pertenencias. Supuso que no iba a decirle algo más, por lo cuál se dirigió hacia la puerta, con la cuál se chocó exitosamente cuando fue abierta de repente para dejar ver las presencias de dos personas.

—Lean, Pau, ¿Qué les trae por acá de nuevo?— preguntó el director ignorando olímpicamente el golpe de Fernández contra la madera.

El muchacho (a quién Enzo deducía que era Paulo) más bajo cambió su expresión a una más alegre cuando respondió, todo lo contrario al tatuado de ojos claros que observó al nuevo alumno como si fuese una plaga.

—Vine para saber cuándo venía el profe Scaloni, le quería hablar sobre el partido de unos días por un tema.

—Y vos. — señaló Pablo al más alto entre el grupo. —Ya sé porqué viniste, y si no te doy una sanción es porque tenés un partido pendiente también.

POLOS OPUESTOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora