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Pero aún así dolía.

—¿Qué es exactamente lo que debemos hablar?

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—¿Qué es exactamente lo que debemos hablar?

Ahí, en un cuarto alejado de la escandalosa fiesta, estaban Robert y Pablo. El primero continuaba recargado sobre la puerta evitando que el menor quisiera irse, y el más bajo, en cambio, se mantenía de brazos cruzados esperando la ansiada respuesta del polaco.

—¿Tienes pareja, Pablo?— fue directo al grano al encontrarse aún más molesto cuando notó con quién había llegado.

—¿Y eso?

—Responde. — ordenó con una voz suave, pues no estaba en necesidad de espantar al español.

Sin embargo, la respuesta nunca salió de los labios del más bajo, ya que se había desconectado por completo al recordar justamente lo que su mejor amigo le dijo "Está celoso".

Por eso se exaltó cuando sintió unas grandes manos sosteniendo sus brazos, manteniéndolo en su lugar y a la vez acorralándolo contra el fornido cuerpo del castaño y el escritorio detrás de ellos.

—Claro que no lo estoy, Robert. — respondió al fin después de un tenso silencio en el que la brillante mirada celeste se encontraba con el oscuro del menor.

—Eso no es lo que parece con ese maldito siguiéndote como perro. — murmuró con molestia en su voz, producto de los celos que llevaba guardándose durante todo ese tiempo. —¿Qué crees que dirían los demás?

—Es solo un amigo, mi mejor amigo además de Pedri. — declaró. —Y si no lo fuese, ¿Qué problema habría, Lewan?

Esa pregunta pareció prender como brasas al fuego a Lewandowski; él sabía que su menor no mentía, pero las bromas entre los amigos en común, los cariñosos abrazos, y la exagerada confianza que el tatuado tenía con su chico era demasiado.
Digo, conoce a unos cuantos argentinos; son agradables, pero seguía sin comprender lo confianzudos que eran.

El juego entre los dos, las miradas, las discretas señales que se dieron todo este tiempo sin ninguno querer dar el paso, terminaría en ese momento.
Gavi estaba cansado de sentir la intensa mirada de su mayor, en cualquier momento la apreciaría con atención como lo más glorioso; pero la conversación con Fernández continuaba en su mente "Da el primer paso", y eso es lo que haría.

El sevillano aprovechó la desconcentración del polaco para sostenerle por aquella camisa que tan bien quedaba con él, y notando que el mayor había aflojado por completo su agarre aún sin soltarlo, lo jaló hacia su cuerpo para fundirse en un beso.
Robert ahogó un jadeo de sorpresa por la repentina acción, pero no tardó en corresponderle al sostener el delicado rostro del español para profundizarlo más.

cuando el aire comenzó a faltar, ambos se separaron, más seguían unidos por el agarre que ninguno de ellos quería soltar. —Chico tímido. — murmuró Pablo a centímetros de sus labios, tomándose el atrevimiento de probar una vez más el sabor de estos. —Solo tenías que hablar.

—Es fácil para ti decirlo, yo solo quería asegurarme de que mi enamorado no pensara que era un juego.

—Vale, lindo. Aunque tardaste unos cuantos años en notarlo. — bromeó el más bajo, cambiando su agarre de los anchos hombros hacia el cuello ajeno. —Podría perdonarte si me das un besito.

—Que pícaro eres. — respondió Robert igual de sonriente, e imitando la acción del más bajo, descendió sus manos hacia los fuertes muslos del contrario para levantarlo y sentarlo sobre el escritorio de madera en el que lo acorraló. —Pero podría darte algo más, moja miłość.

Pablo jadeó ante el repentino cambio en el toque ajeno; cariñoso, sutil, cómo si temiera hacerle algo con su tacto, y luego a uno más necesitado, ansiado de sentir su piel. Aunque no admitiría que jamás negaría ello viniendo del polaco.

—Encima hace como dos semanas me llamaron para participar del catálogo de Sears, ¡El extranjero! ¿Entendés eso?

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—Encima hace como dos semanas me llamaron para participar del catálogo de Sears, ¡El extranjero! ¿Entendés eso?

Julián no sabía dónde meterse, nunca le había sucedido con alguien, pero comenzaba a frustrarle que su acompañante siempre hablara de él, ni siquiera podía preguntarle cómo le fue en las prácticas o en clases que cambiaría el tema nuevamente hacia el ombligo del mundo; Nicolás Tagliafico.

Pero Enzo no haría eso.

Se extrañó por ese pensamiento, pero era algo que ya no le sorprendía porque desde que conoció al menor, siempre permaneció volando en su mente.
Sí, desde hacía tiempo él se adueñó de su cabeza. Jeremías cómo siempre le gustó decirle desde que supo la existencia de ese nombre.

—Apa, mira esa sonrisita. — interrumpió sus pensamientos nuevamente Tagliafico, quien le sonreía mientras rodeaba sus hombros con su fuerte brazo. —Sabía que te había gustado que mencionara que tu ayuda fue valiosa para que me aceptaran en la propaganda.

—¿Eh?— preguntó para sí mismo confundido. —Ah, sí. ¿Viste? No me hacías caso.

—Sí, sí, el blanco es mi color sin dudas, y ellos supieron darse cuenta. — respondió sonriente en lo que detenía su andar para separarse del cordobés y subirse a una pequeña mesa de centro. —¡Pero deja que te muestro las diferencias de las poses! Una es para los bóxer, más casual.

—Mirá vos...

—Pero la otra es para los trajes de baño, ahí tengo que fingir que soy un guardavidas y sale al toque.

"Que típico de los ególatras boludos". — pensó Álvarez observando cualquier otro lugar en la sala. —"Siempre pensando en ellos".

Y tal vez el mismo universo lo había iluminado, porque apenas vio que el de cursos mayores se desconcentró, dió paso a su huida para divertirse como correspondía, capaz con Leo o Halaand, aunque no recordaba si el último había asistido, pues antes de venir aquí, habló con el rubio y este le comento que Jude se encontraba descompuesto, por lo que le haría compañía sin importarle si le contagiaba. "Un dulce de leche" pensó la araña respecto a la situación.

Pero su verdadero dulce de leche, si podía llamarlo así, estaba en medio de la multitud bailando. Álvarez observaba embobado cómo el hincha de River bailaba una cumbia vieja pero bien conocida; admiraba cómo su nuez de Adán subía y bajaba cuando bebía cerveza, y la sonrisa en su rostro ante algún chiste que el cuti dijo. Claro, hasta que Fernández lo encontró viéndole. El cordobés le sonrió tímidamente, pero el menor había cambiado su rostro alegre a una mueca disconforme por el encuentro de miradas.

Julián no podía quitar la vista de él, pero le dolía notar que había sido el causante de esa mueca. Enzo sin embargo, volvió a ignorarlo apenas un amigo suyo llamó su atención.

—Quiero rajar de acá. — susurró intentando buscar a su hermanastro por algún lugar. —Que pelotudo que soy...

POLOS OPUESTOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora