El traqueteo de la furgoneta fue lo que me despertó. Me incorporé pesarosa entre las mantas; giré y miré el paisaje a través de las ventanas de doble puerta. Todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve y el frío se colaba por las rendijas. Froté las manos y giré hacia el vehículo; Heather continuaba dormida en el suelo, entre las mantas, y Eric estaba sentado junto a Julen, quien conducía. Ian estaba apoyado en la pared, mirando a través de la ventana rectangular que había en la puerta corredera, con rostro indescifrable. Después dirigí la mirada hacia el conductor.
—¿Dónde estamos? —pregunté, temiendo la respuesta.
—Estamos en Suecia —contestó Julen—. ¿Nunca has visto la nieve, Seis?
—¿Cómo que Suecia? —Mi mirada se fue instintivamente a Eric—. Pensé que íbamos a buscar a Aria.
Eric me dedicó una larga mirada a través del retrovisor, los segundos se volvían más tensos a cada instante que pasaba.
—Al salir del Escuadrón Fugitivo sabíamos que teníamos que esperar noticias y escondernos hasta entonces. —Giró hacia mí, hablando al fin—. A primera hora de la mañana he recibido la señal que esperábamos y nos dirigimos hacia allí. No tenía pensado hacerlo, mi prioridad era y es rescatar a Aria, pero pensándolo fríamente cuando he recibido la señal esta mañana... Creo que lo más adecuado es ir allí y encontrar refuerzos. No podemos entrar solos en el Escuadrón Fugitivo.
—¿Allí dónde? —pregunté.
—Dinamarca. —Eric apoyó un brazo sobre la ventanilla que los separaba de nosotros—. Allí se han reunido todos los Renegados que han escapado de la central y, además, el alcance del Escuadrón Fugitivo es menor, aunque sí que hay algunas tropas patrullando de vez en cuando. Es un lugar donde todos los Renegados que no fueron capturados por las patrullas del Escuadrón Fugitivo lograron refugiarse... es un punto muy estratégico y dudo que sepan de su existencia.
—Hemos decidido atajar por Suecia —dijo Julen, sin levantar la mirada de la carretera—. Hay menos controles por esta zona. En el resto de países fronterizos con Dinamarca hay patrullas, sobre todo en las fronteras y accesos.
—Creo que lo más acertado es conseguir ayuda —dijo Eric, mirándome a través del retrovisor. Había vuelto a sentarse mirando al frente—. Solos no podríamos sacarla de ahí ni aunque lo deseáramos.
—Vale —me crucé de brazos—, os doy de tiempo máximo dos días. Si excedido ese tiempo no hemos ido a buscar a Aria, iré yo sola.
—Me parece correcto —pronunció Julen.
—Que no se te note la alegría —dije con aspereza en la voz.
—Lo dices como si quisiera deshacerme de ti —contestó, mirándome con ojos entornados—. Lo único que digo es que, si no estuvieras, todo sería más fácil.
Puse los ojos en blanco y me levanté, hastiada. Julen aminoró la velocidad hasta que la furgoneta se detuvo.
—Hemos llegado —anunció.
Abrí la puerta y me precipité al exterior. Me froté los brazos e intenté llamar al fuego para calentarme. Sonaba extraño, pero era exactamente lo que sucedía en mi cabeza. Al poco tiempo, mi calor corporal aumentaba y ya no sentía frío. Una nube de vaho abandonó mis labios mientras observaba a mi alrededor
Ian salió tras de mí y se agachó, poniéndose de cuclillas. Miró el manto de nieve y pasó la mano por encima. Continuó observándola durante largos, largos segundos antes de tumbarse y quedar bocarriba, con los brazos extendidos y los ojos cerrados, su misma expresión neutra de siempre. Heather y Eric salieron también y se colocaron junto a mí. La mueca de extrañeza que hizo Heather al comprobar lo que diablos estuviera haciendo Ian casi me hizo soltar una carcajada.
Todos miramos a Ian con confusión. Era una estampa curiosa; sus ropas oscuras y su pelo negro contrastaban con la blanca nieve impoluta.
—No sabía que los Cincos tenían tendencias perrunas —contestó Julen con desinterés. Permanecía dentro de la cabina, sacando las llaves del contacto—. Revolcarse en la nieve y esas cosas.
Heather contuvo una sonrisa, echándole una mirada cómplice a Julen. Yo seguía mirando a Ian con el ceño ligeramente fruncido por la confusión.
—Qué bonito es cuando te sientes parte de tu elemento, ¿eh? —comentó Eric mirando a Ian, intentando restar importancia a lo anterior.
El aludido abrió los ojos y sonrío, elevando una de sus comisuras; con Eric parecía ser otra persona, menos frío e inexpresivo. Se puso en pie, sacudiéndose la nieve de su ropa y de su pelo, y chasqueó los dedos. De ellos surgió una nube de copos de nieve que se esfumaron al instante. Sonrió para sí, como si hubiese descubierto algo.
—Enseguida vuelvo. —Dio media vuelta y se internó a través del bosque helado, sin echar una sola mirada a su espalda.
—¿Qué demonios le pasa? —inquirí contrayendo mi rostro en una mueca semejante a la de Heather.
—Él siente en estos instantes lo que tú sentiste el día que incendiase aquel claro en la casa de campo —dijo Eric—, al igual que Aria cuando entra en el mar, por ejemplo. Es una sensación como de...
—¿Plenitud? —acabó Heather la frase—. Es como sentirse completo, ¿no?
Sonreí y bajé la mirada, intentando contener una risa. No era exactamente la definición más correcta de plenitud, pero sabía a lo que se estaban refiriendo.
—¿Qué te hace tanta gracia? —Heather entornó los ojos en mi dirección.
Tuve que hacer el mayor de los esfuerzos para disimular la sonrisa de mis labios. No sabía mucho acerca de los Renegados en general, pero tenía bastante claro que meterse con una Uno era algo... inadecuado y de lo más estúpido.
—Nada... no me estoy riendo.
Sus ojos del color de la obsidiana me atravesaron con desconfianza.
—Sí, parece una ida de olla y cualquiera que nos escuche pensará que estamos chiflados —prosiguió ella ante mi silencio—. Pero esta es la versión científicamente, biológicamente y verídicamente...
—¿Acabas de aprender el uso de los adverbios y has decidido ponerlos en práctica o qué? —Julen abrió la puerta lateral del vehículo de un tirón, echándole a Heather una mirada de desagrado.
Heather se limitó a sacarle el dedo antes de llevar su atención de nuevo a mí.
—Eso que acaba de decir Eric es la versión oficial del Escuadrón Fugitivo. —Puso los brazos en jarra, y ante la insistencia de su mirada, me vi en la obligación de volver la mía hacia ella—. Y lo de la plenitud también.
Levanté las manos a la altura de mi pecho, con la sonrisa aún contorneándose en mis labios. Traté de disimularla obstinadamente.
—Al menos espero que los intentos de Ian por conectar con su elemento salgan mejor que los de Maitane. —Julen entró al interior de la furgoneta, como si no hablara a nadie en concreto—. Dudo mucho que esta tartana soporte más huidas forzosas.
Puse los ojos en blanco y, sacándole el dedo, decidí caminar hacia el blanco bosque. Hacia algún lugar donde no pudiera escuchar el irritante tono de Julen.
—Necesito un paseo. Cualquier cosa que me mantenga lejos de ti e impida que te estrangule con mis propias manos.
—No quemes este bosque también, Seis —le escuché vociferar con deje burlón.
Volví a sacarle el dedo mientras me alejaba.
—Creo que eres la persona que más veces le han hecho una peineta en un tiempo tan reducido —escuché a Eric, divertido—. Seguro que has batido un récord.
Sonreí.
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Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]
FantasyUna explosión nuclear. El apocalipsis. El caos. La muerte... y la vuelta a la vida a un mundo devastado. Tras el estallido de la guerra, todo ha ido en declive hasta que ha sucedido lo inevitable: el apocalipsis. El desastre nuclear más masivo que...