CAPÍTULO 68

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Recuperé medianamente la consciencia cuando sentí un hilo de calor junto a mi cuerpo, y mi alma se aferró a esa sensación. Lo absorbió y se nutrió de ello, despertando una chispa en mi interior como una cerilla al tratar de encenderse.

—Prueba a ponerlo ahí —escuché lejana una voz dulce y conocida para mí.

—Menuda mierda de idea —musitó la inconfundible voz irritada de Julen.

—¡Calla, joder! —exclamó Heather.

A pesar de que hacía un increíble esfuerzo por abrir los ojos... me era imposible. Los escuchaba y los sentía a mi alrededor, pero el sentido de la vista simplemente no funcionaba. Por un momento, el terror a haberme quedarme ciega me inundó.

—No funciona —la voz errática de Ian llegó hasta mis oídos en una brisa fría.

—¿Has visto eso? —escuché a Aria más cerca, como si se hubiese movido—. ¡Aquí! Trae, déjame a mí.

Intenté despegar los labios... nada.

Solo podía escucharlos. Sentí calor cerca de mi cuello, casi sentí la caricia suave del fuego en mi piel. Me estremecí ligeramente ante su contacto.

—¡Funciona! —celebró Aria.

El calor volvió de nuevo a rozarme la piel, recorriendo esta vez mi clavícula, cruzando el pecho hasta llegar al punto donde se encontraba el agujero que tenía en mi camiseta por la puñalada del Convertido. Esa vez sí, una descarga recorrió mi cuerpo y fue suficiente para hacerme abrir los ojos del impulso, incorporándome como un resorte. Inspiré fuerte, intentando llenar mis pulmones de aire, y tosí a un lado debido al ímpetu de la acción. Aria me rodeó los hombros con su brazo, atrayéndome hacia su pecho.

—Oh, gracias a todos los dioses. —Mi amiga suspiró, esbozando una amplia sonrisa aliviada—. ¿Estás bien? ¿Necesitas más fuego? —Me pasó una mano por el rostro, inspeccionándomelo—. ¿Por qué has tomado esa decisión estúpida? ¿Eres consciente de que podrías haber acabado muy mal? Por un momento me imaginé que podías no ser inmortal y que habías muerto de verdad. ¿Sabías que...?

—No creo que haya logrado procesar tu primera pregunta siquiera, Aria —la cortó Ian, sentándose sobre el suelo de la furgoneta.

Miré a mi alrededor, apartándome con suavidad el abrazo de Aria. El aire frío permitió que me despejase un poco del estado somnoliento que aún me cubría. Fui consciente de que estábamos en la palangana de la pick-up, todos a excepción de Eric, que permanecía al volante.

Aria fulminó a Ian con una mirada que siempre catalogaré como «no te metas en temas de familia», pero él se limitó a levantar sus ojos indiferentes hacia el cielo en crepúsculo, bastante embriagador y cautivador a esas horas.

—Estoy bien. Sí, necesito más fuego... —Me puse un mechón de pelo detrás de la oreja, humedeciéndome los labios resecos—, y no recuerdo nada de lo que me has preguntado.

Aria soltó una pequeña risita y volvió a estrecharme contra ella. Después depositó un beso en mi frente y se apartó, sonriendo cálidamente.

—Como nos imaginábamos esa respuesta, estamos buscando un lugar donde parar a descansar un rato. —Mi amiga miró hacia la carretera que la pick-up dejaba atrás—. Los Convertidos, si es que alguno quedaba en pie cuando marchamos, no nos han seguido.

—¿En eso se convierten los humanos que salen de las Fuerzas Naturales? —Me pasé las manos por la cara, frotándome los ojos del cansancio—. Son casi idénticos a nosotros.

—De eso se trata, Seis —murmuró Julen, sentado al final de la palangana, dando la espalda a la carretera que dejábamos atrás.

Le lancé una escueta mirada recriminatoria.

Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora