Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]

CAPÍTULO 33

El leve traqueteo de la furgoneta era lo único que se escuchaba en el silencio de la noche. Julen seguía conduciendo, le había dicho a Eric que durmiese un rato y que cambiarían de turno más tarde. Ian tampoco tenía muchas ganas de dormir así que se había sentado junto a él durante el viaje, y observaba el páramo que los rodeaba al pasar, asomado por la ventanilla y dejando que el frío viento le revolviese el pelo. El aire que se colaba a través de la ventana del copiloto llenaba la cabina y silbaba a lo largo de ella. No había pronunciado ni una palabra, y Julen tampoco era una persona que destacase por ser... comunicador. Aun así, quizás llegó un momento en el que el silencio se hizo demasiado pesado para seguir aguantándolo e Ian quiso rellenarlo.

—¿Cómo conociste a Eric? —Su tono neutro denotaba falta de interés en la conversación, seguía con su mirada perdida a través de la ventana.

—Si te refieres a cómo me uní a este comando... no fue por Eric, no lo conocía de nada hasta el día antes a huir. —Julen se pasó una mano por su pelo rubio, que apenas lanzaba destellos dorados bajo la tenue luz de la cabina—. Yo conocía a Heather, y ella a su vez conocía a Eric. El Escuadrón Fugitivo, para los que no estaban en celdas de reclusión de máxima seguridad, era más que una condena. Todos los días nos sometíamos a pruebas de toda clase y cuando no, nos dejaban tiempo libre para ver cómo nos desenvolvíamos... Todo para conocer cómo funcionábamos.

Julen se giró hacia Ian, quien no lo miraba.

—Y tú, ¿cómo conociste a Eric? —Volvió a mirar al frente—. Te incluyó en el trato, pero nunca te vi por las secciones. Os conocíais de antes, ¿verdad? Lo veo en vosotros.

Ian entonces sí lo miró, volviéndose hacia él con el ceño fruncido.

—¿El qué ves?

—Que hay un sentimiento fuerte. —Julen no le devolvió la mirada, solo se acomodó más en el asiento—. Los Cuatros podemos ver el aura de la gente, y nos cuenta muchas cosas.

Ian se reclinó en el asiento del copiloto, levemente interesado.

—En ti apenas puedo detectarlo, eres como una pared impenetrable —le echó una rápida mirada—, pero en Eric sí puedo ver cómo cambia cuando está junto a ti.

Ian lo miró con una expresión indescifrable. Como si estuviese evaluándolo, midiéndolo.

—Nos conocíamos de antes de la bomba —dijo con voz neutra—. De mucho antes de la guerra, incluso. Llevamos siendo amigos tanto tiempo que apenas recuerdo el momento exacto en el que nos conocimos.

Julen asintió, falsamente impresionado.

—Me lo esperaba.

Ian esbozó una corta sonrisa.

—¿Y qué hay de ti?

—¿De mí? —Julen se volvió hacia él elevando las cejas, sorprendido—. Soy un espíritu libre.

La mirada de Julen se ensombreció. Ian lo miró ladeando la cabeza, tratando de descifrar lo que significaba aquel cambio brusco.

—¿Sabes lo que creo, Julen LeBlanc?

—Adelante —dijo éste, pasándose una mano por el pelo ya revuelto y manteniendo la dura mirada fija en la carretera oscura frente a él—, sin miedo.

—Este comportamiento que tienes, distante e irrespetuoso, es para ocultar algún dolor. —Ian tenía un brazo apoyado en la ventana, sostenía su cabeza con su mano cerrada en un puño—. Lo veo en tus ojos. Estoy seguro de que antes no eras así.

—La guerra lo cambia todo. —Julen mantenía su mirada fija en la carretera, apretando el volante con fuerza.

—Estoy de acuerdo. —Ian estaba serio, escrutando su rostro—. Tienes que superar ese dolor. Acabará consumiéndote.