CAPÍTULO 56

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Aria echó la cabeza atrás, dejando que su melena rubia le cosquillease los hombros y la parte superior de la espalda. El agua de la orilla llegó hasta sus pies, mojándolos y llenándolos de arena. Hundió los dedos en ella, regodeándose en la sensación mientras la marea cantarina se colaba en sus oídos y apaciguaba su alma, le llenaba de una dicha anodina. Nunca se cansaría de escuchar el sonido del mar.

Eric se sentó junto a ella en la orilla, poniendo un plato metálico entre ambos.

—Espero que me disculpes por esto.

Aria sonrió, pero no era una de esas sonrisas brillantes que siempre decoraban su rostro.

—Hay que comer, supongo. Aunque la siguiente vez, propongo cazar un animal terrestre —comentó lanzándole una mirada ladeada a Julen, que salía del agua con los pantalones recogidos hasta el muslo.

Julen solo le devolvió una mirada fulminante, a lo que Aria le contestó con una sonrisa leve.

—Deberíamos encender una fogata para cocinarlos —comentó Eric mirando el plato.

Un largo silencio se extendió entre todos; incluso Heather, bañándose metros más lejos, se volvió al escucharlo. Aria tenía la mirada enfocada en el agua que alcanzaba sus pies, salpicando sus pantorrillas y anunciando la llegada de la alta marea.

—O... —dudó Eric, dándose cuenta de lo que su comentario había provocado—, podemos comerlos crudos.

Aria continuó sin responder y él la miró entre dubitativo y preocupado. Estaban a tan solo un palmo de distancia, podría estirarse y alcanzarla, rozar su brazo con los dedos...

—Yo la haré —dijo Heather, ya en la orilla, poniendo sus brazos en jarra.

La mirada de Julen se deslizó sobre ella. Su largo pelo negro le caía por la espalda como una cortina oscura, una pared de ébano; sus ojos se habían vuelto más oscuros y su cuerpo estaba descubierto casi al completo, decorado únicamente con su ropa interior.

Se percató de que la miraba y se fijó en él, que apartó la vista y centró sus ojos verdes, en ese momento teñidos por algo oscuro que se asimilaba al deseo, en los de ella.

—Me daré un baño mientras la preparáis. —Aria se puso en pie, sacudiéndose los pantalones de arena.

Eric siguió sus movimientos uno a uno mientras ella se desvestía, y, cuando su espalda estuvo al desnudo, se levantó de un salto, apartando la atención de su cuerpo precipitadamente.

—Te acompaño, Heather —se apresuró a decir.

La siguió hasta la furgoneta, con Julen caminando tras ellos. Entre los tres recogieron palos, yerbajos y cualquier otra cosa que les fuese de utilidad para armar una fogata que les permitiese cocinar la cena.

El sol comenzaba a decaer por el horizonte, iluminando el cielo de colores dorados y cobres, fundiéndose con el anaranjado brillante del fuego que crepitaba en la recién encendida hoguera. El sonido de la madera al quemarse era como un fantasma presente que todos reconocían, pero del que nadie se atrevió a pronunciar palabra.

Los tres se sentaron a su alrededor, en completo silencio. Mantenían los ojos fijos en la hoguera, con en el pescado clavado en sus respectivos palos, cocinándose en su interior.

Fue Heather la que rompió el silencio:

—¿Creéis...? —Giró el palo, con la mirada aún fija en él—. ¿Creéis que llegaremos a tiempo?

Julen fue quien cruzó una rápida mirada con ella. Eric sacó el pescado del interior de la fogata y lo dejó sobre el plato metálico.

—Maitane tiene todo el tiempo del mundo.

Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora