CAPÍTULO 35

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La luz del mediodía entró a raudales a través del cristal delantero. Ian se desveló y comprobó que Julen ya no era el que conducía, sino Eric. Se sentó correctamente en el asiento tras pasarse una mano por el pelo, revolviéndoselo.

—Julen me dijo que os cambiarías tras el amanecer. —Ian miró a Eric—. No esperaba encontrarte aquí.

—Ya casi es mediodía... —dijo Eric con una sonrisa—. Estamos llegando a la frontera con Rusia, cuando la crucemos solo nos quedarán unas cuantas horas hasta llegar a Moscú.

—¿Mediodía? —Volvió su mirada hacia la ventana, extrañado.

Se había quedado traspuesto después de la conversación con Julen, y solo recordaba fogonazos entrecortados de sueños extraños. Se giró hacia la ventanilla y oteó la parte trasera. Julen dormía enredado en un amasijo de mantas, mientras que Heather seguía apoyada contra una esquina, también con los ojos cerrados, con una única manta cubriéndole las piernas.

Se volvió hacia delante. Una valla metálica, con alambres que despuntaban en lo más alto, era lo único que los separaba de su destino. Disminuyeron la velocidad, la moto de Argus los rodeó y paró junto a la puerta. Eric bajó la ventanilla para poder escucharlo.

—Yo iré delante para comprobar que no hay nadie. Si no regreso en cinco minutos, entrad a buscarme.

Eric asintió; Argus arrancó de nuevo la moto y franqueó la valla, de un color anaranjado óxido. Esperaron como les había dicho; Eric miraba impaciente el reloj del salpicadero, las manecillas iban pasando y él no regresaba.

—Cinco minutos —dijo Ian con una expresión dura en el rostro, sus ojos oscureciéndose con el anticipo de la batalla—. Arranca la furgoneta.

—Lo sabía... —masculló Eric—. Demasiado buen viaje hemos tenido...

Puso el motor en marcha; Ian bajó su ventanilla y sacó la mano por ella. Hizo un gesto para indicarles que se pusieran en marcha.

Volvió a subir su ventanilla; atravesaban la frontera a baja velocidad, con cautela y observando todo a su alrededor. Una niebla densa y muy baja cubría la carretera, dándole un aspecto demasiado tenebroso y lúgubre. Unas espesas nubes grises habían comenzado a cubrir el sol, dejando pobremente iluminado el camino que se abría frente a ellos. La furgoneta avanzó despacio, el resto de Renegados los seguía de cerca. La tensión se palpaba en el ambiente, el eco del corazón de Eric palpitando era lo único que retumbaba en el silencio del vehículo. Ni rastro de Argus.

Algo apareció entre la neblina, una mancha borrosa que se fue volviendo más nítida a medida que avanzaban. Un cuerpo inerte junto a una moto negra. Ian se inclinó sobre el salpicadero para tratar de ver a través de la luna de la furgoneta. Su expresión pareció destensarse y se volvió a sentar; aquel cuerpo no era el de Argus, sino el de una mujer.

Eric frenó del todo. A través del retrovisor vio que un Renegado bajaba de uno de los vehículos y se acercaba hacia la motocicleta.

—¿Es la de Argus? —preguntó en voz alta, seguido de un par de curiosos.

—No, no, no... —Eric abrió mucho los ojos y bajó la ventanilla—. ¡No bajéis de los vehículos!

Como si lo hubiera predicho, capaz de ver el peligro antes de que sucediese, un hombre surgió de la espesura del bosque que quedaba a su izquierda y se abalanzó sobre el Renegado.

La furgoneta pegó un fuerte bandazo, un peso cayó sobre el techo. Repetidos golpes en el contrachapado despertaron a Julen y Heather, sobresaltados por la visita repentina. Un muchacho de rostro desfigurado cayó encima de la luna, ya rota con anterioridad.

Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora