CAPÍTULO 69

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Corrió tras su hermano con el arma que llevaba en la mano como única defensa. ¿Dónde se había metido? No podía haberse alejado tanto en tan poco tiempo. Se escuchaba el tronar de las balas en la lejanía, como una canción que anunciaba la batalla. Ian seguía las pisadas que había en la nieve; éstas cubrían todo el paisaje, mezclándose con el barro del suelo y las salpicaduras de sangre que manchaban el blanco lienzo. Avanzando en la dirección que parecían tomar la mayoría, divisó algo que llamó su atención.

Se tiró al suelo nada más verlo, horrorizado ante la situación.

—Wilson. —Agitó al muchacho, que abrió los ojos, con la mirada desenfocada.

—Butler. —Sonrió al reconocerlo, tosiendo inmediatamente después, expulsando sangre—. Te estás dirigiendo al infierno, amigo.

—¿Qué coño ha pasado? —Ian observó el estado de su compañero. Le puso una mano inútilmente en el pecho, por donde sangraba de varias heridas de bala.

—El ejército rebelde... llegaron de la nada... salían de todas partes. —Tosió de nuevo, respirando con dificultad, y la sangre brotó de los agujeros que se repartían a lo largo de su torso—. Empezaron a disparar a diestro y siniestro, eran cientos... supe que estábamos muertos.

—Maldita sea. —Miró en derredor, buscando cualquier ayuda cercana—. ¡¿Hay alguien ahí?! ¡El soldado Wilson está herido!

—Putos desgraciados... —siguió blasfemando el soldado Wilson, en un estado medio ido.

Su respiración emitía un leve silbido; Ian intentó oponerse a ese sonido, buscando una manera de salvarle la vida sin volver de nuevo a la base. Si lo hacía, le verían y tratarían de evacuarlos a todos, porque eso era una batalla perdida. Y nunca, nunca, abandonaría a Eric y a su hermano.

—Vamos a sacarte de esta. —Ian se volvió hacia él y le sonrió; su sonrisa se esfumó tan rápido como tardó en darse cuenta de la mirada desenfocada de su compañero—. ¿Wilson?

Le palmeó las mejillas, lo agitó... pero a pesar de sus esfuerzos, no se movió. Contuvo las lágrimas, sintiendo la ira aflorar en su interior. Agarró de nuevo su arma y, poniéndose en pie, echó una última mirada al cadáver de su compañero y continuó su camino sin mirar atrás.

Sabía que Eric y Dan no estaban muertos.

Tenían que estar vivos... tenían que estarlo.

Dos figuras se mimetizaron en el camino e Ian se hizo a un lado mientras levantaba el arma, ocultándose entre la maleza.

—¡Butler! —gritó uno de ellos, reconociéndole antes de que se ocultase—. ¡Butler, soy yo, Carter!

Ian salió de entre los arbustos, aún con el arma en posición. Solo cuando comprobó que en efecto era el soldado Carter, y el estado deplorable en el que se encontraba el soldado Cooper, la bajó.

—¡El soldado Cooper está herido! —gritó Carter, tirando de él.

Cargaba a su compañero con esfuerzos, pasando sobre sus hombros el único brazo que le quedaba. El otro era un muñón ensangrentado que, si no taponaba pronto, lo mataría por desangre.

Ian se acercó para tratar de ayudarle, pero se detuvo cuando, de repente, apreció algo que se acercaba por detrás de ambos soldados malheridos.

—¡Carter, agáchate! —gritó levantando su arma.

No tuvo tiempo suficiente. Una bala atravesó el cráneo del soldado Cooper justo cuando Ian los sorteaba para disparar mortalmente a quien les había atacado. Su sangre salpicó la nieve alrededor de ellos, ensuciando así la pureza de su color natural.

Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora