Las profundidades del sótano ensordecían el ruido de la batalla que acontecía en el exterior. Incluso parecía que aquel sonido de fondo, lejano y entremezclado, pertenecía a una de sus innumerables pesadillas. De hecho, creyó que se trataba de ello hasta que un gran movimiento de tierra hizo tambalear la cama donde se encontraba, y pequeños granos de gravilla cayeron sobre su rostro, despertándola. Heather abrió los ojos de golpe. Apartó las mantas a un lado para incorporarse, escuchando alboroto al otro lado de la puerta en lo alto de la escalera. Sillas moviéndose, objetos cayéndose al suelo con estrépito, pisadas fuertes y rápidas.
Sin calzarse ningún tipo de zapatos, bajó de la cama y corrió escaleras arriba. La puerta estaba cerrada.
—¿Padre? —Golpeó la puerta—. ¿Qué sucede?
Al otro lado se escuchaban voces, pero nadie respondía a su pregunta. Otro movimiento de tierra; los pilares que sujetaban el techo del sótano crujieron y Heather se pegó a la puerta de forma inconsciente, intentando no perder el equilibrio. ¿Terremotos?
Corrió escaleras abajo y rebuscó entre los cajones de la mesa de estudio. Si verdaderamente había sismos, debía de salir de allí. Un sótano nunca era un lugar seguro. Y como estaba bastante claro que nadie iba a acudir en su ayuda, debía tirar la puerta abajo si hacía falta para salir de allí y ponerse a salvo. En la pequeña mesa de estudio no había nada de utilidad. Al menos, nada aparente... pero un pisapapeles de aspecto pesado llamó su atención. Lo cogió y se dispuso a subir las escaleras, cuando un nuevo movimiento de tierra, esta vez aún más fuerte que el anterior, la hizo desestabilizarse y agarrarse a la barandilla.
Esos movimientos de tierra no eran naturales. Algo realmente malo estaba pasando fuera para que su familia estuviese haciendo tanto ruido a las tantas de la mañana.
Golpeó la cerradura con el pisapapeles, con todas sus fuerzas, hasta que cedió y la puerta se hizo a un lado.
La cocina, lugar al que daba el sótano, estaba desierta.
Era un completo caos; la mesa arrastrada metros más lejos, las sillas desperdigadas, algunas volcadas, todos los armaritos abiertos y vacíos, cosas tiradas por el suelo que no distinguió bien. A través de la ventana, abierta de par en par, se colaban ráfagas de fogonazos naranjas y rojos, cegadores. Cruzó la concina en dirección al vestíbulo.
—¿Adónde vas?
Heather frenó en seco, con los pies descalzos sobre el suelo. Su padre estaba en una esquina, a medio cerrar un cajón del que sacaba una lata de conservas. La guardó en una bolsa que cerró y se echó al hombro. Alargó la mano y cogió una escopeta bastante antigua, algunas de esas reliquias familiares en la que no había reparado hasta el momento.
El miedo la inundó de pies a cabeza, pero intentó mantener la mente fría y toda la entereza que le fue posible mientras mantenía la mirada fija en todos los movimientos de su padre.
—Se han puesto las cosas feas ahí fuera.
Su padre fijó su mirada en ella, que tragó con fuerza, deshaciéndose así del nudo lleno de tensión y terror que bloqueaba su garganta.
—Ya no eres más mi responsabilidad, Heather. —Levantó la escopeta y la apuntó—. No quiero matarte, así que no me obligues a hacerlo.
—¿Qué estás diciendo? —Frunció el ceño con desconcierto, levantando las manos lentamente de forma conciliadora. Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro.
—No nos sigas al helicóptero de rescate. Huye, escóndete, haz lo que quieras. Pero no nos sigas al helicóptero, o me veré en la obligación de disparar.
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Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]
FantasyUna explosión nuclear. El apocalipsis. El caos. La muerte... y la vuelta a la vida a un mundo devastado. Tras el estallido de la guerra, todo ha ido en declive hasta que ha sucedido lo inevitable: el apocalipsis. El desastre nuclear más masivo que...