Compra impregnada de mala suerte

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El despertarse por las mañanas en vacaciones suele pasar sobre las nueve o más tarde. No fue así, esta vez. Sanzu, como había huido al sillón a dormir, no había dormido nada bien ya que estaba demasiado incómodo. Cuando renunció al sueño, se puso a mirar a los lados, sobretodo hacia atrás, esperando que algo o alguien pasase por allí para no estar solo. Exacto, era temprano y nadie se había levantado todavía, por lo que resopló. Pensó en lo que había pasado la noche anterior mientras cerraba los ojos... ¿Qué se le podía haber ocurrido a Senju para hacer otro ritual de esos? Pero, para rematar, ese tipo de ritual no era parecido al que ellos habían hecho con Izana, por lo que había más dudas aún. Abrió los ojos mientras apretaba los dientes.
Sanzu: Maldita...
En ese momento, notó como alguien se sentaba a su lado en el sillón. Sin levantar la vista ni nada, intuyó quien era.
Mikey: Sanzu, ¿no podías dormir?
Sanzu: Nada de nada... ¿Qué haces tú despierto si no sueles despertarte hasta las doce o así?
Mikey: Yo tampoco he podido dormir. Tenía la sensación de que algo estaba allí conmigo, en mi cuarto.
Sanzu: Vaya.
Mikey: ¿Cómo dices que es eso de que yo me levanto a las doce...? ¿Me estás llamando vago acaso...?
Le sonrió. Él también se había sentado a su lado para poder hablar, pero duró poco. Sanzu se quitó la manta para levantarse, agarrándose, obviamente. Mikey le siguió, primero con la mirada, luego, ya se levantó.
Sanzu: Te voy a robar un taiyaki.
Mikey: ¡Ni se te ocurra...!
Lo decía de broma, pero, aún así, hizo esfuerzos por ir algo más rápido para ver si le cogía alguno. Claro que Mikey se movió más rápido que él hasta el punto de lanzarse y cruzar por el pasillo con una sonrisa. Le dejó atrás, por lo que se relajó y dejó de correr. Miró detrás para ver como se reía a pesar de haber fallado su misión. En cambio, su cara cambió radicalmente de repente. Se dirigió a Mikey poniendo una mano hacia él.
Sanzu: ¡Mikey, apártate...!
Mikey: ¿Qué me aparte...?
Miró a lo lados y, siguiendo la frase de Sanzu, caminó un poco a la cocina, justo antes de que, en el mismo sitio en el que se encontraba, cayese un cuadro y se rompiese en millones de trozos. Mikey se quedó congelado al verlo. No había dado a la pared, ni siquiera la había tocado. Por su parte, Sanzu se había dado cuenta y se había quedado con las piernas abiertas, pero dobladas, en el suelo. Miró a Mikey con un poco de miedo antes de preguntar.
Sanzu: ¿Estás bien, Mikey...?
Mikey: Sí, no me ha llegado a dar... ¿Cómo lo has visto?
Sanzu: Se ha empezado a mover solo y he previsto que se te caería encima.
Mikey: Pero yo no le he dado.
Sanzu: Ni yo.
Los dos volvieron a mirar al cuadro. Los cristales se habían esparcido hasta meterse bajo las baldas del suelo. Mikey trató de no cortarse, saltando todos los cristales. Volvió con Sanzu para ayudarle a ponerse de pie, aún es silencio por el cuadro. En cambio, Mikey se empezó a reír.
Mikey: ¿Cómo se lo voy a decir a Emma ahora...? ¡Ya sé! Le has dado tú, ¿qué te parece?
Sanzu: ¿Por qué yo? Ni siquiera he llegado todavía a la cocina.
Mikey: Te fastidias. Tu silla le ha dado a la pared y... ¡Pum! ¿Entiendes el plan?
Sanzu: Tampoco he cogido la silla hoy, idiota...
Mikey: ¡No pasa nada! Es nuestra coartada, ¿vale? O te ciñes a ella, o Emma nos mata a los dos.
Sanzu: Sí, creo que ya he entendido el plan...
Por si se llegaban a cortar, no se acercaron más a la zona de cristales. Cuando Emma se levantó a los pocos minutos y comprobó lo que había pasado, suspiró, buscando culpables.
Mikey: Ha sido Sanzu.
Sanzu: ¡Se ha caído solo!
Emma: Ah... No sé para qué pregunto... No os acerquéis, sobretodo tu, Mikey.
Mikey: ¡Oh, venga ya!
Pero, se habían librado, de un modo u otro. Se miraron con una sonrisa de pillos mientras Emma pasaba a por la escoba. En cambio, cuando volvió al salón, le dejó a Mikey una nota en las piernas. Lo cogió con curiosidad, pero se le fue toda al leer lo que era.
Mikey: ¡¿Eh?! ¡No pienso ir a comprar!
Emma: Ya podrías hacer algo tú, ¿no? Vivimos cuatro en la casa y la única que hago algo soy yo.
Sanzu: Exclúyeme.
Emma: Tu también vas a comprar.
Sanzu: ¡¿Qué?! ¡Ni de broma!
Emma: ¡Qué sí, maldita sea...! Ah, es que todo me toca a mí... Mikey, coge las bolsas, vístete y tira.
Suspiró, Sanzu igual. Los dos se levantaron con muchísima pereza en el cuerpo. Como les había dicho Emma, cogieron lo necesario, se vistieron y salieron por la puerta de la casa sin abandonar su pereza o sus suspiros. Justo cuando cerraron la puerta, otra se abrió, la del cuarto en el que Senju había dormido. Salió rascándose los ojos, justo antes de que Emma la detuviese para que no se cortase.
Emma: Tu también podrías hacer algo en la casa, como cocinar.
Senju: Ya lo haré, si sé cocinar de todos modos.
Emma: Ah... A ver como hacéis si me muero yo, porque dependeís más de mi que de nadie... Me gustaría veros.
Senju: Si mueres, no nos puedes ver...
Cuando Emma le fue a decir algo, comprobó que Senju estaba mirando justamente detrás de ella. Se giró, pero allí solo estaba el resto del pasillo. Devolvió su vista a los ojos de Senju con una duda reflejada.
Emma: ¿A qué miras?
Senju: A nadie... ¿Me das desayuno?
Pasó de ella, dándose la vuelta. Emma se quedó congelada un momento, procesando lo que acababa de pasar. Algo no iba bien, o no cuadraba. Había preguntado a qué miraba, no a quién.

Viaje fantasmal (Senju 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora