Desconcertada es una palabra que no alcanza a describir cómo me deja Nacho. Se levanta, tira de su chaqueta y se dirige a la barra a pagar, dejándome allí sola, intentando asimilar qué está pasando.
Gael... ¿Ese tipo era Gael? ¡Nadie me dijo que era argentino! ¿Y por qué se genera esa tensión entre ellos dos? ¿¡Argentino!? Lo que me faltaba...
Espero a que vuelva a la mesa. Sin embargo, me dedica una mirada que no puedo descifrar y sale del local ante mi pasividad. Unos segundos después, arrastro mi plumón y tiro la silla al suelo, provocando un gran estruendo. De nuevo, todas las miradas van dirigidas a mí. Grito un «lo siento» y salgo toda prisa tras Nacho.
¿Dónde se ha metido? ¿Otro que desaparece como la vieja del Gucci? Lo busco a un lado y a otro de la calle mientras me pongo la chaqueta. ¡Qué frío!
¡Me ha dejado plantada! ¡El muy capullo me ha dejado plantada! Tras sentirme algo idiota y desconcertada, tomo la decisión de volverme al hotel.
¡De acuerdo, lo pillo! ¡Que me vuela a casa de una vez! No sé por qué me cuesta tanto irme de este maldito lugar si no para de tirarme indirectas. El único que me iba a ayudar tiene un problema con Gael. ¡Qué bien! ¡Mejor así! No sé si quiero verle la cara a ese tal Gael. Pero ¿por qué le haría caso a esa pitonisa endemoniada? ¡Gracias, vida, por darme esta lección!
Renegarle a la vida sarcásticamente se me da bastante bien, aunque no sirva para nada.
Me acaba de caer una gota en la nariz. Recuerdo que llevo el gorro de lana y los guantes, así que me los pongo a toda prisa. «¡Perfecto! ¿Va a llover ahora?». De nuevo, hablo sola mientras observo que la lluvia es, en realidad, nieve. Debe venir de la montaña junto con el gélido aire que me va a destrozar los labios, el cutis y ¡la vida!
Camino furiosa por mitad de la calle con los brazos alzados y mirado al cielo, pidiéndole explicaciones y echándole en cara los pequeños copos de nieve. Vamos, renegando... Me odia este pueblo.
¿Qué es esa luz? ¡¡Oh, no!!
—¿Estás loca, Lena? ¿Qué haces en medio de la carretera? —dice la voz de Nacho, que sale a toda prisa del todoterreno—. ¿Estás bien? ¡Menudo susto me has dado!
—Sí... —Todavía no entiendo qué ha pasado. Estoy con las manos puestas en el capó del precioso Mazda de Nacho—. ¡Casi me atropellas! —le reprocho.
—¿Yo? Pero ¡si eres tú, que vas por en medio de la carretera! ¡Lena, que es de noche! ¿Cómo se te ocurre?
—¡¡La culpa es tuya!! —le grito con ganas, dejándolo petrificado—. Me has dejado plantada en ese bar y he salido a buscarte. Señor «don hago lo que me da la gana porque soy el poli del pueblo». ¡Me has dejado tirada!
—Yo no te he dejado tirada. Al levantarme te he dicho que iba a por el coche.
Discutimos como locos en medio de la calle a ver quién es más testarudo de los dos hasta que el primer coche al que le cortamos el paso nos toca el claxon, sacándonos de nuestro mundo.
—Sube al coche, guerrera.
—¿Qué me has llamado?
—Sube al coche. Me gusta más la Lena guerrera que la Lena Paris Hilton.
No sé si ha sido un elogio o un insulto. El caso es que cedo y subo al vehículo sin rechistar, pero enojada. Ni siquiera pregunto a dónde nos dirigimos. No me importa, confío plenamente en él. Es curioso, no lo conozco de nada y, sin embargo, me siento segura a su lado. El papel de poli bueno lo borda, está hecho para él, aunque un poco engreído sí que es. Noto cómo me mira y la forma en que disfruta descolocándome.
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CUIDADO CON LAS EXPECTATIVAS
ChickLit¿Puede una extraña mujer a las tres de la mañana después de unos cuantos San Franciscos, remover el pasado y cambiar mi vida para siempre? ¿Mi perfecta vida? ¡Maldita mujer Siempre tuve claros mis objetivos, mi vida en Madrid ha superado todas mis e...