Capítulo 7

24 2 0
                                    

Entro en el hotel a paso lento, mirando de un lado a otro, y Bel me aborda, asustándome.

—Lo siento, Lena, no he podido hacer nada, no he podio detenerlo...

—Pero... ¿Está aquí? ¿Lo has visto?

—Nacho vino a avisarte primero.

—¿Nacho? ¿Nacho también a visto a Charles? —pregunto totalmente desorientada.

—¿De qué hablas, Lena?

—Charles. Está aquí, ¿verdad? Ha movido su coche... Estará buscándome. ¡La que he liado, Bel! Sabía que no era una buena idea hacerle caso a una pitonisa de mierda... Si es que nada tenía sentido ya desde el principio... Soy un desastre... —parloteo asustada sin parar.

—¡Vale, Lena! Tranquila. Charles no está aquí. El coche se lo ha llevado la grúa municipal.

No puedo evitar sentir un gran alivio y exhalo con ganas. Tomo aire de nuevo e intento recomponerme del susto. Una vez que mi cerebro procesa lo que está pasando, empiezo a enfadarme.

¡Este policía me va a oír cuando lo vea! Se cree que por ser amable trayéndome a casa va a evitar mi furia, pero está bien equivocado.

—Bel, ¿te importa si dejo estas bolsas en recepción? Después las subo. Voy comer con Leire y antes quiero dar un paseo, no quiero ir cargada inútilmente.

—Vaya susto... ¿Y con quién vas a pasear? —pregunta mientras le doy las bolsas.

—¡Pues conmigo misma! Yo y mi nuevo estilo antiglamur vamos a dar un paseo por los alrededores del pueblo. Iré a respirar aire fresco y a calmarme antes de ir en busca del coche.

—Pues que lo pases bien. No te alejes, pinta que va a nevar. No vaya a ser que tengan que volver a rescatarte como en los cuentos y llevarte en brazos de nuevo...

—¿Perdona? ¿Qué quieres decir con eso?

—No recuerdas qué pasó anoche, ¿verdad?

—¡Dios! ¿Qué pasó anoche?

—Antes de irse, Enrique me ha contado que llegaste en un estado bastante deplorable, cosa que no me ha sorprendido, yo acabé igual. Me ha dicho que viniste escoltada por Nacho, que intentaste subir las escaleras sola y que acabaste bajando tres o cuatro escalones de culo. Nacho te sujetó evitando que acabaras de rodar escaleras abajo y te alzó en brazos hasta la butaca, donde te desparramaste con las piernas abiertas y te dormiste en dos segundos bajo la mirada de incredulidad de Enrique y Nacho.

—¡Noooooo! ¡Para! No quiero saber más. Qué vergüenza...

—Sí, sí, muchacha, tienes que saberlo todo, porque Nacho decidió alzarte en brazos de nuevo y subirte hasta tu habitación. Enrique le abrió la puerta y subió tus zapatos, te dejaron en la cama y te taparon.

—Me quiero morir... ¿Cómo miro yo a la cara hoy a Enrique y a...?

Ahora no sé si estoy agradecida o enfada con Nacho.

—Total, que ha venido preguntando por ti dos veces...

—¿Enrique?

—¡No, mujer, Nacho! Y no creo que solo fuera por lo del coche. A Esther no le va a hacer mucha gracia el rollito que os lleváis, pero ¡que le den! Ella se portó fatal y él es tan bueno y... ¡¡está tan bueno!! —Se muerde el labio cuando habla de Nacho y no me acaba de hacer gracia—. Es amigo del Capullín —hace una pausa mientras observa mi cara de confusión—, quiero decir, que es amigo de... Ya sabes, de Gael. Prefiero llamarle así, le pega más. Son amigos desde que eran jóvenes. La abuela de Nacho vivía aquí, era la vecina del Capullín. Cuando la abuela murió, Nacho dejó de veranear en el pueblo, por eso le sorprendió tanto que opositara en este lugar, al que hacía una eternidad que no venía. Aunque últimamente están algo distanciados. Desconozco el motivo, pero si necesitas saber cosas de Nacho, yo sé unas cuantas...

CUIDADO CON LAS EXPECTATIVASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora