Capítulo 13

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Lo sé, parezco una maníaca psicópata merodeando frente a la comisaría y espiando a Nacho. Necesito mostrarle la foto y que me revele la identidad de esos chicos; espero que conozca al joven flacucho.

Hoy parece estar con trabajo no me puedo imaginar qué tipo de delincuencia puede haber en este pueblo para que soliciten tanto sus servicios, así que me esperaré por aquí fuera sentada. El día que vine con Leire no me fijé en lo bonita que es esta plaza. Al parecer, en todas las plazas hay una fuente; esta, sin embargo, es grande y muy bonita. Hay un escrito de un poeta. No entiendo apenas nada de lo que pone, pero debe ser algo que habla de este bonito lugar. Pese a ir abrigada como si viviera en Siberia, aún siento algo de frío. Froto mis manos tras soltarles mi aliento más cálido, pero no parece hacer mucho efecto.

Mientras espero, volveré a mirar la imagen. Qué joven era... Un momento, ¿quién anda ahí? Algo merodea alrededor de mí.

—Está bien, no te escondas. Te he visto, bola de pelo. Pero ¿por qué me sigues a todos lados?

De nuevo el enorme gato rallado rozando mis piernas. Me sorprende no haber dado un salto de metro y medio. Estoy tan decaída que no tengo ni ánimo para asustarme. Le dejo que se enrosque entre mis piernas tanto cuanto quiera; cuando se canse, ya se irá. Evito mirarlo, esto acabará enseguida, pero me sorprende con un salto y se posa en mi regazo. ¡Oh, no! ¡Esto sí que no! Me quedo inmóvil y con las manos en alto, no voy a tocarlo.

—¡Bájate, bestia! ¡Que no me gustas!

El animal decide aposentarse y noto levemente cómo clava sus uñas en mis jeans. ¿Ahora cómo me lo quito de encima? Tomo aire, cierro los ojos y me mantengo con las manos en alto, esperando que, al abrirlos, el animal se haya marchado.

—¡Por Dios, Lena! ¿Te está atracando un gato?

La voz de Nacho, de nuevo al rescate.

—Lo mío no son los animales, no me gustan...

Me excuso mientras se agacha y agarra dulcemente al animal.

—Pues, al parecer, tú a él sí.

—Esto... Nacho, ¿podemos hablar?

—Lena, siento lo de anoche, yo... No hay excusa, no es propio de mí, siento que presenciaras eso.

—No te disculpes, estás en todo tu derecho. Entendí lo que estaba pasando entre Gael y Esther. Fue bien merecido, vaya espécimen de amigo...

—No es mi amigo —aclara rápidamente.

—Ya. —A ver cómo le pido entonces que siga hablándome de Gael y sus amigos—. Necesito dos cosas más de ti y ya está. —Pone los ojos en blanco, sé que no quiere continuar con esto—. Te prometo que me marcharé y no volveré a perturbar vuestras vidas jamás.

Por alguna razón, no reacciona a mis palabras; se queda inmóvil mirándome y no puedo descifrar lo que piensa. El felino sigue en sus brazos, lo acaricia dulcemente.

—Tú dirás. —Por fin contesta.

Tampoco hace falta que sea tan seco. Aun así, estoy dispuesta a seguir con esto.

—En primer lugar, necesito mi coche...

—En cuanto pagues la multa, te devolveremos encantados tu ostentoso Jaguar.

Estoy a punto de contarle que no es mi coche, sino el de Charles, pero de nuevo me callo.

OK. En segundo lugar, ¿puedes decirme quiénes son estos chicos?

Le enseño la imagen en la pantalla de mi móvil. La mira mientras posa lentamente el gato en el suelo sin dejar de mirar la pantalla del teléfono. Me arranca el aparato de las manos y no dice nada, solo observa la imagen.

CUIDADO CON LAS EXPECTATIVASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora