Capítulo 9

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Charles está preguntando por mí...

—¡Oh, no!

—Lena no te preocupes, no le he dicho que te hospedas aquí.

—Tú no lo conoces. No tardará nada en dar con mi paradero... —Pienso en lo insistente que es Charles, y, por alguna razón, está buscando directamente en este pueblo. Enrique... —murmullo.

—Yo aviso a Enrique por si vuelve a llamar. Tranquila, Enrique es de fiar. ¿Te da miedo tu marido?

¿Qué pregunta es esa? Espero que no piense que estoy huyendo de Charles.

—¡Noooo! Charles es bueno. Algo obsesivo a veces, pero es bueno. Lo que pasa es que justo ahora empezaba a saber algo, no he tenido tiempo. Esta noche Nacho... Tal vez él sepa algo.

—Un momento... ¿Nacho? —cambia el semblante de la cara levantado una ceja. ¿Has quedado con Nacho? Ahora entiendo lo de la peluquería... Ayyyy, zorrilla, al final no te irás de este pueblo.

—¡Claro que me iré! Tengo una vida, ¿sabes? Y con Nacho no pasa nada, puedes dormir tranquila. Hemos quedado Leire y yo con él. Solo va a ayudarnos a encontrar a... a quien sea.

Uf, casi nombro a Gael.

—Está bien, tranquila. No sé por qué te aceleras cuando hablamos de Nacho.

—A ver... El tío está para acelerarse, no te lo niego, pero no es el caso. Me acelero de rabia al pensar que ha dejado que se lleven mi coche. Y, por cierto, es un tema que aún tengo que resolver.

—¿Entonces no cuento con vosotras esta noche? Quedaré con Esther, aunque está rara últimamente, nunca sé si aparecerá o no. Por suerte me queda Sara...

—Sí, cierto, está al caer. Que suba a mi habitación en cuanto llegue. Esta noche hay que darle una lección al niñato de los cócteles, que al parecer ayer la hizo llorar...

—Qué idiota es Lucas. No es mal tío, pero a veces es idiota. No lo entiendo, siempre ha bebido los vientos por Sara... Por cierto, dan nieve para esta noche, no se te ocurra dejarle a Sara uno de esos zapatitos de pijorra que tienes. No quiero tener que llevarla a urgencias esta noche con un tobillo roto... —me mira riendo, pero sé que habla en serio.

Le hago una mueca burlando sus palabras y pongo los ojos en blanco mientras recojo todas las bolsas que le dejé por la tarde y desaparezco en el ascensor.

Al llegar a la habitación, tengo la tentación de activar el otro teléfono, hablar con Charles. Una toma de contacto con mi mundo tal vez me venga bien. Saber de él, el cual me habrá escrito incansablemente; saber de Nina, que imagino que, al enterarse de mi marcha, querrá chismorrear el motivo real... Aunque, pensándolo bien, después de esa falsa noticia en la revista seré acribillada con mensajes de mis amigas. ¿Amigas? ¡Aquellas mujeres desesperadas y ricachonas no son mis amigas! Ahora lo veo claro. ¿Cómo he podido creer en algún momento que lo eran? Si viven clavando cuchillos al alma más débil... La opción de conectar el viejo teléfono queda descartada.

Sin duda, lo mejor de este viaje están siendo las duchas. El agua cae fuertemente contra mi espalda, agacho la cabeza y dejo que caiga sobre mi nuca un buen rato; está ardiendo y me encanta. Empiezo a barajar la idea de descolgar el micrófono de Elvis. ¡¿Por qué habré descubierto eso?! Estoy a punto de descolgarlo cuando oigo un extraño ruido. Es constante, no cesa. Tardo unos segundos en asimilar que es el nuevo teléfono. Sin pensarlo, salgo a toda prisa de la ducha para poder atender la llamada. ¡Mierda! Pierdo el equilibrio y, como he salido complemente enjabonada, resbalo torpemente. Impacto contra el marco de la puerta con uno de mis hombros; eso me desestabiliza aún más y acabo por fin cayendo tontamente. Quedo sentada en el suelo con todo el cabello alborotado y goteando sobre mi cara. ¡Qué caída más absurda! Me duele el hombro, el trasero y, ahora sí, deja de sonar ese horrible sonido. Tengo que cambiarle el tono de llamada a ese teléfono... Es tanto mi enfado que opto por volver a la ducha lentamente y quitarme los restos del jabón asesino.

CUIDADO CON LAS EXPECTATIVASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora