Es viernes. No quiero que sea así, pero es viernes.
El ruido de hebillas me despierta. Abro los ojos y lo veo ya vestido de uniforme, dispuesto a volver al trabajo. ¿Cómo va a volver al trabajo hoy que es viernes? Hoy me voy, ¿no piensa despedirse? Pero ¿qué está haciendo?
—Nacho, cariño —digo confusa y con voz ronca mañanera—, vuelve a la cama.
Algo no va bien, ya que su mirada no es la del hombre con el que he dormido estos últimos días.
—No puedo, no me pedí el viernes libre. No voy a quedarme para ver cómo te marchas.
—Pero... —Me incorporo en bragas a su lado e intento detenerlo del brazo—. Nacho, mírame, quédate un rato más.
Me mira, agarra mi cara entre sus manos y me besa dulcemente. Me rindo, puede hacer conmigo lo que quiera.
—No puedo, Lena. Esto es lo que acordamos, tómate el rato que necesites. Cuando vuelva del trabajo, no quiero que estés aquí. No lo hagas más difícil.
Se marcha con paso firme y sin mirar atrás, dejándome con una sensación agridulce. Tal vez sí deberíamos haber hablado de esto antes... Si quiere que me marche, pues tendré que marcharme. Menudo final feliz. ¡Venga, cada uno a su casa! A ver, Lena, ¿qué esperabas? Ya está, misión cumplida. Has venido hasta este lugar porque tenías que acabar algo empezado y eso has hecho. Relájate. Había una conexión, eso era cierto, pero ya está. Has llegado, has conectado y ahora solo tienes que desconectar y marcharte... Así de sencillo. Ya no tienes nada pendiente con la vida. Márchate, Lena.
Menudas lecciones me doy a mí misma, unas clases magistrales de cómo autoconvencerte por el módico precio de un corazón herido y una vida patas arriba. ¡Tampoco es para tanto! Volveré al hotel a vestirme con mis atuendos y me marcharé... Oh, Dios, ¡el maldito coche! Ya veré cómo lo resuelvo. Tal vez mande a Leire, estará encantada de conducir un Jaguar.
***
Las despedidas no son lo mío. Al final, Bola de pelo, quiero decir, Ron, me ha sacado unas lagrimitas. Estaba especialmente cariñoso y yo ya me había acostumbrado a él. Tal vez adopte un gatito ahora que me siento madre de gatones.
No me ha costado nada encontrar el hotel. Parece ser que he memorizado bien las callejuelas de este lugar, ya que he llegado casi sin apenas dudar. ¡Oh, Bel ha vuelto! Dudo si entrar y la miro desde la cristalera de la puerta. Está muy guapa y radiante tras el mostrador de recepción. Hace dos días que no piso el hotel. Vine a buscar ropa, pero estaba la otra chica, fue algo fácil y rápido, pero con Bel... Entro lentamente, fijándome en la expresión de su cara. Si veo un falso movimiento o se acerca violentamente, juro que correré hasta donde no me encuentre. No me apetece irme con un ojo morado.
—Por fin aparece Cenicienta, pero a la inversa... —bromea.
Me relajo al ver que bromea y no entiendo nada. ¿Ya no está enfadada?
—Hola, Bel —alcanzo a decir tímidamente, confusa y con algo de miedo...
—Ya me han informado de que no has dormido últimamente aquí... ¿Tienes algo que contarme? ¿Desististe de la absurda búsqueda y has decido cambiar el cuento? ¡Eres mi ídolo! —Me arranca una sonrisa. Sale del mostrador y viene a abrazarme. Me pilla por sorpresa, totalmente desencajada, pero acepto su abrazo y le respondo con la misma intensidad—. Lo siento, Lena. Estaba ciega, lo siento.
—No pasa nada, demasiadas coincidencias, demasiadas confusiones... Vaya semanita intensa me ha regalado este pueblo.
—¿Qué quieres decir con que te ha regalado? ¿Es que no piensas quedarte?
ESTÁS LEYENDO
CUIDADO CON LAS EXPECTATIVAS
Chick-Lit¿Puede una extraña mujer a las tres de la mañana después de unos cuantos San Franciscos, remover el pasado y cambiar mi vida para siempre? ¿Mi perfecta vida? ¡Maldita mujer Siempre tuve claros mis objetivos, mi vida en Madrid ha superado todas mis e...