¿Quién necesita un despertador teniendo un gato?
—¡Quita, Cola!
Aparto a la gata, que ha decidido despertarme de una manera muy peculiar: posando su pequeño y arrugado trasero en mi cara...
Me incorporo con los ojos aún pegados y bostezo un par de veces antes de abrirlos y observar todo el caos que tengo a mi alrededor: cajas medio abiertas, ropa, utensilios... parece un rastrillo.
Pero... ¡aquí estoy! La hija prófuga, como dice Bel, ha vuelto al pueblo. Al final me da que todo esto fue una encerrona suya. No obstante, acepté. ¿Qué podía hacer? Me estoy instalando en el piso de Bel. Al parecer, ella había solicitado el traslado al hotel de Barcelona, dejando libre la plaza del pueblo. Nunca me lo ha reconocido, pero imagino que todo esto se lo debo a ella. Apenas decidí que quería marcharme de Madrid, me consiguió la entrevista, y claro está, el puesto, aunque nunca imaginé que ella se armara de valor para dejar el pueblo. No la culpo, este lugar se le quedaba pequeño y, aunque me cuesta reconocerlo, a mí las ciudades empiezan a quedarme grandes. Estoy cansada del bullicio, de no poder aparcar, de no pasear tranquila... En fin, aquí estoy, y no es por Nacho, aunque así lo parezca, estoy aquí por mí, porque era una buena oferta laboral y porque me encanta sufrir la conspiración de este pueblo en contra de mí. Sí, soy masoquista, lo sé.
He pedido discreción a las chicas: no quiero que Nacho sepa que estoy aquí, prefiero que se entere él solito. Ya me imagino su cara... Le va a encantar la idea de tenerme aquí cerca de su perfecta vida, su bonito hijo y su celosa mujer, pero... ¡Que le den! Incluso ya me he preparado lo que voy a decirle en cuanto me pida que me vaya. Me viene como anillo al dedo ese disco de Estopa, ¿La calle es tuya? Le diré algo parecido: «¿El pueblo es tuyo?». Se va a quedar muerto cuando le diga eso... Necesito prepararme psicológicamente para ese momento, así que yo misma me aliento e invento cómo irá la situación. Si vamos a vivir en el mismo pueblo, tendremos que aprender a tratarnos: él tendrá que aprender a no pedirme que me marche, y yo a no llorar junto a un kilo de helado cada vez que lo vea junto a ella...
***
Estoy hecha un manojo de nervios; jamás imaginé que un hotel tan pequeño requiriera tanto esfuerzo. Estoy agotada mentalmente.
—Lo hace usted perfectamente bien. Mañana no hará falta que me quede a supervisar.
—Gracias, Enrique. ¿Mañana ya? No creo que sea una buena idea. De igual modo, que no creo que tengas que seguir tratándome de usted, me haces sentir vieja...
—Lo siento, no era mi intención —se disculpa con las manos juntas—. Me cuesta verla como una compañera; para mí sigue siendo esa mujer que llegó al pueblo de vacaciones...
—Yaaaa, que llegó, se emborrachó, la lio parda y lloró... Esa soy yo, pero deja de tratarme de usted.
Consigo arrancarle una sonrisa.
—Está bien, Lena.
—Mucho mejor.
—Mi amiga Lena...
—Me encanta como suena.
Le ofrezco mi mano para reafirmar nuestra amistad con un apretón de manos, pero el joven me sorprende con un cálido abrazo que me reconforta y me hace sentir mejor de lo que creía. Mi amigo Enrique. Tengo otro amigo.
Acabamos el turno juntos repasando todo cuanto he aprendido. Ha sido un día muy intenso, y lo mejor de todo es que no he tenido tiempo de pensar en Nacho. Al final no me va a costar tanto adaptarme a mi nueva vida.
La chica que nos sustituye ha dejado de ser amable conmigo. Apenas me ha mirado y ni me ha saludado al entrar; no todo iba a ser perfecto. Enrique me cuenta que está celosa, ya que creía que la plaza de recepcionista sería suya. Ella es la recepcionista comodín, la tienen para hacer las sustituciones, así que jamás imaginó que le cedieran la plaza a otra. A los jefes no les acaba de caer bien, no es eficiente al cien por cien y comete errores imperdonables, pero les va bien tenerla de reserva.
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CUIDADO CON LAS EXPECTATIVAS
ChickLit¿Puede una extraña mujer a las tres de la mañana después de unos cuantos San Franciscos, remover el pasado y cambiar mi vida para siempre? ¿Mi perfecta vida? ¡Maldita mujer Siempre tuve claros mis objetivos, mi vida en Madrid ha superado todas mis e...