𝐕𝐈𝐈

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𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 7:
Juego de 
apariencias


Medio recostado en el enorme sofá de cuero, Su-Jin dejaba que el murmullo monótono de la televisión llenara el silencio del lujoso apartamento. Estiró un brazo y apoyó su cabeza. Había pasado solo una semana desde que se mudó y nada era lo que había esperado.

Alexander… El hombre le causaba una punzada extraña en el pecho. Lo veía apenas unas horas a la semana, momentos que, para su desgracia, se reducían a frases cortas e intercambios triviales. Lo que hacía más a menudo era asistir a eventos y recibír visitas de los amigos de la familia de Alexander. Y el resto del día se la pasaba siendo inútil, justo como ahora.

No estaba completamente solo, estaba con Dariya, la mujer encargada de las tareas domésticas. Al inicio era muy silenciosa. A la insistencia del Omega solía invitarlo a hacer compras, aunque Su-Jin ya no se atrevía a ir después de aquella vez en la que Alexander lo reprendió, dejándole claro que no debía salir sin permiso. Que era peligroso. Desde entonces, había limitado sus pasos a los muros de ese departamento.

Su-Jin observaba a Dariya mientras ella fregaba la cocina con movimientos mecánicos, antes había insistido en ayudarle, pero ella se negó rotundamente. Hoy ella se veía muy triste, sus hombros estaban hundidos, su mirada perdida. Apenas respondía a sus preguntas con murmullos cortos, y eso le estaba crispando los nervios.

"¿Te pasa algo?" soltó Su Jin, apagó el televisor y se sentó mirando en su dirección, su voz la sacó de su ensimismamiento. Dariya se detuvo en seco y lo miró. Parecía a punto de explotar y, al mismo tiempo, contenida, como si se tragara todo para no gritar.

"Lo siento, no quería molestar..." susurró, pero su voz temblaba de una forma que a Su-Jin le angustió más. Dariya no era de disculparse, no así, no con esa voz rota que parecía a punto de llorar.

Él se acercó, apoyándose en la encimera mientras la miraba fijamente. "¿Qué te pasa? Te noto rara desde que llegaste." Ella exhaló un suspiro largo, como si ese aire fuera lo último que la mantenía en pie, y entonces, comenzó a hablar.

"Mi hermano tuvo un accidente," comenzó. Su-Jin notó cómo sus manos temblaban y cómo intentaba disimularlo mientras volvía a fregar. "Él… está en una cama de hospital, apenas puede moverse, y mi cuñada… está embarazada. No puede cuidarlo, no tiene fuerzas, y mis padres ya están viejos… Necesitan a alguien que se encargue, pero no pueden… No pueden con todo. El hospital no está cubierto, envié lo que pude, pero..."

La voz de Dariya se fue silenciando. "Yo ..." Le lanzó una mirada triste. "Yo... necesito pedirte algo. Tengo que regresar a mi pueblo. Y sé que es mucho pedir, pero… necesito que me autorice un permiso, por favor."

SuJin, en silencio, observaba el rostro de Dariya, sus ojos oscuros y cansados. Había visto esa expresión de angustia en ella antes, pero jamás tan marcada, como si cada palabra le desgarrara un poco más el alma.

"Lo entiendo..." respondió él en un susurro. "Pero... no sé qué puedo hacer por ti. Tú sabes que yo no puedo... Es Alexander…"

Dariya lo interrumpió. Hablar con él no era opción. Sabía que si se lo pedía, probablemente recibiría una negativa rotunda.

Tenía poco poder para cambiar algo. Había querido consolar a Dariya, decirle que todo estaría bien, pero ¿quién era él para prometer algo así?

"Voy a hablar con él" dijo el Omega. "Le pediré que te dé tiempo, que te deje ir y ayudar a tu familia."

Dariya lo miró con resignación y tristeza. "Necesito ir rápido. Y lo más probable es que él no acepte." Su voz se quebró, las lágrimas comenzaron a resbalar por su mejilla antes de que las limpiara con un gesto brusco. "Lo siento. No debí pedirte eso. Entiendo que te controla hasta el aire que respiras. ¿Cómo podrías ayudarme?"

Cautivos del Destino. (YAOI | TÓXICO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora