XVIII

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CAPÍTULO 18:
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Dariya entró en la habitación con una bandeja de comida, su mirada se posó en el desayuno sin tocar sobre la mesa de noche.

La mujer, molesta, dejó la bandeja sobre la otra mesa cercana y se acercó al joven. Su semblante reflejaba un evidente enojo por la falta de cooperación del adolescente.

"¿Qué demonios te pasa, eh?", preguntó ella, mirando fijamente al Omega mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

Su-Jin levantó la mirada hacia Dariya, sus ojos estaban enrojecidos y cansados. No tenía ganas de discutir con ella ni de explicarle nada.

"No tengo hambre", murmuró con voz apenas audible, desviando la mirada hacia la ventana.

Dariya observó con indignación cómo Su-Jin permanecía acostado, sin siquiera tocar la comida que había traído. La ira comenzó a burbujear en su interior, frustrada. Se acercó al borde de la cama con paso firme, su expresión ahora llena de desdén y molestia. "¿Quieres quedarte todo el día ahí como un maldito idiota?"

Su-Jin volvió a alzar la mirada, encontrando los ojos furiosos de Dariya. A pesar de su propio dolor y desesperación, no pudo evitar sentir una punzada de ira ante el tono condescendiente de la mujer.

"No necesito 'tu preocupación' ", murmuró Su-Jin con voz ronca. "Y definitivamente no necesito tu actitud condescendiente. Déjame en paz."

Dariya se quedó en silencio por un momento. Sin embargo, su expresión no mostraba señales de suavizarse. Se plantó frente a él y le lanzó una mirada de desprecio.

"¿Qué? ¿Qué estás esperando? ¿Una palmadita en la espalda y unas palabras de consuelo?" espetó Dariya con sarcasmo. "Vamos, deja de ser tan estúpido y levántate. No te tengo compasión, no te confundas."

Su-Jin la ignoró y la mujer sonrió claramente enfadada. Le arrebató el edredón que el Omega usaba para cubrir su cuerpo completo:

"¿Qué te hace pensar que mereces ser compadecido?" Le dijo Dariya. "No eres nadie. ¿Qué verían en ti para que alguien te tomara en serio?"

El hombre en la cama intentó arrebatarle el edredón sin mirarle a la cara.

Sabía que era mejor ignorar ese tipo de comentarios.

Controlar sus emociones.

"¿Crees que alguien como tú puede tener un lugar en este mundo?" continuó Dariya, su voz goteando veneno. "Eres solo un estorbo, un desperdicio de espacio. Ni siquiera Alexander te querrá cerca por mucho más tiempo. Seguro que te botará en cuanto se canse de ti." La mujer tiró de la tela rudamente y logró arrebatarle el edredón.

Quería gritarle que se callara, que no tenía derecho a hablarle así. Pero en lugar de eso, se quedó en silencio, sintiendo cómo la oscuridad lo envolvía por completo. Él se mordió la lengua con fuerza para no llorar.

"Vete al infierno", murmuró entre dientes, su voz temblorosa pero llena de determinación. "No necesito tu ayuda ni tu compasión. Me iré por mi cuenta y haré lo que sea necesario para salir adelante. No necesito a Alexander, no necesito a nadie más. Puedo hacerlo solo."

La risa burlona de Dariya resonó en sus oídos, le dijo que eso era lo más ridículo que había escuchado ese día, tiró el edredón al suelo y aún riéndose se fué de la habitación.

Cautivos del Destino. (YAOI | TÓXICO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora